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Podemos es una llamada de atención para la izquierda europea

Pablo Iglesias y Alberto Garzón en un mitin en Barcelona.

Paul Mason

Tres días después del referéndum del Reino Unido para decidir si permanece o sale de la Unión Europea, España celebrará elecciones generales. Los resultados de estos comicios podrían ser incluso más decisivos para el futuro de la UE que el Brexit. Podemos ha conseguido situarse en segundo lugar en los últimos sondeos, con un 25,6% de los votos. Se trata de un logro notable ya que, a diferencia de lo que ha ocurrido en Grecia, el partido socialista español, PSOE, no se ha derrumbado; más bien se ha encogido, con un 20% de los votos, mientras la izquierda radical ganaba terreno. Si los sondeos están en lo cierto, Podemos podría formar un gobierno de coalición en el que el líder de Podemos, un profesor con coleta, Pablo Iglesias, sería el presidente. Esto supondría una victoria espectacular para un partido que surgió en 2011 a partir de un movimiento ciudadano. Para Europa, implica navegar en aguas desconocidas.

La explicación de cómo hemos llegado hasta aquí se encuentra, en parte, en los problemas estructurales de la UE. En el Reino Unido, es bastante normal que la izquierda afirme que “la austeridad es una opción política”. Sin embargo, lo cierto es que en la eurozona, la austeridad es un mandato del Tratado de Lisboa y las normas sobre estabilidad y crecimiento castigan a los países con un déficit o una deuda que sobrepasa los objetivos marcados por la UE. En España, la burbuja inmobiliaria había conseguido que los estudiantes universitarios abandonaran las aulas para convertirse en albañiles. Esta burbuja explotó en 2010, los bancos se derrumbaron. Cuando todas las ilusiones se desmoronaron, salió a la luz que la casta política, tanto de izquierdas como de derechas, estaba implicada en escándalos de corrupción. 

Con un 20% de desempleo, la caída de los ingresos y una generación de jóvenes que se ven obligados a emigrar o a aceptar un trabajo precario en su país, explotó la frustración; primero, en las calles. Los organizadores de las protestas de mayo de 2011 desarrollaron un proyecto “horizontalista” con el objetivo de cambiar una democracia parlamentaria corrupta por un sistema de asambleas locales y una votación basada en el consenso. Criticaron el sistema político en su totalidad, no solo al partido en el gobierno. Desde el principio, el movimiento evitó la típica confrontación de derechas contra izquierdas.

Las balas de goma, una ley que quería impedir las protestas y más medidas de austeridad hicieron que este movimiento entrara en política en 2011. Un año más tarde intentaron constituir un partido; el Partido X, que solo consiguió el 0,64% de los votos emitidos. En 2014 llevaron a cabo un segundo intento por constituir un partido que dio lugar a Podemos; que no solo consiguió atraer a los jóvenes que no pertenecían a ninguna organización sino también a intelectuales, creativos y activistas de la comunidad que habían dado la espalda a los partidos políticos tradicionales.

En las elecciones al Parlamento Europeo de 2014, Podemos consiguió menos del 8% de los votos, pero el año pasado se hizo con las alcaldías de tres grandes ciudades; Barcelona, Valencia y Madrid. Lo hizo creando amplias coaliciones de plataformas comunitarias con activistas locales centrados en el derecho a la vivienda, los derechos humanos y la lucha contra la corrupción. Ahora Podemos y el partido comunista español, Izquierda Unida, han sellado una alianza para concurrir juntos a las elecciones y todo parece indicar que Podemos ha conseguido el impulso necesario para situarse en segunda posición. Esto obligará al PSOE a sopesar la posibilidad de formar una coalición con una nueva fuerza, dinámica y con más poder, situada a su izquierda.  

La causa del declive electoral de la socialdemocracia, desde Escocia hasta Polonia, radica en su dependencia de la economía de libre mercado, que se suponía que necesitaba para proporcionar prosperidad y bienestar a la amplia masa de población. Desde el año 2008 ha quedado demostrado que ni lo hace ni puede hacerlo. Una generación de tecnócratas de centro a lo largo y ancho de Europa, desde Matteo Renzi en Italia hasta Kezia Dugdale en Escocia, han descubierto que su talante encantador y moderno no es suficiente para contrarrestar el efecto tóxico de un modelo económico que solo genera desigualdades y estancamiento. La parálisis de la izquierda moderada brinda a la izquierda más radical una oportunidad histórica y también les presenta un reto. 

Syriza, Corbyn y los retos de la izquierda moderada

La oportunidad, como ha pasado en Grecia, es convertirse en algo parecido a un “partido natural de gobierno” para una nueva generación que había quedado fuera de juego tras la crisis de 2008 y que se ha movilizado a través de plataformas. El gran reto es cómo mantener un proyecto radical una vez quede enredado en la gran telaraña del poder. La semana pasada, Pablo Bustinduy, portavoz de Exteriores de Podemos, me contó que en las ciudades que ahora están en manos de la izquierda “la principal frustración es el tiempo que pasa entre que el alcalde toma una decisión y que esta produce efectos en la calle”. Toda una generación de tecnócratas quemados les dirían: “Bienvenidos al mundo real”.

Podemos, como hizo Syriza en su momento, ha aparcado su promesa inicial de salir de la OTAN. Su problema serán, una vez más, las reglas de funcionamiento de la Unión Europea; que establecen que Bruselas debe castigar a aquellos gobiernos que abandonen las medidas de austeridad con el objetivo de estimular el crecimiento. “No sería conveniente por nuestra parte hablar de nuestra estrategia antes de tiempo”, me explicó Bustinduy, pero sí tenía claro que cualquier coalición de izquierdas en España tendría que plantar cara a los límites de déficit fijados por la UE. Le pregunté por qué su lucha tendría que tener un final mejor que el conseguido por Grecia. Bustinduy remarcó las palabras “riesgo sistémico”. Se parte de la premisa de que España es demasiado grande como para declararse en suspensión de pagos. 

Está por ver que esta intención radical consiga sobrevivir a la necesidad de formar una coalición con la izquierda más moderada. Sin embargo, la pregunta esencial es: ¿Los que quieren renovar la izquierda moderada española tendrán la osadía de intentarlo?

El líder del PSOE, Pedro Sánchez, tiene el mismo problema que algunos políticos del Reino Unido, como por ejemplo Yvette Cooper, cuando trata de reaccionar ante el auge de Jeremy Corbyn. El socialismo de centroizquierda todavía se encuentra en la fase de negación; no ha reflexionado sobre su falta de eficacia ni sobre cómo ha conseguido distanciarse de sus bases; integradas por los asalariados progresistas y la clase obrera. Los socialistas españoles tendrán la tentación de formar una coalición con la derecha, en una última negación de la realidad. Esto sería nefasto para la izquierda europea. Los socialdemócratas de Europa deben mandar el siguiente mensaje a sus homólogos españoles: formen una coalición que luche contra las medidas de austeridad y redefinan el socialismo moderado para que se convierta en algo más que en una cola de desempleados y la porra de un policía durante los disturbios. 

Traducción de Emma Reverter

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