“No estoy seguro de que se pueda ser una superpotencia mundial y una democracia a la vez”
A Robert Harris, autor de best-sellers como ‘Patria’, ‘Pompeya’ y ‘Múnich’, le encanta salir con actores y pasearse por los bastidores de la Royal Shakespeare Company (RSC). En su adolescencia soñaba con convertirse en dramaturgo y era un entusiasta escritor de piezas teatrales para amigos. El sueño se desvaneció.
De joven trabajó en programas de actualidad de la BBC. Luego se convirtió en jefe de política de The Observer y en columnista de The Sunday Times. Ahora, para su satisfacción, ve cómo sus novelas sobre el político y jurista romano Cicerón comienzan a ser adaptadas por Mike Poulton en obras de teatro. Bajo la dirección de Gregory Doran, las producciones ya han cosechado éxitos en Stratford-upon-Avon. Ahora se estrenan en el teatro Gielgud de Londres.
Como las novelas de Hilary Mantel sobre Thomas Cromwell, también adaptadas por Poulton, los libros de Harris han sido una sabia elección para la RSC. Igual que el resto de estudiantes de su época, Shakespeare se crió con Cicerón, Ovidio y Séneca. Las obras basadas en los libros de Harris funcionan como el acompañamiento perfecto para el Julio César de Shakespeare. De hecho, coinciden escenarios y personajes. Pero Harris, al escribir sus historias a través de Cicerón, el jurista, político y filósofo hecho a sí mismo, ofrece una perspectiva muy diferente de la de Shakespeare sobre lo que ocurrió en los años 40 antes de Cristo.
“En ‘Los idus de marzo’, la mayoría se pone del lado de Julio César, que fue atacado por personas a las que él había ascendido y a las que consideraba amigos”, explica Harris. “Pero era un tirano. César no me parece tan diferente, no ya de de Napoleón, sino incluso de Hitler. A Cicerón uno no se lo puede imaginar cortando las manos de una guarnición que se rindiera ante él y devolviéndolas como advertencia”.
El Cicerón de Harris no es ningún santo: es sobornable, vanidoso y despiadado con las palabras. Pero también de una valentía obstinada y vencedora, con una conmovedora fe en el sistema político romano. “Cicerón creció gracias al poder de su oratoria, sin ninguna conexión familiar con la aristocracia, por eso me pareció una figura atractiva”, dice Harris. “También era el político por excelencia, siempre me ha interesado ese tipo de políticos, los que quieren que las cosas se mantengan en movimiento”. Los ideólogos no son del gusto de Harris. La desconfianza hacia todas las certezas inquebrantables atraviesa sus novelas.
El Brexit y Donald Trump
Leí los libros de Harris cuando se publicaron, en esa época que ocurrió hace tanto tiempo que son los años anteriores al Brexit y a la elección de Donald Trump. El tema me pareció claro en ese momento. Era como El ala oeste de la Casa Blanca pero en la antigua Roma, lleno de sutiles detalles sobre la política de la época. Emocionantes thrillers políticos que dialogaban con nuestra época, escritos con inteligencia en el contexto de la violenta caída de la república romana.
Se hablaba del Nuevo Laborismo, solo que con ejércitos privados, togas y torturas. Todo eso me parecía maravillosamente evidente, hasta el punto de que el segundo de los tres libros, ‘Conspiración’ (el primero se titula ‘Imperium’; y el tercero, ‘Dictador’) está dedicado a “Peter” (Peter Mandelson, exministro en los gobiernos de Tony Blair y Gordon Brown). En el mismo Cicerón se pueden ver ecos evidentes de Tony Blair. “La forma en que se calentaba antes de un discurso, como un boxeador, y después se orientaba hacia su público como un girasol para disfrutar de los aplausos”, dice Harris.
En 2018 las historias tienen una lectura muy diferente. Los libros resultaron impresionantemente premonitorios. No es que ya no traten sobre el proceso de llegar al poder para ver cómo se desvanece luego, sino que lo que ahora irradia con fuerza es lo que realmente sucede en las novelas: la entrada atronadora del populismo en la escena política, hombres sin escrúpulos desvirtuando una constitución incapaz de contener a las fuerzas que se debaten dentro de ella, la destrucción de una democracia. En su versión para las tablas, la RSC hace visibles las resonancias contemporáneas: al comandante militar Pompeyo, conocido en la antigüedad por su peinado con tupé, le ponen una peluca tipo Trump.
La nueva relevancia de su obra intriga y sorprende a Harris tanto como a los demás. ‘Imperium’ se publicó en 2006. En ese momento acababa de terminar la escritura de ‘Pompeya’, a partir de una idea que se le ocurrió cuando entendió que la novela americana “sobre una superpotencia amenazada” en la que estaba trabajando podría funcionar mejor en la antigua Roma.
Lo primero que hizo fue viajar a la librería Blackwell, en Oxford, desde su casa en Berkshire (que comparte con su esposa, la también escritora Gill Hornby). Fue un buen día para el departamento de clásicos de la tienda, por lo general una sección relativamente tranquila. Harris se fue de la librería con un botín que incluía los 29 volúmenes de Cicerón publicados por la Biblioteca Clásica de Loeb: desde sus discursos forenses y políticos hasta sus obras de filosofía y los volúmenes de sus cartas.
Harris pasó dos años leyendo eso y todo lo que cayó en sus manos: las grandes obras de historia romana de Ronald Syme, las de Theodor Mommsen y otras (se nota: tiene un dominio impresionante del material histórico).
“De vez en cuando me preguntaba qué demonios estaba haciendo”, dice ahora Harris. “No fue hasta que tuvieron lugar los acontecimientos de los últimos dos años cuando me di cuenta de que había captado algo que estaba en el aire”. A veces, los escritores comprueban que los escenarios que ellos sencillamente han imaginado terminan ocurriendo en la realidad, como si parte del proceso de imaginar fuera sentir diminutas vibraciones en el mundo, demasiado débiles para ser captadas por la mente consciente. O, como dice Harris, “como si la imaginación sirviera de escalera hacia el futuro”.
Harris recuerda sentirse preocupado a finales de los años noventa. “Todos decían que los valores occidentales triunfarían. Yo sabía que eso no era cierto y que lo que parecía una época asentada era cualquier cosa menos eso. Esa sensación de tener un zumbido de baja intensidad encontró su salida en los libros sobre Roma”.
Pero lo que definitivamente Harris nunca imaginó fue lo acertados que parecerían los libros para la época actual, la historia “de un pueblo que se rebela contra la élite, excitada por multimillonarios sin escrúpulos, de una constitución que sencillamente se dobla y se rompe”, en sus propias palabras. Él apunta especialmente contra el daño que hizo a la última Roma republicana lo que equivalía a unos referendos que tuvieron como resultado “enormes concentraciones de poder en manos individuales, algo que todo el sistema había sido diseñado para evitar”.
La admiración de Harris por aquel sistema romano es casi ciceroniana: “En muchos sentidos era una democracia mejor que la nuestra. Había elecciones anuales, elección de jueces y una cultura política efervescente. Por supuesto, los esclavos no podían votar, las mujeres no podían votar y todo ocurría en función de los intereses de los ricos. Pero a pesar de todo eso fue un logro asombroso, por el sistema de controles y equilibrios, y la forma en que el poder era controlado y cuidadosamente distribuido”.
En su opinión, la república fracasó porque había sido diseñada para una ciudad estado y no para un imperio en rápida expansión con grandes flujos de riquezas. “Es la pregunta que se plantea a los Estados Unidos de hoy: ¿puede uno convertirse en la superpotencia mundial y seguir siendo una democracia que funcione? No estoy seguro de que se pueda. De hecho, creo que tal vez recordemos a nuestras democracias como un agradable intermedio que duró 150 años”.
Theresa May, un rompecabezas
Harris, un hombre de trajes elegantes de 61 años, sigue teniendo dentro suficiente columnista político como para disfrutar de un buen repaso al estado actual de las cosas. Theresa May “es un rompecabezas especial”, dice. “Parece detestar todo lo que conlleva su trabajo. ¿Por qué te haces pasar por ese trance? Lo que no puedo entender es que alguien que se aísla del contacto humano, que no puede hacer una campaña electoral porque no le gusta encontrarse con la gente, quiera a pesar de eso ser primera ministra. En una obra de ficción no podrías poner algo así. Si usaras a May en tu novela, la gente diría: 'Es totalmente ridículo'”.
Harris encuentra especialmente desconcertantes las medidas de May sobre el Brexit. Lo único que se le ocurre para comprenderla (y tampoco le parece muy probable) es compararla con el general Kutuzov de la novela Guerra y paz, de Tolstoi. Su estrategia es retroceder una y otra vez obligando a los franceses a adentrarse cada vez más en Rusia hasta llegar a Moscú, donde “todos esperan a rendirse, pero no aparece nadie, y no hay nada más que hacer sino volver a casa”: “A veces pienso que esa es la estrategia que ha adoptado [May], a juzgar por lo que ha hecho hasta ahora, evitar la confrontación, evitar una votación, y que finalmente no haya ningún lugar adónde ir y sólo quede dar la vuelta y caer por las propias contradicciones internas”.
Pero le encanta saber que no tiene que seguir escribiendo una columna en un semanario: “El periodismo me parece una carga, incluso ahora”. Harris hizo la transición hacia la ficción tras el nacimiento de su primer hijo. Su esposa Hornby había dejado de trabajar y necesitaban un segundo ingreso para complementar lo que él ganaba en The Sunday Times. Tuvo la idea de ‘Patria’, una novela distópica ambientada en un mundo en el que Alemania gana la Segunda Guerra Mundial. Se debatió con ella hasta que al final la guardó durante un año.
“Y luego la saqué del cajón y escribí la trama hasta el final, eso fue clave, es absolutamente crucial si vas a escribir un thriller o una historia de detectives. Hay un cliché espantoso sobre los personajes apoderándose de las novelas. Bueno, estás en un serio problema si todos esos personajes se apoderan de la historia. Tienen que saber cuál es su lugar. Se dicen tantas tonterías sobre la escritura de novelas”.
“Otra de ellas es esta: ‘Oh, tengo que ir a mi granja en la Toscana remota para escribir’. Yo creo que lo que de verdad hace falta es la rutina doméstica y que la vida continúe a tu alrededor”.
Los derechos de ‘Patria’ salieron a subasta en Nueva York. Fue publicada y aclamada en 1992. Desde entonces, Harris ha escrito un torrente de best-sellers, entre los que figuran ‘Enigma’, una novela sobre los dos desencriptadores de la guerra mundial; y ‘Cónclave’, sobre la elección de un nuevo Papa.
A pesar de que su próximo libro estará ambientado en un futuro lejano, a Harris le encanta imaginar el pasado. Dice que es “casi como ser un médium”: “Hay una especie de descarga eléctrica cuando siente ‘Oh, debe de haber ocurrido así’”.
Durante la investigación para la escritura de Enigma, visitó a algunos de los descifradores de la época, ya muy ancianos. “Me decían: ‘Bueno, fue muy relevante para la batalla por el norte de África’, y yo les decía: ‘¡No me digas eso! Dime, ¿dónde colgaste tu sombrero? ¿Cuándo descansaste para comer? ¿Llegaste en autobús? ¿Cómo era el turno de noche?’”.
Las novelas de Harris parecen flotar en dos épocas a la vez, la del cuidadosamente investigado entorno, y la del presente en el que se leen. “La verdad es que mis libros son extremadamente precisos y completamente fantásticos a la vez. Escribí un libro sobre el caso Dreyfus lo más cercano posible a la ficción documental, pero lo puse en la voz de un hombre que nunca en su vida escribió unas memorias. Pasó y no pasó así. Ese es el placer”.
Harris es la representación del hombre feliz. Para él, escribir libros es volver a la imaginación de su infancia, cuando le encantaba escapar a los maravillosos reinos creados por narradores como Robert Louis Stevenson y HG Wells (“cada vez me doy más cuenta de la influencia que fue, con su salto hacia lo desconocido pero enraizado en la realidad”, dice sobre Wells). Ha estado leyendo las cartas de la agente teatral Peggy Ramsay y cita sus sabios consejos sobre la estructura: “Cariño, es sólo poner dos o tres pequeñas sorpresas y hacerlas seguir de vez en cuando por una sorpresa mayor”.
La opinión de Ramsay, me dice, es que para los escritores el trabajo duro es más importante que el talento, “y esto es profundamente cierto”. “Pero para serte sincero, de verdad disfruto escribiendo y lo echo de menos los días en que no lo hago, echo de menos el refugio de tener otro mundo. Si tienes un mundo secreto en el que puedes entrar, y si de alguna manera puedes hacer que se encuentren el mundo secreto y el real, y hacer algo de dinero con ello…. La verdad, no se me ocurre una mejor manera de vivir”.
Traducido por Francisco de Zárate