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The Guardian en español

Las bandas de narcos paralizan una ciudad brasileña con disturbios en el primer gran desafío a Bolsonaro

Un hombre camina frente a un vehículo quemado tras un ataque el 5 de enero de 2019 en Fortaleza (Brasil).

Anna Jean Kaiser

Río de Janeiro —

Carlos Robério y sus colegas sabían que un ataque sobre el minibús de su cooperativa, radicada en Fortaleza, al noreste de Brasil, era solo cuestión de tiempo. En las últimas noches, miembros de pandillas ya habían destrozado uno de sus vehículos y habían incendiado decenas de autobuses urbanos.

Cuando finalmente llegó el ataque, Robério no pudo hacer mucho más que quedarse mirando las cámaras de vigilancia mientras un grupo de jóvenes bañaba con gasolina uno de sus puestos y le prendía fuego. “Estaba desesperado”, cuenta Robério. “Es nuestra propiedad y así es como nos ganamos la vida y apoyamos a nuestras familias”.

Las autoridades en el estado de Ceará se han visto superadas por un episodio de violencia que ya cumple más de una semana y que ha sido especialmente intenso en la capital, Fortaleza, una región metropolitana donde viven 4 millones de personas.

Las fuerzas de seguridad señalan que tres bandas diferentes de narcotraficantes se han unido para llevar a cabo más de 150 ataques como represalia por una propuesta para acabar con la separación de los miembros de las diferentes bandas en las prisiones brasileñas.

Se han incendiado autobuses, camiones de correos y coches. Comisarías, edificios del Ayuntamiento y bancos han sido atacados con cócteles molotov y explosivos. El domingo, los pandilleros hicieron explotar una central telefónica dejando 12 ciudades sin servicio de telefonía. Otras explosiones han dañado un paso elevado de autopista y un puente.

El episodio de violencia es uno de los primeros desafíos del nuevo presidente, Jair Bolsonaro, que llegó al poder con sus propuestas de línea dura contra el crimen, entre las que se incluyen tomas militares de ciudades brasileñas y tácticas de seguridad consistentes en disparar a matar.

Hasta ahora, no ha habido muertos, pero el estallido de violencia ha paralizado Fortaleza: autobuses y taxis han interrumpido sus servicios, las tiendas han cerrado durante días y muchos residentes atemorizados se niegan a salir de casa.

Unos 500 miembros de la Guardia Nacional han sido desplegados en la región. Camilo Santana, gobernador del estado de Ceará, señaló el lunes que las autoridades han efectuado 148 detenciones relacionadas con los disturbios. Al menos 20 presos sospechosos de ordenar los actos de violencia han sido transferidos de prisiones estatales a federales.

A pesar del caos, el Gobierno ha afirmado que no dará marcha atrás en su plan de combatir las actividades de las bandas en las prisiones.

Fortaleza y otras ciudades al noreste de Brasil han sufrido un aumento de los homicidios en los últimos años, a medida que las bandas más infames del país, Primeiro Comando da Capital (PCC) de Sao Paulo, y Comando Vermelho, de Río de Janeiro, empezaron a invadir la región, la cual se disputan con los Guardiões do Estado, radicados en Fortaleza, y con Família do Norte, del estado de Amazonas.

El PCC y el Comando Vermelho están atrapados en una dura batalla por el control del tráfico de drogas en Brasil y la ciudad de Fortaleza es percibida como un premio estratégico porque es el puerto grande más cercano a Europa y África.

“Solíamos ver este tipo de salvajismo únicamente en Río de Janeiro a través de la televisión. Las cosas solían estar tranquilas aquí”, cuenta Robério, que añade que el caos le ha llevado a querer adquirir un arma.“Es un absoluto caos y me siento como si estuviera en medio del océano sin un bote salvavidas”, señala.

Bolsonaro se aprovechó de tales sentimientos durante las elecciones y propuso facilitar la adquisición de armamento y premiar a la policía por llevar a cabo ejecuciones extrajudiciales. Las fuerzas de seguridad de Brasil ya son violentas y en 2017 mataron a 5.000 personas, una media de 14 muertos al día.

“Bolsonaro promovió una retórica bélica durante su campaña que no solucionará el problema de Brasil con la violencia”, señala Renato Sergio de Lima, presidente del Foro Brasileño de Seguridad Pública.

De Lima cuenta que Bolsonaro y muchos políticos antes que él tienden a proponer más violencia en lugar de estrategias más efectivas como invertir en mejorar las capacidades de inteligencia para las investigaciones policiales y reformar el actual sistema de prisiones.

El presidente del Foro Brasileño de Seguridad Pública cita la propuesta del ministro de Justicia, Sergio Moro, de investigar el blanqueo de capitales de las bandas para asfixiarlas económicamente, pero señala que las propuestas duras de Bolsonaro hacen de ciudades violentas como Fortaleza una “bomba de relojería”. “Realmente son la policía y las instituciones locales las que tienen que apagar las llamas de estas propuestas bélicas de los políticos”, añade.

Traducido por Javier Biosca Azcoiti

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