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Ejecutadas, exiliadas o víctimas de la prostitución: la historia de las mujeres republicanas en posguerra de Menorca

Movilización de la Asociación de Mujeres Antifranquistas.

Santiago Torrado

Menorca —

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Sofía Sintes Rosa nació en Sant Lluís (Menorca) en 1920. Poco antes del inicio de la Guerra Civil comenzó un acelerado proceso de politización, al son de una Menorca que se sabía republicana y de larga tradición libertaria. Una isla que, a pesar de las bombas y de los conatos de alzamiento nacional, se mantendría fiel a la República hasta semanas antes de la derrota definitiva en abril de 1939. Con apenas 14 años, Sofía se incorporó primero a la UGT y luego a las Juventudes Socialistas de su pueblo. Impulsó el comité insular del Socorro Rojo Internacional y durante los años de la posguerra organizó en la clandestinidad el grupo de mujeres del Partido Comunista. 

Margarita García Terrés era de Maó, estudió magisterio y se desempeñó como profesora hasta sus últimos días, ya hacia finales del siglo pasado. Hija de un reputado militante republicano de larga trayectoria política, Margarita se incorporaría a la Juventud Socialista de Menorca en los años de la guerra. Casada con el jovencísimo Floreal Barber, secretario general de las Juventudes Socialistas que sería asesinado en un fusilamiento sumarísimo durante los primeros días de febrero de 1939. Margotte, como era conocida entre sus amistades, pagaría con la cárcel primero (aunque no por mucho tiempo) y el destierro después sus simpatías políticas y su genealogía republicana. 

Ángela Roca era hija de un comerciante de Ciutadella, republicano moderado y de extracción masónica. Tenía dos hermanas, Pilar y Mercedes, y un hermano de nombre Valentín. En 1932 se graduó como profesora y fue destinada a Manacor (Mallorca). Militante de la Juventud Republicana y casada con un joven socialista, fue purgada de su puesto docente tras el alzamiento. Su marido permanece desaparecido 80 años después. Ella no volvió a casarse y regresó a Menorca tras permanecer años en Barcelona como profesora en una escuela rural.

Las vidas de Sofía, Margarita, Ángela y muchas otras cuyas historias aún no se pudieron rescatar son un testimonio apenas oculto por el paso del tiempo y de la importancia política que las mujeres tuvieron en la Menorca de antes de la guerra. Aunque no ocuparon lugares de poder y decisión, y muchas veces eran relegadas al rol de enfermeras, asistentes, escribas, cocineras y “esposas de”, el hecho de que la isla permaneciera leal a la República fomentó el florecimiento de un activismo femenino, podría decirse incluso feminista.

Así lo explica el doctor en historia David Ginard en diálogo con elDiario.es: “En Eivissa y Mallorca el proceso de organización de las mujeres se hundió por completo tras el golpe de Estado porque estas islas quedaron en la zona franquista y algunas de las mujeres activistas y referentes fueron ejecutadas o encarceladas. En cambio en Menorca, como en el resto de la zona republicana, se vivió durante la guerra una etapa de esplendor de la participación femenina. Se crearon grupos de mujeres vinculadas al PCE como la Agrupación de Mujeres Antifascistas y también a las Juventudes Socialistas, conocida como Unión de Muchachas de Mahón e incluso un agrupamiento de Mujeres Libres de tendencia libertaria”, señala.

Sin embargo, la centralidad política de los varones de la época muchas veces desplazaba a las mujeres, que casi siempre eran relegadas a labores de asistentes. Sobre este aspecto, Ginard señala que “estos avances organizativos tuvieron importantes límites”. “La labor de las asociaciones de mujeres se centró en la propaganda, la asistencia social, la organización de ayuda material y moral a los soldados del ejército republicano, etc, pero no consta ningún caso relevante de menorquinas que desempeñaran un cargo político en tiempo de guerra. De todos modos, es evidente que hubo un núcleo de mujeres que se politizaron y salieron al espacio público. En la inmediata posguerra, las mujeres tuvieron una función destacada en los primeros núcleos del Socorro Rojo, que recogían ayuda para los presos, como el caso de Sofía Sintes”, añade.

Con el estallido de la guerra y tras la caída de Mallorca y Eivissa, la periodicidad de los bombardeos de la Legión Cóndor y la Aviación Legionaria comenzó a castigar Menorca. El hambre, el aislamiento y la desesperación se hicieron notar. En 1938 el órgano republicano “La voz de Menorca” publicó una solicitada donde felicitan la intensa labor del Socorro Rojo, organización de asistencia, aconfesional y vinculada al Partido Comunista, que se dedicaría a elaborar colectas económicas para los damnificados por las bombas, respaldo para niños y niñas huérfanos de la guerra y ayuda a todo aquel que la necesitara. 

“Es, pues, deber de todo ciudadano menorquín conocer esta obra y proteger al Socorro Rojo aportándole su óbolo precioso, por modesto que sea, y animar con su calor y su apoyo las gestiones de sus dirigentes que, desinteresadamente, han realizado y realizan incansables trabajos para que la Organización mejore de día en día y extienda sus socorros al necesitado, sin excepciones, amparando a todos los menorquines, que el dolor y el sufrimiento no admiten clases ni distingue en filiaciones políticas”, reza en la publicación.

A pesar de que la mayoría de las mujeres activistas de la isla se limitaba a tareas asistenciales, hubo quienes decidieron pasar a la ofensiva y tomar parte activa en la guerra. En agosto de 1936 el capitán republicano Alberto Bayo organizó un contingente para intentar recuperar Mallorca de manos de los fascistas. De aquel desembarco participaron varias enfermeras menorquinas, dos de las cuales murieron en combate. Una de las que sobrevivió fue Sofía Sintes Rosa, que regresaría a Menorca para seguir militando en la clandestinidad. 

La triste senda del exilio

La madrugada del 9 de febrero de 1939, los dos últimos barcos cargados con republicanos menorquines abandonaban el puerto de Maó rumbo al exilio, especialmente en Argelia y Francia. En el HMS Devonshire y el Carmen Pico iban 478 personas. Muchas de ellas no volverían jamás a pisar la isla. “En ese contingente había unas 268 mujeres”, señala el historiador menorquín Bep Portella, y enumera algunos nombres destacados: “Ángela Gabaldón, Berta y Teresa Grau, Ifigenia Taltavull, Paula Pons Mercadal, Leonor Aguera, Margarita Vila… la lista es larga”. 

Hoy por hoy resulta casi imposible reconstruir el trazado político de las mujeres republicanas después de febrero del ‘39 en Menorca. La red de socorros y afectos, de simpatías y complicidades que construyeron durante los años anteriores se hundió en las aguas negras de la dictadura, el silencio, la delación, el miedo, las venganzas entre vecinos, el oportunismo y la brutalidad durante casi cuarenta largos años. Con el triunfo del franquismo, las hijas, hermanas, madres y esposas de los rojos se convierten en parias, en apestadas. Algo así, en un territorio tan pequeño como Menorca, hace de la convivencia con los vencedores un largo camino de penurias y humillaciones que difícilmente se soportan en soledad. Sin embargo, la naturaleza clandestina y a la vez sumarísima de la represión hace imposible saber cómo -o aún si se pudo- mantener algún grado de socorro mutuo, de resistencia afectiva común. 

“Sin lugar a dudas padecieron la represión de manera intensa, aunque con características diferenciadas. Desde luego el grueso de las mujeres de familias de izquierdas sufrieron una brutal represión económica. A menudo el marido, el padre, el hermano había sido ejecutado, estaba o había estado en la cárcel, se había marchado al exilio o había sido depurado laboralmente y/o condenado por el Tribunal de Responsabilidades Políticas a alguna severa sanción económica. Esto afectaba, como es lógico, a toda la familia y las mujeres, en tanto que responsables de la economía doméstica, tuvieron que encabezar a menudo la reconstrucción de unos hogares destrozados. Están documentados casos de mujeres de familias republicanas de Menorca que tuvieron que dedicarse a la prostitución para sobrevivir”, señala Ginard. 

El grueso de las mujeres de familias de izquierdas sufrieron una brutal represión económica. Están documentados casos de mujeres de familias republicanas de Menorca que tuvieron que dedicarse a la prostitución para sobrevivir

David Ginard Historiador

El historiador menorquín Marc Pallicer Benejam ratifica este dato brindado por Ginard, en su libro “Historia de la prostitució a Menorca” y detalla que “en 1936 había en la isla 14 prostíbulos y 27 trabajadoras sexuales”. Tras la consolidación del franquismo, el gobernador civil de la isla ordenó un relevamiento de todos los comercios, incluidos los locales de prostitución tolerada, que arrojó cifras elocuentes: en 1942 había 18 locales y 44 prostitutas, un 55% más que apenas unos años atrás, casi todas ubicadas en Maó. “Aunque no han trascendido los nombres de esas mujeres, resulta evidente que el aumento del trabajo sexual estaba estrechamente vinculado a la miseria que se vivía en la posguerra”, comenta.

Perseguidas, empobrecidas, señaladas, encarceladas, exiliadas y ejecutadas, el destino de las mujeres republicanas de Menorca en la posguerra es la historia de una doble marca de vergüenza que llevarían a cuestas por muchas décadas: por ser rojas y mujeres. Un fragmento del intercambio epistolar entre Margarita Terrés y Ángela Roca, rescatado por Portella, ilustra con claridad la situación y estado de ánimo de estas mujeres. La carta está fechada el 19 de febrero de 1940, a propósito del primer aniversario del fusilamiento del marido de Margotte, Floreal Barber: “Estimada Margotte (...) comprendo lo que estos días significan para ti. Has hecho muy bien en no ir a Maó, hasta que no pase todo el tiempo que tenga que pasar y los recuerdos dejen de doler. En una capital como Barcelona, parte de la vida de una persona se mezcla con el ambiente, en cambio en los pueblos tienes más ocasión de encontrarte contigo misma, que es precisamente de lo que tenemos que huir nosotras dos”.

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