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De Michigan a Núñez de Balboa: las manifestaciones de la ira contra el confinamiento

Manifestantes armados protestan en el Capitolio en Michigan contra el confinamiento

Carlos Hernández-Echevarría

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A España han llegado esta semana, pero en EEUU hace ya un mes que empezaron las manifestaciones contra el confinamiento. En el barrio de Salamanca o en Aravaca se escuchan las mismas profecías del advenimiento del comunismo que en Colorado. Protestas llenas de banderas nacionales y de acusaciones de traición, protagonizadas de momento por grupos poco numerosos pero muy enfadados. Por suerte, eso sí, en Núñez de Balboa nadie va armado, que se sepa.

En EEUU hay una larga tradición de derecha libertaria opuesta a que cualquier autoridad pública te diga lo que tienes que hacer. En las manifestaciones contra el confinamiento vemos todos los días a los antivacunas, a los fanáticos de las armas... a todo el que teme que el Gobierno se venga arriba y le dé por gobernar. En esas protestas se habla sin parar del malvado “gobierno”, pero no se refieren al de Donald Trump, que casi todos apoyan; se refieren a esa idea abstracta de un poder malvado y controlador, hoy personificado en cada gobernador estatal que ha firmado una orden de confinamiento. Los manifestantes en Aravaca, en cambio, parecen tener una idea muy precisa y concreta del gobierno contra el que protestan.

Escuchando los testimonios de los que se manifiestan contra el confinamiento en EEUU, encontramos tres tipos: los que creen que la enfermedad no es para tanto y que el Gobierno ha tenido una reacción exagerada; los que también creen que no es para tanto, pero además dicen que el Gobierno lo sabe y solo lo usa de excusa para coartar las libertades; y por último un pequeño grupo que cree que el propio Gobierno ha creado el virus, o China, o Bill Gates, o algo parecido. En las protestas en España abundan los dos primeros, pero aún no se ha visto a los terceros. 

Da la sensación de que en Aravaca o en el barrio de Salamanca no se pone tanto en duda la realidad de que hay una crisis sanitaria, como bien se ve en el uso de mascarillas por parte de muchos manifestantes, pero se acusa al Gobierno de aprovechar el estado de alarma para silenciar a sus críticos. En EEUU, sin embargo, el negacionismo está muy presente. En lo que coinciden unos y otros es en el argumento económico. Una manifestante explica en Núñez de Balboa que con el confinamiento se “lleva al país a la pobreza” y en Long Island una pancarta dice: “El coronavirus no va a desaparecer, pero nuestros ingresos ya lo han hecho”. Es el argumento más sensible y también el más político. 

Incumplidores con apoyo político

Aunque en los vídeos de Núñez de Balboa y de Michigan no se aprecia el más mínimo respeto a las normas establecidas contra el coronavirus, tanto en EEUU como en España a los manifestantes no les ha faltado el apoyo de algunas autoridades. Trump ha invitado a “liberar” varios estados a pesar de que no cumplen las condiciones sanitarias dictadas por su propio Gobierno. Además ha pedido a los gobernadores que “cedan un poco” ante “gente muy buena que está enfadada” y desde su entorno se ha ayudado a organizar las protestas. En Madrid los que protestan han recibido la simpatía de la presidenta regional Isabel Díaz Ayuso como “vecinos que se van a arruinar” y la colaboración plena de VOX, que invita a acudir a las concentraciones.

Que el confinamiento afecta a la economía es indudable, pero los expertos señalan que el daño económico será mucho mayor si se levantan las restricciones demasiado rápido y hay un repunte. Aún así, en poco más de un mes hemos escuchado a Trump y a Díaz Ayuso hacer el mismo razonamiento resignado: “También muere mucha gente en accidentes de tráfico y no por ello prohibimos los coches”. Por suerte en España estamos todavía lejos de las expresiones más crudas de ese argumento, como esa pancarta que en Tennessee proclamaba: “Sacrifiquemos a los débiles”. Esperemos no llegar allí nunca.

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