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Más prensa que pasajeros y cajas repletas en un inusual reparto de mascarillas en Metro de Madrid: “Nos van a sobrar”

Una mujer coge una de las mascarillas que reparte la Policía.

Mónica Zas Marcos

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6:30 de la mañana, y en los tornos de Cuatro Caminos del Metro de Madrid hay más agentes de Policía local y nacional que pasajeros. Este lunes, 300.000 trabajadores no esenciales han recibido permiso para regresar a sus puestos y algunos han vuelto a hacer uso del transporte público de la capital, que durante estas cuatro semanas ha registrado mínimos de afluencia históricos.

Para garantizar una mayor seguridad en el suburbano, el Gobierno ha desplegado a cuerpos y fuerzas de seguridad en 16 estaciones para repartir mascarillas de un solo uso. “Todavía es pronto, pero no parece que sea hora punta”, contempla Luis, uno de los policías. Su equipo ha empezado a las 6 de la mañana y está formado por agentes del turno de noche, a quienes avisaron ayer a última hora de su nueva misión en los próximos días. “No estamos muy cansados porque las madrugadas son tranquilas. No hay casi gente en las calles”, asume.

En la estación de Cuatro Caminos son diez: dos situados antes del control y los ocho restantes en los puntos de entrada a las líneas 1, 2 y 6. Cada uno lleva un paquete de cincuenta mascarillas que se vacía a cuentagotas y en el suelo descansan dos cajas de 2.000 prácticamente sin tocar. “Hay gente que se entera de que estamos repartiendo y bajan a coger aunque no usen el metro”, reconoce la avanzadilla.

Lo cierto es que la inmensa mayoría de los pasajeros lleva su propio equipo de protección, como Junior, que luce una mascarilla de doble filtro de camino a su empresa de reformas: “Me fío más de la mía”, declara tras haber sorteado a los agentes que reparten. “No podemos obligarles a cogerlas ni a que se las pongan”, afirma Luis, que segundos más tarde informa a una viajera despistada de que la lleva puesta al revés.

Ante la escasa actividad, Luis y su equipo recomiendan dirigirse a intercambiadores como el de Chamartín o el de Nuevos Ministerios. Sin embargo, al subir las escaleras del segundo se abre un escenario distinto al que cabría esperar. Las televisiones y los periodistas se arremolinan entre los veinte agentes de seguridad destinados en esta parada, pero apenas se les suman usuarios normales de Metro.

“Son las 8:30 de la mañana y nos vamos a llevar de vuelta las cajas al 70 y 80% de su capacidad”, reconoce uno de los agentes locales que flanquean los tornos. “No hemos repartido casi ninguna porque tampoco es una zona de industria”, afirma. Mientras tanto, Margot sube las escaleras y es recibida por fotógrafos y cámaras que luchan por captar a una de las pocas que recoge mascarillas en Nuevos Ministerios. “Yo, he ido a trabajar en la línea 40 de autobús, pero como ahí no dan me han recomendado que me baje aquí”, reconoce esta trabajadora social especializada en discapacidad. “Aprovecho porque en las farmacias de mi barrio no quedan”, dice agradecida.

Marife es sanitaria a domicilio del centro Acacias y observa preocupada las cajas llenas en el suelo de la estación. “Están haciendo una labor muy necesaria, pero la gente no parece ser consciente”, critica. “Tienen que tomar conciencia del uso de la mascarilla porque muchos la cogen y se la guardan en el bolsillo. Aún así, yo no soy partidaria de que se levante aún el estado de alarma: tenemos los hospitales de campaña llenos”.

Los minutos pasan y el reparto es tan inusual que incluso los trabajadores de Metro permiten a personas sin abono atravesar los tornos para coger mascarillas y volver a salir. Así hace Ivanka, limpiadora de un banco a las afueras de Nuevos Ministerios. “Me ha avisado un compañero que acaba de venir en metro y he bajado porque mi empresa no me da mascarillas para hacer el trabajo”, reconoce mientras se lleva dos.

De camino a Plaza de Castilla, los vagones no se corresponden con la imagen de hora punta. Sin embargo, la Consejería de Transporte de la Comunidad de Madrid informa de que la afluencia ha aumentado un 34% respecto al lunes anterior. En el control de esta estación, el equipo del subinspector Fuentes, de antidisturbios, aguarda junto a una mesa donde han colocado parte de su cargamento de mascarillas.

“Policía municipal ha traído 2.000, nosotros, Policía Nacional, otras 2.000 y además hay voluntarios de Cruz Roja para repartir”, informa el agente. En Plaza de Castilla, a diferencia de las otras dos estaciones, apenas les quedan 400 mascarillas por colocar a las 8 de la mañana. “Hemos puesto la mesa a este lado del torno para filtrar, porque la protección está pensada en principio para gente que va a hacer uso del transporte público”, diferencia el subinspector Fuentes.

A su alrededor, los policías debaten la mejor forma de repartir para no intimidar a los ciudadanos y que se sientan más seguros. “Se acercan más a esta mesa que hemos desinfectado previamente que a nosotros”, reconoce uno de ellos. Afirma que no han vivido ninguna aglomeración y que, como mucho, les piden dos mascarillas por persona. Este es el caso de Bruno, seguridad nocturna de un hotel de la plaza, que solicita una más para su mujer: “No tenemos forma de conseguir más y no vamos a pagar 20 euros en Internet por ellas”.

"Tienen que tomar conciencia del uso de la mascarilla porque muchos la cogen y se la guardan en el bolsillo. Aún así, yo no soy partidaria de que se levante aún el estado de alarma"

En el nodo sur de transportes de Madrid, estación de Atocha, hay un goteo constante de pasajeros pero poco numeroso: “Había más gente los días previos a la Semana Santa”. Aquí reparten mascarillas hasta las 10 los agentes de la Policía Nacional, el personal de seguridad y también unos voluntarios de Cruz Roja. A Ana, jardinera en una urbanización privada, se la han entregado en Vallecas, donde ha tomado el tren de Cercanías. “El vagón estaba bastante vacío pero una persona ha tosido, otra le ha llamado la atención y ha habido tensión”, desvela.

Entre periodistas y cámaras, Marisol se cuela con su carro de la limpieza por los recovecos. Lleva 27 años trabajando en la estación y, como servicio esencial, no ha parado en ningún momento de la crisis. Sin mascarilla, se mezcla entre la escasa gente que transita por los pasillos. “La empresa no nos ha dado. No sé, ellos tampoco tendrán”, se resigna. La vuelta tras el parón decretado por el Gobierno no ha traído más viajeros a la estación, dice Marisol, que asegura que el tránsito sí aumentó en los días previos a la Semana Santa.

En la estación de Metro de Embajadores, los agentes municipales encargados del reparto están sorprendidos por la “poca afluencia”. “Aún tenemos y seguramente nos van a sobrar”, explica uno de los policías. Las mascarillas no solo se entregan a los viajeros que entran y salen sino también a los viandantes que pasan de largo. “Tome, póngasela, el pañuelo no vale para nada”, le recomienda el mismo agente a un señor. Otra mujer, minutos después, se acerca a los policías para pedirles una mascarilla y se explica: “Entro a trabajar a mediodía y a esa hora sé que no repartíais. ¿Me podéis dar una?”.

De vuelta a Cuatro Caminos, rayando las 9 de la mañana y el final de la jornada de reparto, los agentes se agrupan a un lado de los tornos en una charla distendida. No es el mismo equipo que el de las 6 de la mañana y han llegado con nuevo cargamento sin abrir: “Nos han extendido el turno hasta las cuatro de la tarde”, informa uno de ellos.

Finalmente, habrá otro reparto de 14.00 a 16.00 y de 18.00 a 20.00 horas durante el lunes. “No sé, supongo que los de la mañana habrán repartido más”, se encoge de hombros sin entender tampoco este inusual reparto del que era hace poco el objeto más preciado del estado de alarma.

Reportaje realizado con información de Sofía Pérez Mendoza.con información de Sofía Pérez Mendoza

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