Sufrí agresiones racistas y nadie me ayudó: el caso de Ryanair demuestra por qué hace falta reaccionar
Para aquellos que siguen convencidos de que el racismo no existe o para los que prefieren disfrutar del lujo daltónico de los blancos que no ven las experiencias que viven las personas negras, esta columna de la serie Wide Awoke de The Guardian les va a remitir a una grabación en vídeo. En ella se ve a un hombre blanco en un avión de Ryanair gritándole insultos racistas a una mujer negra y quedándose en su asiento mientras a ella le piden que cambie de asiento. Al parecer, Ryanair ha informado que los tripulantes no estaban al tanto de las injurias racistas. Una espantosa cadena de acontecimientos que solo escandalizará al que también haya sido víctimas de agresiones racistas. En ella, está todo lo que hace falta saber sobre el día a día del racismo en el Reino Unido.
En la filmación, el hombre amenaza con “empujar” a otro asiento a la mujer. Con 77 años y artritis, ella es una de las personas que después de la Segunda Guerra Mundial llegó a Reino Unido desde el Caribe como parte de la inmigración incentivada por las autoridades británicas para la reconstrucción del país. Está en el avión porque regresa de unas vacaciones con su hija por el primer aniversario de la muerte de su marido. Al parecer, le lleva demasiado tiempo cambiar de asiento y el hombre la llama “fea negra bastarda”. “No me hables en un idioma extranjero”, le grita cuando ella responde en inglés. Hasta que interviene una azafata y un pasajero se enfrenta al hombre.
¿El resultado? Cambiaron a la mujer de asiento y el hombre siguió sujeto a su cinturón de seguridad, sus privilegios de blanco y su odio racista. Ryanair, la misma empresa que en otra ocasión bajó del avión a punta de pistola a cinco músicos negros porque un pasajero se había quejado de su aspecto de terroristas, ha remitido el asunto a la policía de Essex. Cuando se escribieron estas líneas, la aerolínea aún no se había puesto en contacto con la mujer para pedirle disculpas.
Las imágenes del vídeo me provocan sudores y palpitaciones. Hablar me resulta imposible y siento que me paralizo mientras una tormenta de emociones me sacude por dentro. No me considero una persona a la que le cueste defenderse pero he sido incapaz de hacerlo cada vez que he sufrido el golpe bajo del racismo, con un comentario aparentemente inocente durante una cena o con un insulto lanzado desde un coche. Me quedo literalmente muda por la vergüenza. Y nadie interviene cuando sufro agresiones en público. Ni una sola persona. Frente al racismo lo que suele haber es silencio, vergüenza o, peor aún, negación.
En Reino Unido, vivimos un auge de los crímenes de odio y tenemos a un establishment empeñado en legitimar las opiniones racistas de la extrema derecha, ya sea a través de la columna de un exministro de Exteriores que incita a la islamofobia o de la invitación a Steve Bannon para hablar en una conferencia copatrocinada por la emisora británica de servicio público.
La forma que tome nuestra reacción es más importante que nunca. Todos podemos contribuir en la lucha contra este racismo recientemente envalentonado pero algunos transeúntes pueden más que otros: los blancos y los hombres tienen más poder y, por lo tanto, más responsabilidad. Es necesario que cuando las personas negras experimentemos racismo haya aliados blancos que den un paso adelante y se enfrenten. No sólo por nosotros sino porque el racismo, parece que lo hemos olvidado, nos debe horrorizar a todos.
Traducido por Francisco de Zárate