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The Guardian en español

Rusia celebra con escaso interés el centenario de la Revolución de Octubre

Ciudadanos rusos portan retrato de Lenin en la Plaza Roja de Moscú.

Shaun Walker

San Petersburgo (Rusia) —

“¡Lenin vivió! ¡Lenin vive! ¡Lenin seguirá viviendo!”.

Un orador excitado recita a gritos el verso de Mayakovsky desde el escenario del inmenso Salón de Conciertos Octubre el viernes por la noche, provocando los aplausos eufóricos de una audiencia de cerca de 4.000 personas, la mayoría de ellas con un lazo rojo en sus solapas.

El evento, organizado por el Partido Comunista Ruso, reunió a delegaciones comunistas de Rusia y el extranjero para celebrar el centenario de la Revolución bolchevique, un golpe perpetrado por un grupo pequeño pero resuelto de seguidores de Vladímir Lenin que cambiaría para siempre el curso de la historia rusa y mundial.

En el vestíbulo, los delegados hacen cola para hacerse selfies frente a una fotografía de un Lenin al más puro estilo hipster con una bufanda anudada frente al Palacio de Invierno y preguntando: “¿Lo asaltamos?”.

Pero fuera de los confines de los actos del Partido Comunista, no hay mucha celebración con motivo del centenario de la revolución, cuya fecha exacta es este martes.

Durante el periodo soviético, el 7 de noviembre era festivo y una de las mayores celebraciones del año organizadas por el Estado. Además, cuando se llegaba a una cifra redonda la celebración adoptaba una distinción especial. En la Rusia moderna, sin embargo, es un día laborable más y la fiesta nacional se ha trasladado al 4 de noviembre, que se denomina el Día de la Unidad Nacional.

Este martes, el desfile militar en la Plaza Roja no conmemorará la revolución en sí misma, sino el desfile de la Revolución de Octubre de 1941, desde el cual los soldados soviéticos fueron directamente a primera línea de guerra.

El mensaje de Vladímir Putin y del Kremlin en el centenario ha sido una condena discreta de la revolución como herramienta política. A pesar de que la extinta Unión Soviética –y especialmente la victoria en la Segunda Guerra Mundial– es una fuente de orgullo, lo ocurrido en 1917 es más complicado introducirlo en el discurso de las glorias históricas de Rusia.

“Cuando miramos a las lecciones de hace un siglo, vemos lo ambiguos que fueron los resultados y que hubo consecuencias positivas y negativas”, afirmó Putin el mes pasado. “Tenemos que preguntarnos: ¿realmente fue imposible avanzar no con la revolución, sino con la evolución, sin destruir el Estado ni arruinar sin piedad el destino de millones de personas, y en cambio hacerlo mediante una evolución gradual y progresiva?”.

La toma de poder por los bolcheviques fue la segunda de dos revoluciones ocurridas en 1917, con la abdicación del zar Nicolás II a principios de ese año en medio de un clima de agitación social. Aunque todavía hay muchos comunistas ancianos que reverencian a Lenin, también hay una creciente simpatía por la familia imperial.

En los últimos meses ha estallado un escándalo por la película Matilda, que describe la relación amorosa entre el futuro Nicolás II y una bailarina. La Iglesia ortodoxa rusa ha convertido en santos al último zar y a su familia. Algunos incluso piden la restauración de la monarquía.

Falta de interés público

Boris Kolonitsky, destacado historiador ruso del periodo revolucionario, dice que es posible ver una aversión hacia Lenin en las inusuales declaraciones de Putin dedicadas al primer líder soviético y a la Revolución de Octubre, pero que, sin embargo, el presidente ruso tiene que calibrar cuidadosamente sus palabras.

“El recuerdo de la revolución no es un recurso histórico que Putin pueda utilizar. Para mantener una amplia aceptación, Putin tiene que tener de su parte a la gente que concibe la revolución como una tragedia y a los que se sienten atraídos por las ideas comunistas y con nostalgia de la Unión Soviética”, sostiene.

Kolonitsky dice que esto explica la falta de debate sobre la historia y las enseñanzas de la revolución durante el año del centenario, pero que incluso él está sorprendido por la falta de interés público que ha tenido lugar.

“Es bastante ridículo que el mayor debate político sobre la revolución tenga que ver con una película que poco tiene que ver con la revolución y bastante alejada de la historia”, dice en referencia al escándalo suscitado por la película Matilda, que cuenta hechos que tuvieron lugar en la década de 1890 y ha sido acusada de múltiples inexactitudes históricas.

Cambios en las exposiciones

En San Petersburgo, la antigua capital del imperio y el escenario de ambas revoluciones, hay varias exposiciones que presentan una retrospectiva de los eventos de 1917. En el Museo del Hermitage, un inmenso museo situado en el Palacio de Invierno zarista, fueron detenidos en la noche del 7 al 8 de noviembre de 1917 los ministros del gobierno provisional.

Dentro del palacio, la habitación en la que la Guardia Roja y los soldados llevaron a cabo los arrestos todavía hay una inscripción de la era soviética en mármol señalando que allí fue arrestado “el gobierno provisional burgués contrarrevolucionario”. Una nueva exposición en el museo intenta contar una historia con más matices, mostrando la historia del edificio en los años previos a la revolución y con un retrato del zar Nicolás II con el rostro perforado por las bayonetas de los bolcheviques durante la toma del palacio.

El Aurora, el buque de guerra zarista que durante mucho tiempo fue el símbolo de la revolución, sigue anclado en el río Neva, en el centro de San Petersburgo, donde permanece desde 1948. Este año se revisó la exposición en su interior. Ahora, en lugar de centrarse sólo en 1917, cuando los tripulantes del barco se amotinaron y dispararon contra el Palacio de Invierno en lo que fue considerado como el comienzo de la toma de poder bolchevique, la exposición cubre ahora toda la historia zarista y de la flota soviética. El final de la exposición es una fotografía de Putin en el mar, mirando a través de unos prismáticos.

Actos conmemorativos y series de televisión

La televisión rusa conmemora la semana del aniversario con una serie de alto presupuesto compuesta de ocho capítulos sobre la vida de León Trotsky, el conspirador cómplice de Lenin que más tarde fue borrado de los libros de historia por Stalin. Algo más tarde, en noviembre, el público Canal Uno difundirá un docudrama basado en las vidas de rusos de a pie atrapados en los eventos revolucionarios de 1917.

“Sabemos que tenemos que conmemorar el centenario de la revolución porque es uno de los eventos más importantes del siglo XX, pero también vemos que hay poco interés entre la audiencia”, dice Konstantin Ernst, el poderoso director de Canal Uno y uno de los productores de la serie sobre Trotsky. “El año pasado sacamos varios productos de prueba y no obtuvimos ninguna reacción de interés de la audiencia”.

Al final, hasta la celebración comunista en San Petersburgo tuvo menos que ver con glorificar los eventos de 1917 y más con otorgar cierta nostalgia de su juventud a las generaciones mayores de rusos. La mayoría de las canciones y bailes hacían referencia a la victoria en la Segunda Guerra Mundial y a los logros del comunismo posterior, no la Revolución de Octubre en sí misma.

“Nosotros siempre celebraremos el 7 de noviembre”, dice Gennady Zyuganov, líder del Partido Comunista Ruso. “La Rusia de hoy es un lugar distinto, pero no pueden quitarnos a todos nuestras vidas”.

Traducido por Javier Biosca y Marina Leiva

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