Valverde, un camino de historias
La calle de Valverde une la Gran Vía con la calle de Colón y se encuentra a su paso a Desengaño, Muñoz Torrero y San Onofre. Valverde es una calle ancha, de las pocas del barrio en las que la vista encuentra amplitud en algún tramo: un camino entre el barrio, la Gran Vía y el Fuencarral más “chuequizado”.
El nombre
En esta ocasión la historia del nombre tiene menos “chicha” que la de la anterior denominación de la calle. Valverde se llama ya desde el siglo XVII por estar en los límites de la calle Fuencarral, camino que llegaba al pueblo del mismo nombre, donde son muy devotos de la Virgen de Nuestra Señora de Valverde, de una ermita a las afueras del pueblo. Todavía hoy se corta cada año hacia abril un carril de la carretera de Colmenar para la procesión que la honra.
Antes del siglo XVII la calle se llamó de las Victorias, según cuenta Fernández de los Ríos. El protagonista de tantas historias Jacobo de Grattis (el Caballero de Gracia) andaba detrás de una de las nietas de Don Juan de la Victoria Bracamonte, al que se podría considerar como fundador del barrio y que tenía por allí sus posesiones. Una noche que el pícaro
italiano rondaba la casa de las jóvenes fue asaltado por unos caballeros cubiertos que le abatieron y que, con un pie sobre él, le dijeron “Avergonzados caballero. Os han vencido las Victorias”. Efectivamente, los caballeros misteriosos eran las damas.
Una calle deletras
Uno pudiera pensar lo contrario al ver en los números 24 y 26 de la calle la Real Academia de las Ciencias exactas, físicas y naturales, pero la calle de Valverde es eminentemente de letras. En el mismo sitio donde está la casa de las ciencias, desde 1894, nació la Real Academia de la Lengua en 1713. Allí se editarían pronto el primer tomo de su famoso diccionario o su gramática.
La calle tiene, además, su propia novela, La calle de Valverde, de Max Aub, que habría de publicarse en 1961 en México, después de que un par de años antes las censuras civil y eclesiástica desaconsejaran su publicación en España por entender que la novela, de un intenso realismo costumbrista, atentaba en ciertas partes contra la moral católica y hasta contra la idiosincrasia española (sic). La calle de Valverde narra el Madrid de Primo de Rivera desde el número 32 de esta vía.
A Dios rogando...
La vida de la la calle de Valverde ha transcurrido pegada a muros consagrados. Se guarda noticia de cómo se ensanchó a costa de los terrenos del convento de San Basilio, cuyo edificio serviría con el paso de los años como teatro – el Lope de Vega–, conocido popularmente de todas formas como “Los Basilios”. En el teatro de la esquina con la calle Desengaño, los vecinos acudían a celebrar los bailes de carnaval. Allí mismo estuvo también el café Habanero, donde se vivían las noches más locas del barrio. Como se puede ver, los alrededores de Desengaño hace ya siglos que eran territorio vedado para las almas cándidas.
A la altura del número 15, enfrentado con San Onofre y haciendo esquina con la calle de la Puebla, luce como nuevo después de una reciente rehabilitación el Convento de Don Juan de Alarcón, que se llama realmente de Nuestra Señora de la Concepción de la Orden de las Mercedarias Descalzas, pero que siempre ha sido conocido así en honor del sacerdote don Juan Pacheco de Alarcón, quien lo fundara en 1606.
Los negocios de hoy
Junto a algunos locales de sabor rancio -como el sex shop de la calle- hay en Valverde algunos lugares para el ocio y locales de copas, como el ya histórico Club Yasta, en el que llevan bailando los madrileños más modernos desde hace más de veinte años, tiendas de tendencia que mezclan cultura y moda como el Atelier de La Maison o galerías de arte como Espaciovalverde.
De Los Basilios a La Maison y de Gran Vía a Colón, la calle de Valverde narra un largo camino de historias en el barrio.
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