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Clinton gana el primer asalto a un Trump enfurecido y disperso

Trump y Clinton durante el primer debate de la campaña.

Iñigo Sáenz de Ugarte

Hillary Clinton pasó con nota el primer debate de sus tres duelos directos contra Donald Trump en la campaña electoral norteamericana. A lo largo de 90 minutos, los dos candidatos tuvieron sus momentos agresivos, se defendieron con rapidez y describieron, siempre en términos muy generales, sus principales ideas. Pero a la hora de clavar el cuchillo, Clinton fue más efectiva, mientras que la costumbre de Trump de divagar y cambiar de tema jugó claramente en su contra por mucho que elevara la voz mucho más de lo habitual en estos debates.

En la primera hora de debate, Trump interrumpió a su rival en 40 ocasiones y no hizo mucho caso de las indicaciones del moderador. En total Trump cortó a Clinton 51 veces (por 17 en que Clinton hizo lo propio con él).

Clinton no perdió la calma ni, pocas veces, la sonrisa. Tenía que saber que si se dejaba arrastrar al barro, no tenía muchas posibilidades de éxito. En estos debates largos, el espectador se queda más con los últimos momentos del debate que con su arranque, y eso perjudicará a Trump, que comenzó bien con los temas que mejor le han funcionado en campaña, pero que poco a poco empezó a exasperarse cuando salieron asuntos que le perjudicaban.

La primera en intervenir fue Clinton cuando el tema principal era el de los empleos y la política económica. La demócrata intentó explicar “en qué clase de país queremos vivir”. Su idea más clara: “Un país para todos y no sólo para los que están arriba”.

Trump fue directo en su primera frase a la denuncia que le ha sido tan útil ya desde las primarias republicanas: “Nuestros empleos están huyendo del país”. En su segunda frase, citó a México. Pocos segundos después, a China. “Tenemos que impedir que estos países roben nuestras empresas y nuestros empleos”.

Fue su denuncia de los tratados comerciales firmados por EEUU desde los 90 –en especial, NAFTA, acordado con México y Canadá– la que ofreció los instantes en los que se sentía más seguro. Trump ha conseguido que la mayoría de los votantes republicanos estén ahora en contra de esos tratados y del concepto de libre comercio, una opinión muy diferente a la de la mayoría de los políticos republicanos.

Ahí Clinton estuvo a la defensiva y respondió con cautela. Siempre ha defendido esos tratados hasta que su enfrentamiento en las primarias demócratas con Bernie Sanders le obligó a refugiarse en una cierta ambigüedad o a empezar a mostrarse crítica por ejemplo con el tratado de libre comercio con los países del Pacífico.

Los impuestos de Trump

Para intentar zafarse de esa presión, Clinton cambió de tema en algunos momentos para recordar a Trump algún asunto del que no le interesaba hablar a este. Por ejemplo, su negativa a entregar una copia de su última declaración de la renta, una costumbre tradicional entre candidatos desde hace décadas. Trump repitió su argumento de costumbre: no lo hará porque Hacienda la está revisando como, dijo, ha hecho los últimos 15 años.

Clinton no le dejó escapar. Comentó que quizá no entrega esos datos porque demostrarían que no ha pagado nada en los últimos años (algunos medios creen que eso es muy posible por las singulares características de sus negocios inmobiliarios). Trump picó y dijo que eso sería “inteligente” porque el Gobierno suele “malgastar” los fondos públicos. Esas frases aparecerán a buen seguro en futuros anuncios de la campaña de Clinton.

Como Trump contraatacó refiriéndose a la polémica de los emails de Clinton (cuando era secretaria de Estado mantuvo en su casa un servidor privado para enviar emails sobre asuntos oficiales), ella reconoció que eso fue un error, lo que le permitió zanjar el tema. Trump dejó pasar la oportunidad de insistir en ese punto vulnerable de su adversaria en otros momentos del debate. El FBI ha decidido que Clinton no cometió ningún delito, pero para los votantes republicanos es un ejemplo de su duplicidad y falta de honestidad. Y ahí Trump no presionó lo suficiente.

Al pasar el debate a los temas de seguridad y el conflicto racial que viven varias ciudades por la muerte de jóvenes negros tiroteados por la policía, Clinton dijo algo que nunca se ha escuchado en un debate de estas características. Afirmó que hay “un racismo sistemático en nuestro sistema de justicia penal” que perjudica a los jóvenes negros. La frase puede resultarle muy rentable entre la comunidad negra, que hasta ahora no ha mostrado un gran entusiasmo por la candidatura de Clinton.

Trump pintó un panorama tétrico de los problemas de seguridad de varias ciudades norteamericanas. Apostó por la defensa a ultranza de “la ley y el orden”, lo que se espera de un candidato republicano. Pero dijo varias cosas que son falsas, como que los crímenes han aumentado en Nueva York desde que el demócrata Bill de Blasio es alcalde. Los medios y un portavoz de la Policía de Nueva York le desmintieron rápidamente. El número de homicidios este año (127) ha descendido un 13% con respecto al año pasado.

En general, las grandes ciudades de EEUU han experimentado un evidente descenso de los crímenes violentos desde los años 70 y 80, aunque en los últimos años algunas han sufrido un repunte preocupante, en especial Chicago.

Ahí fue donde Clinton aprovechó para lanzar otra bomba sobre su rival al acusarle de “conducta racista”, refiriéndose a las demandas que recibió en Nueva York por intentar desembarazarse de inquilinos de raza negra de sus edificios o impedir que pudieran alquilar los pisos que gestionaban sus empresas. Lo único que pudo decir Trump es que nunca fue condenado. No lo fue porque llegó a acuerdos económicos con los demandantes sin verse obligado a admitir ningún delito.

La invasión de Irak

Cuando llegaron los asuntos de política exterior, Trump ya llevaba tiempo a la defensiva y sin poder propinar un golpe decisivo. Ahí la cosa no mejoró para él al decir que él nunca apoyó la invasión de Irak, cuando hay pruebas claras de que sí lo hizo en algunas entrevistas y comentarios. Por lo demás, Clinton, entonces senadora de Nueva York, sí votó a favor de la invasión.

Trump también dijo que Obama y Clinton se equivocaron al no dejar unos 10.000 soldados norteamericanos en Irak, olvidando que esa fue una decisión tomada por la Administración de George Bush al no llegar a un acuerdo con el Gobierno iraquí sobre la inmunidad exigida para las tropas de EEUU.

“Obama y Clinton crearon un vacío por la forma en que salieron de Irak. Fue un desastre y luego apareció ISIS”, acusó Trump, que también se refirió a la responsabilidad de Clinton en el derrocamiento de Gadafi y el caos que sufre Libia desde entonces. Lo cierto es que hay grabaciones en que Trump dice, antes del fin de Gadafi, que EEUU debía intervenir militarmente para evitar que el dictador libio eliminara de forma violenta la rebelión contra su Gobierno.

Clinton también distorsionó los hechos de forma notoria cuando dijo que Irán estaba a unas pocas semanas de conseguir fabricar una bomba nuclear cuando se firmó el acuerdo sobre su programa nuclear negociado por EEUU y Rusia. No hay ninguna prueba de que eso sea cierto.

Cuando se habló de proliferación nuclear, Clinton incidió en el perfil errático e inestable con el que siempre ha descrito a su rival: “Un hombre al que se puede provocar con un tuit no debería estar cerca de los códigos nucleares” (para el lanzamiento de armas nucleares). Otro momento en que Clinton describió a Trump como alguien inestable que no da la talla para ser presidente.

El “engaño” del cambio climático

Trump tiene la costumbre de negar la evidencia sobre cosas que ha hecho o dicho. Los medios lo recuerdan con frecuencia, pero tampoco es que eso haya acabado con sus aspiraciones presidenciales. En un debate con decenas de millones de espectadores, eso puede tener consecuencias más duraderas.

Clinton le acusó de haber dicho que el cambio climático es un engaño, y Trump lo negó. En 2012, escribió en Twitter que “el concepto de calentamiento global fue creado por los chinos para hacer que la industria de EEUU no sea competitiva”. La campaña borró el tuit durante el debate, pero circulan por Twitter tantas capturas de ese mensaje que ya daba igual.

Antes del debate, la campaña de Trump alardeaba de que el candidato no había tenido que pasar mucho tiempo preparando el enfrentamiento, como suelen hacer habitualmente los contendientes en estos casos, y como había hecho Clinton. Eso se notó en varias ocasiones, por lo que en el segundo y tercer debate tendrá que cambiar de actitud.

Antes de que acabara el debate, un focus group montado por el consultor republicano Frank Luntz arrojaba un pésimo resultado para Trump. 17 personas decían que estaba ganando la demócrata; sólo tres el republicano.

Tras su finalización, Public Policy Polling ofreció los datos de la primera encuesta. Un 51% decía que había ganado Clinton. El 40% daba ganador a Trump.

En una charla con periodistas, Trump se quejó de que le habían puesto un micrófono que no funcionaba bien. Fue una excusa que indicaba que era consciente de que no había sido una gran noche para él.

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