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De la realidad a la ficción o de la ficción a la realidad. La inquietante mirada de Isaac Rosa merodea por los recovecos de la actualidad para contarla, semana a semana, de otra manera

#VuelvePuigdemont

RIKI BLANCO

Isaac Rosa

Cualquier día, mañana mismo, en el bar donde tomas un segundo café antes de entrar a trabajar. En el televisor sin sonido informan sobre el juicio a los independentistas catalanes. Señalas a la pantalla y comentas a tu compañero de barra:

- Yo digo que al final va Puigdemont y se presenta por sorpresa en el tribunal. Imagínate la que se lía...

Lo sueltas sin mucho pensar, como quien en lo alto de la montaña levanta un puñado de nieve y la amasa entre los guantes para lanzar una pelotita ladera abajo.

Tu colega te ríe la gracia. Dejas unas monedas en el mostrador y salís camino de la oficina. Tu comentario queda flotando en el aire torrefacto del bar, entre olor a churros y toses invernales, y acaba posándose en el camarero, que lo mastica un poco antes de servírselo a otro cliente junto a su descafeinado:

- Pues como Puigdemont se presente en el juicio, la va a armar buena...

- ¡Venga ya! -sonríe el otro.

- Yo ya me creo cualquier cosa.

- ¡Dice este que el Puchi va a venir al Supremo! -el cliente lanza la bola sin mirar a nadie, y la recoge uno al fondo de la barra:

- ¿Quién, el catalán? No tiene huevos...

- Eso he oído -se desentiende el camarero.

El del fondo de la barra sale y camina hasta su taller. Allí se une a la animada charla de los mecánicos:

- Pues el otro día me gustó el Junqueras ese -comenta el más joven.

- Mucho piquito de oro -replica otro-, sí, pero mira como no se atrevió a contestar al de Vox.

- Pues dicen que Puigdemont se puede presentar en el juicio en cualquier momento -suelta el recién llegado, con la petulancia de quien se entera antes que nadie de las cosas importantes.

- Yo también lo he oído -dice un hombre trajeado que viene a recoger su coche. Para enterado, él, que está siempre a todas. Radio Macuto, lo llaman en las comidas familiares.

El tipo trajeado sale del taller con la bola entre las manos, y aprovecha el semáforo para amasarla un poco más y wasapearla en el grupo de pádel, donde siempre triunfan los chismes catalanófobos. Se van a enterar estos, se dice mientras teclea: “Notición! Puchi va a presentarse en el juicio por sorpresa!”

Durante varios minutos una docena de miembros del grupo “Pádel Monsters” intercambia mensajes divertidos, ingeniosos, insultantes, hasta que el tema no da más de sí y pasan a comentar el empate de ayer, el puto Barça, el VAR. Pero varios de ellos, dos, tres, quizás cuatro, se asoman a otros grupos de whatsapp, de familiares, de compañeros de trabajo, de pachangas dominicales, y escriben cosas como “Puigdemont vuelve a España!”, “Atentos a la jugada de los catalufos, Puchi se va a plantar en el Supremo sin avisar”, “El pájaro regresa, Puigdemont viene camino de España para dar la campanada en el juicio!!!!”, todo seguido por emoticonos boquiabiertos, burros, cacas, flamencas, palmas, banderas de España.

En pocos minutos los mensajes corren de grupo en grupo por toda España, y cada salto añade un detalle nuevo, una información inédita, un origen apócrifo de la noticia. En uno de esos saltos alcanza el teléfono de un periodista, que a esa hora de la mañana todavía es capaz de despreciar un rumor, tonterías, bulos típicos de este tiempo.

Pero cuando minutos después uno de esos mensajes (engordado de salto en salto hasta la infalible fórmula “El gobierno no quiere que se sepa, pero un amigo policía me ha confirmado que Puigdemont ha entrado en España y va camino de Madrid…”) chispea en el móvil de otro periodista más crédulo o más necesitado de hacer méritos, éste telefonea a la redacción y se lo cuenta a su director, que aún tiene la precaución de comprobarlo: llama a un contacto del ministerio, que le asegura no saber nada pero se queda con una mosca tan gorda tras la oreja que, nada más colgar, llama él también a un superior, un funcionario que no sabe qué hacer con esa bola en sus manos.

No podemos precisar quién es el primero en tuitearlo, pero a las diez de la mañana ya hay decenas de mensajes en la red sobre el asunto, todavía más interrogativos que afirmativos (“¿sabéis algo de lo de Puigdemont en el Supremo?”). De modo que si alguien recibe un whatsapp y, desconfiado, hace una búsqueda en Twitter para contrastarlo, ya encuentra los primeros tuits y puede tomarlos como confirmación. ¿No te lo crees? ¡Doble check!

Esto no hay quién lo pare, no son ni las once y varios miles de personas han leído ya este whatsapp: “PUIGDEMONT VA A PRESENTARSE HOY EN EL JUICIO, RECIBÁMOSLO COMO SE MERECE. TODOS AL SUPREMO A LAS 12.30H! PÁSALO!!!” Algunos lo ignoran, hartos de falsas alertas y leyendas urbanas, pero otros lo rebotan de inmediato a sus contactos y grupos de confianza, o lo transplantan tal cual a sus redes sociales.

Mientras en la Sala Segunda del Supremo continúa el interrogatorio del fiscal, en el exterior los policías se sorprenden con la cantidad de gente que va llegando, alguno ya con una tempranera pancarta a rotulador: “GOLPISTA PUIGDEMONT, A PRISIÓN”.

Un periódico digital de cuyo nombre no quiero acordarme, famoso por tener tan poco rigor como escrúpulos (sí, ese que estás pensando), no aguanta ni un minuto más, quiere ser el primero y por supuesto lo consigue: a toda pantalla titula “PUIGDEMONT VUELVE A ESPAÑA”, y subtitula: “El golpista se mueve de incógnito y quiere entrar en el juicio para conseguir un golpe de efecto ante la prensa internacional”. Si uno sigue leyendo (miles de lectores hacen clic compulsivo y leen), se encuentra con que la noticia va adornada con el énfasis marca de la casa: “Fuentes policiales de toda solvencia confirman a este diario que Puigdemont viaja desde Bélgica en un coche que ya estaría localizado y a punto de ser detenido”.

El resto de medios todavía muestra cautela, omiten una información que nadie confirma, o se limitan a comentar el “incendio en las redes por un bulo”. Pero un periodista televisivo aprovecha la proximidad del ministro de Interior en funciones, a la salida de un acto oficial, para acercarle el micrófono y pillarle desprevenido:

- Ministro, ¿qué hay de cierto en lo de Puigdemont?

- No sé de qué me habla.

- ¿Es verdad que ha entrado en España y viene al Supremo?

El ministro abre mucho los ojos y termina por liberar una carcajada, pero millones de espectadores de la tertulia televisiva matutina aprecian una risa nerviosa, algo nos está ocultando. Uno de los tertulianos del programa asume funciones de portavoz de todos aquellos ciudadanos que siguen recibiendo y reenviando mensajes cada vez más alarmistas:

-Yo no tengo tan claro que sea un bulo. Mis contactos en el gobierno ni confirman ni desmienten, que no deja de ser una forma de confirmar que hay algo.

#VuelvePuigdemont y #PuigdemontAPrisión son ya trending topic a las once y media, y mientras la policía corta el tráfico frente al Supremo, en Cataluña rueda una convocatoria para acudir con coches a la frontera y proteger la entrada del president, evitar que sea detenido.

A las once y cuarenta, el ministro pide al director general que compruebe la veracidad de las informaciones, pero por las redes circulan mensajes de gente que asegura haber visto al fugado: saliendo del baño de una gasolinera, a bordo de un coche negro que circulaba a gran velocidad, en un bar de carretera secundaria. Algunos mensajes incluyen fotos de un supuesto Puigdemont con gorra y gafas de sol tras la ventanilla de un coche, en la penumbra de una cafetería, orinando junto a un árbol en un área de servicio. Fotos borrosas, de autoría anónima en la mayoría de los casos, pero que se difunden sin cesar y se mezclan y a veces se confunden con los fotomontajes y memes que triunfan esta mañana: Puigdemont a caballo, Puigdemont en parapente, Puigdemont en patinete.

El servicio de información avisa al ministro de que no tiene constancia de si el president está en su domicilio de Waterloo, y pide a la policía belga que haga una rápida comprobación, que choca con dilaciones administrativas. Uno de los agentes que mantienen la vigilancia comunica que no se le ha visto salir desde el día anterior, y que en toda la mañana solo se ha acercado a la casa una furgoneta para recoger unas cajas.

PUIGDEMONT BURLÓ LA VIGILANCIA ESCONDIDO EN UNA CAJA, titula de inmediato el mismo diario digital, esta vez sí a partir de un soplo policial.

Los tertulianos se quitan la palabra en televisión, y son interrumpidos compulsivamente por el presentador para dar paso a sucesivas conexiones en directo: con la puerta del Supremo (“miles de personas concentradas”), la frontera con Francia (“decenas de vehículos particulares han formado un pasillo de seguridad”) y las sedes de todos los partidos que a esa hora ofrecen declaraciones exaltadas, hasta que el presentador manda callar a todos:

- ¡Atención, última hora, el juez Llarena estaría sopesando reactivar la euroorden!

- Demasiado tarde -interrumpe un tertuliano, con fama de bocazas-, según me cuentan fuentes policiales de toda solvencia, el pájaro está ya en la jaula, entró a primera hora en España, y el objetivo ahora es interceptarlo en la carretera. Hay que atraparlo antes de que llegue al Supremo, porque haríamos un ridículo monumental.

En una de las particiones de la pantalla de televisión, Pablo Casado exige la dimisión de la ministra de Justicia y del ministro de Interior, hasta que una periodista le recuerda que ya están en funciones.

- Pues con más razón -añade, sonriente.

Si cambiamos un instante a la retransmisión del juicio a los independentistas, se aprecia el nerviosismo en la sala. El fiscal pierde el hilo, los acusados hablan entre ellos, el presidente manda callar al público una y otra vez.

- ¡Atención -grita el excitadísimo presentador de la tertulia-, atención! Carles Puigdemont... ¡acaba de manifestarse!

Hace una pausa dramática, los ojos clavados en la cámara, los tertulianos expectantes.

-El ex president… ¡ha publicado un tuit!

En la pantalla aparece el tuit: una foto de Puigdemont, sentado en un sofá de lo que parece su casa, frente a un televisor conectado a una cadena española. El texto que acompaña dice: “Estic impacient per saber com acaba aquesta història...”

- Se está riendo de nosotros -protesta una tertuliana, furiosa-. Es una trampa, para que pensemos que es un bulo y así pueda llegar al Supremo con alfombra roja. Tras esconder las urnas y escapar de España, quiere humillarnos más.

- Mis fuentes aseguran que ya está en España.

- Las mías dicen que ya está en Madrid.

- Yo sigo pensando que esto es un malentendido, o una broma pesada -dice el único tertuliano sensato, aunque apenas se le oye bajo el vozarrón del eufórico presentador:

- Nos vamos a Barcelona, Plaza de Cataluña, donde a esta hora se concentran cientos de personas con esteladas. Por lo visto circula el rumor de que Puigdemont habría desviado su ruta y en vez de ir al Supremo podría presentarse en Barcelona.

Otra conexión muestra la plaza junto al Supremo: la multitud se extiende ya a las calles contiguas. Un mar nervioso de banderas que apenas deja que los policías formen el cordón. El “Que viva España” traspasa los muros del viejo edificio y hace que el presidente del tribunal detenga unos minutos el interrogatorio. Reunido en otra sala con el resto de jueces, valora suspender la sesión.

- Hay que suspenderla para evitar el golpe de efecto -exige un tertuliano.

- ¿Nos hemos vuelto locos? -pregunta otro-. ¿En serio alguien cree que Puigdemont puede llegar hasta ahí? ¿Por los tejados?

Por los tejados de los edificios cercanos asoman policías, lo que llama la atención de los concentrados:

- Parece que en vez de a Puchi esperan a Batman.

- O al fantasma de la ópera.

- Es por si hay francotiradores. Mi cuñado es policía y me ha contado que...

Justo cuando la primera línea de manifestantes intenta entrar en el Supremo (uno de los rumores más insistentes asegura que ya está dentro), el ministro comparece para pedir calma:

- No hay nada confirmado, seguimos trabajando con la hipótesis de que son fake news, no le hagamos el juego a los provocadores.

Nadie le hace caso: en la A2, a la entrada de Madrid, cada vez más coches circulan en un sentido y otro con banderas de España, a baja velocidad, desoyendo a las patrullas de la Guardia Civil que intenta despejar la vía. El mayor momento de tensión se produce cuando tres coches persiguen a un vehículo negro de cristales tintados, lo obligan a frenar y exigen a una asustada familia que salga del coche.

El que faltaba: Santiago Abascal cabalga de nuevo. Vox difunde un vídeo de su líder circulando cerca del aeropuerto, en una moto de gran cilindrada, tocado con un casco rojigualdo. Se detiene en el arcén, sube la visera, otea el horizonte con su mirada de reconquista y la barbilla levantada, y después se gira hacia la cámara:

- Si el golpista viene, lo recibiremos como merece. Estamos preparados.

Pablo Casado tiene suerte: la sede del PP esté a dos calles del Supremo, así que llega a la concentración antes que Albert Rivera, atascado en la caravana de abanderados que tocan bocinas por el centro de Madrid.

Son ya las dos de la tarde, y mientras la policía revisa las alcantarillas y dos helicópteros sobrevuelan, los inhibidores de frecuencia impiden a los concentrados saber qué está pasando, lo que aumenta aun más la excitación. La multitud se alivia la ansiedad cantando una rumba, que acompañan de palmas:

Puigdemont...

¡Te van a meter en prisiooooón!

Puigdemont...

¡Te van a meter en prisiooooón!

Dentro de la Sala Segunda del Supremo la tensión es máxima. El público ya fue desalojado hace unos minutos, y la abogada del Estado intenta continuar el interrogatorio. Repite dos veces la misma pregunta, hasta que levanta la vista del folio y comprueba que nadie la escucha. Todos, jueces, fiscalía, acusación particular, defensas, acusados, funcionarios, están mudos, vueltos hacia la puerta, en el momento en que el picaporte baja lentamente y chillan las bisagras…

En el bar del comienzo de la historia, en tu bar habitual, entras y pides una cerveza, la de todos los días al terminar la mañana.

El camarero no te oye. Como todos los clientes, está pendiente del televisor.

Señalas hacia la pantalla y comentas, para quien quiera oírte:

- No, si va a resultar que tengo dotes adivinatorias. ¡Esto ya lo dije yo!

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