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The Guardian en español

Burkina Faso construye colegios que se mantienen frescos cuando hace 40ºC: “No necesitamos aire acondicionado”

Escuela primaria de Gando (Burkina Faso), construida por Kéré en 2001 con materiales locales, fusionando técnicas tradicionales con tecnología más moderna.

Èlia Borràs

Burkina Faso —

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Si los arquitectos son personas que disfrutan superando desafíos, construir colegios en Burkina Faso debe de ser su trabajo soñado. Los retos son innumerables: temperaturas abrasadoras en algunas estaciones, recursos limitados, materiales, electricidad, agua, y usuarios jóvenes y vulnerables. ¿Cómo es posible, bajo un sol abrasador, mantener fresco un edificio donde no hay aire acondicionado?

El arquitecto Diébédo Francis Kéré creció en la pequeña aldea burkinesa de Gando y conoce bien los desafíos. Él y otros arquitectos como el catalán Albert Faus están encontrando soluciones ingeniosas para garantizar, mediante el empleo de materiales baratos, que las escuelas y orfanatos que han construido en Burkina Faso sean lugares frescos y acogedores.

Ganador del premio Pritzker en 2022, Kéré ha contado la conmovedora historia de cómo de niño toda su comunidad le apoyó, aportando entre todos el dinero para que tuviera una educación fuera de la aldea antes de conseguir una beca para estudiar en Alemania. “Mi comunidad es la razón por la que hago lo que hago”, dijo.

El colegio de primaria de Gando, construido en 2001, fue su primera obra tras finalizar los estudios de arquitectura. “Al principio, en mi comunidad no entendían por qué quería emplear arcilla cuando en Alemania había edificios hechos de cristal, así que tuve que convencerles de usar los materiales locales”, ha dicho Kéré en ocasiones.

En la construcción del colegio participaron hombres y mujeres fusionando técnicas tradicionales como los suelos de barro, golpeados a mano hasta dejarlos “suaves como el culito de un bebé”, con tecnología más moderna para buscar un mayor confort.

Otro de sus proyectos fue el orfanato de Noomdo, cerca de la ciudad de Koudouou, hacia el oeste del país. “El edificio de Kéré proporciona un buen confort térmico, porque cuando hace calor, estamos frescos, y cuando hace frío, estamos calentitos dentro”, dice Pierre Sanou, educador social del orfanato.

En esta zona del mundo las temperaturas oscilan en torno a los 40 grados durante la estación más calurosa. “No necesitamos aire acondicionado, y eso significa un ahorro energético increíble”, explica Sanou. “Kéré utiliza muy poco hormigón y construye con materiales de nuestro territorio, como la piedra de laterita”.

Los edificios que Kéré ha levantado en Burkina Faso son muy de la tierra. Hechos desde el suelo y teniendo en cuenta que el hormigón es un material más caro, que genera residuos y debe de ser transportado hasta la obra.

“Son edificios permeables que buscan el movimiento del aire natural y protegerse del sol”, explica Eduardo González, de la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid. “Por ejemplo, se construyen con muros muy fuertes y cubiertas muy ligeras para que el aire fresco que entra por abajo empuje al aire caliente que sale por arriba”.

Una innovación especialmente ingeniosa fue volver a la antigua idea de tejados metálicos elevados y extendidos. Las habitaciones del orfanato de Noomdo están cubiertas por una bóveda de cañón poco profunda que descansa, con aberturas, sobre una viga de hormigón. Por encima hay una placa metálica que deja salir el aire caliente y protege al tejado de la lluvia y de la luz solar directa.

Materiales locales e innovación

Según González, es una técnica de la arquitectura vernácula del Golfo Pérsico que Kéré ha integrado en sus proyectos de Burkina Faso dándole “una imagen contemporánea”.

Con forma de semicírculo, el diseño del orfanato también tiene en cuenta la privacidad de sus usuarios, en su mayor parte menores en situación de extrema vulnerabilidad. En un lado están los dormitorios de chicos, y en el otro, los de las chicas, con la administración del orfanato sirviendo de nexo entre los dos. 

Para mantener la privacidad y la seguridad de los niños, el edificio está dividido en tres zonas de acuerdo con su accesibilidad. La primera es la puerta de entrada, con la sala común y la cocina. Al fondo, el espacio común interior, al que solo se puede entrar con autorización. Por último, los patios interiores de los dormitorios. “Hay zonas para descansar y estar tranquilo”, dice Sanou. No hay vallas ni alambres de espino.

Cerca de allí, en la aldea de Youlou, está el complejo escolar Bangre Veenem. Diseñado por Albert Faus, utiliza métodos igual de ingeniosos para refrescar el edificio. Según Ousmane Soura, un asesor educativo del centro, “antes de construir el colegio Faus acudió a hablar con las autoridades tradicionales para obtener el permiso de construcción y averiguar si había lugares sagrados que a veces no son obvios o visibles para la gente que no los conoce”.

El complejo escolar incluye desde la guardería hasta el instituto, pasando por una escuela profesional. “Los alumnos están cómodos y pueden concentrarse con la clase, en vez de decir que quieren irse a casa porque hace demasiado calor”, explica Soura. 

El centro fue construido con ladrillos de laterita de la zona. Después de pasarla por un molde, la dejaron secar al sol para convertirla en ladrillos de un rojo muy intenso. Según Soura, “son más resistentes a las balas que los bloques de hormigón, que tienen dos cavidades en el centro”.

Faus también consiguió reducir el transporte de materiales al mínimo y usar los propios del territorio. Hasta los trabajadores de la cantera eran de la zona. “Es un material muy bonito, cuando las familias ven los edificios, quieren que sus hijos vayan al colegio”, dice Soura. Incluso hay adolescentes que se juntan en las aulas para hablar después de clase o durante las vacaciones. El centro educativo es un espacio abierto.

Burkina Faso ocupa el puesto 184 de 191 países en el Índice de Desarrollo Humano y, a finales de 2020, sólo el 22,5% de su población tenía acceso a la electricidad, según datos del Banco Africano de Desarrollo.  “Los estudiantes pueden venir por la noche a estudiar y a cargar sus teléfonos por la electricidad que hay gracias a los paneles solares”, cuenta Soura. “Están más concentrados porque tenemos una buena temperatura en clase. Si los alumnos, la administración y los profesores trabajan bien y el ambiente es favorable en clase, los resultados serán mejores”, añade. “Ya se sabe que el calor perjudica el aprendizaje de los alumnos, y si tenemos calor en clase, todos nos sentimos cansados, y al final los niños prefieren dormir”.

Traducción de Francisco de Zárate

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