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The Guardian en español

La oposición rusa se hunde en disputas internas a pocos meses de las elecciones

Miles de personas en una manifestación en Moscú en memoria de Boris Nemtsov. \ Efe

Shaun Walker

La oposición liberal rusa ha sufrido muchas presiones durante los últimos meses, desde filtraciones de vídeos sexuales hasta procesos judiciales dudosos, pasando por casos de violencia física. Las elecciones parlamentarias se celebran el día 18 de septiembre, y parece que las autoridades están usando todas las artimañas clásicas. Pero los liberales tienen enemigos que han resultado ser más dañinos que el Kremlin: ellos mismos.

Las elecciones marcarán el tono de las presidenciales del año 2018, y se da por sentado que Vladimir Putin se presentará y conseguirá seis años más en la presidencia de la nación. Ahora la Duma está bajo el control de cuatro partidos: el mastodonte progubernamental Rusia Unida y tres organizaciones más pequeñas a las que se conoce como “la oposición sistémica”, porque aseguran una apariencia de beligerancia sin oponerse al Kremlin en ninguna cuestión importante.

El resto de los partidos, desde los liberales hasta los nacionalistas, están virtualmente fuera del sistema. No les conceden tiempo en televisión, y se suelen estrellar en las elecciones. Entre el férreo control político y la cobertura de la televisión estatal, que solo habla de la oposición en términos negativos, no hay mucha gente que esté dispuesta apoyar sus causas. Sin embargo, cuando Alexei Navalny se presentó a la alcaldía de Moscú en el año 2013 con un programa basado en la lucha contra la corrupción obtuvo el 27% de los votos y demostró que un sector de votantes urbanos arde en deseos de ver caras nuevas.

La situación se ha vuelto más difícil desde entonces. El Kremlin está decidido a impedir que algún partido de la oposición alcance el 5% del voto (mínimo exigido para entrar en la Duma) y provoque controversias y debates reales en el Parlamento. El Gobierno prefiere que la Duma siga siendo un mecanismo automático de aprobación de leyes sin prácticamente ninguna discrepancia. Además, no quiere que se vuelva a pedir la repetición de unas elecciones parlamentarias, como ocurrió en el año 2001, cuando las sospechas de fraude electoral llevaron a manifestaciones masivas en la capital rusa.

“El Kremlin ha adoptado una estrategia cauta. Se muestra relativamente tolerante, pero utiliza la amenaza y la violencia para advertir a la gente de que podrían perder su libertad si protestan demasiado”, dice la analista política Masha Lipman.

En la cárcel o en el cementerio

El hermano de Navalny acabó en la cárcel por un caso que, en opinión de muchos, no era más que una venganza contra un líder de la oposición. Y el carismático Boris Nemtsov, uno de los líderes opositores más conocidos, fue asesinado a tiros en febrero del año pasado, cerca del Kremlin.

La crudeza de los ataques contra la oposición liberal aumenta a medida que se acercan las elecciones. La televisión pública emitió un reportaje difamatorio sobre Mikhail Kasyanov, un antiguo primer ministro que ahora se presenta en las filas de Parnas, la organización del difunto Nemtsov. El reportaje incluía una grabación de carácter sexual en la que aparecen Kasyanov y Natalia Pelevina, una activista opositora, que además se refieren a otros líderes de la oposición en términos despectivos. Parece ser que los dispositivos de grabación se instalaron de forma ilegal, lo cual podría indicar algún tipo de connivencia entre la cadena de televisión y los servicios de seguridad.

Tras la emisión del reportaje, muchos miembros de la oposición se manifestaron contrarios a que Kasyanov ocupe el primer puesto en las listas del partido, mientras el afectado decía que cambiar las listas a estas alturas sería rendirse a las presiones del Kremlin. “Habrá más provocaciones y, si te doblegas ante ellas y haces concesiones todo el tiempo, demuestras debilidad”, afirma Kasyanov, quien rechazó las críticas de otros opositores por considerarlas “declaraciones irresponsables de gente que no entiende nada”.

Ilya Yashin, otro de los líderes de Parnas, se distanció de Kasyanov después del incidente e insinuó que Pelevina podía ser una infiltrada del Servicio Federal de Seguridad. Tras un debate enconado en las redes sociales, Pelevina se mostró de acuerdo en no presentarse a las elecciones, pero escribió en Facebook que Yashin es un “mentiroso mezquino y vengativo, además de mala persona”.

El escándalo también provocó que la frágil coalición de Parnas y el Partido del Progreso de Navalny empezara a hacer aguas. Navalny no se puede presentar a las elecciones porque lo condenaron en un juicio que, en opinión de muchos, fue de carácter político; su partido no está registrado oficialmente y, hace poco, pidió a las autoridades que le permitieran registrarlo y presentarse.

“Su estrategia consiste en impedir que participen las personas verdaderamente peligrosas, y destruir después a los demás mediante la presión y la propia estupidez de sus víctimas”, dice Navalny. Desde su punto de vista, Parnas no tiene ninguna posibilidad de alcanzar la barrera del 5%, pero el Partido del Progreso lo podría conseguir. Ante el escepticismo suscitado por dicha afirmación, Navalny replica que obtuvo más de un cuarto de los votos en las elecciones a la alcaldía de Moscú y que lo consiguió con muy poca publicidad, lo cual demuestra que cuenta con gran apoyo entre las élites urbanas.

“Esperaban que llegara al 8% y desapareciera; pero fuimos mucho más lejos, así que reactivaron el caso contra mí para que no me pueda presentar a ningunas elecciones, y estoy oficialmente excluido de cualquier campaña electoral”, añade.

El supuesto agente del MI6

En mayo, un grupo de cosacos atacó a Navalny y algunos de sus seguidores durante una visita a la región sureña de Krasnodar, sin que la policía interviniera. Según un documental de la televisión pública, Navalny fue un agente británico, conocido con el nombre en clave de Agent Freedom, que trabajaba para el MI6 con el objetivo de destruir Rusia. Los “documentos secretos del MI6” que se mostraron en el programa estaban escritos en un inglés apenas inteligible, pero el efecto de ese tipo de informaciones se ve potenciado por las historias del Kremlin sobre conspiraciones para destruir Rusia, donde los miembros de la oposición son simples peones de los enemigos del país.

Ramzan Kadyrov, el controvertido líder checheno, publicó una fotografía de Kasyanov en Instagram con la cabeza del líder político bajo el punto de mira de un rifle. Kadyrov afirmó después que era una broma; pero, teniendo en cuenta que Nemtsov fue asesinado el año pasado, nadie la encontró divertida.

“No sabemos lo que puede pasar ni si esas personas de las regiones actúan por su cuenta o cumpliendo órdenes –dice Lipman–. Pero la situación económica sigue empeorando, y es posible que la violencia vaya en aumento.”

Kasyanov afirma que, a pesar de no tener acceso a la televisión, su partido podría obtener el 20% de los votos en las grandes ciudades y hasta el 10% en todo el país, lo cual le permitiría entrar en la Duma; pero muchos los analistas lo encuentran improbable: creen que, si la oposición consiguiera los votos necesarios, se utilizarían “recursos administrativos” para que no pasaran del 5%. Y las luchas intestinas entre opositores no ayudan a superar los obstáculos.

“Ya somos suficientemente débiles como para tener además unos problemas internos tan lamentables y vergonzosos –dice Pelevina–. Se debería ver como un problema de supervivencia. Mataron a Boris [Nemtsov]. Hacen cosas todo el tiempo. Tendríamos que trabajar juntos, pero hacemos lo contrario”.

Traducción de Jesús Gómez Gutiérrez

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