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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Un enorme enjambre ciclista reclama espacio para la bici en Madrid y protesta por la última detención

Varios participantes de la Bicicrítica hacen la ola ciclista en la Gran Vía

Diego Casado

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“Esto es una coincidencia, da la casualidad de que los últimos jueves de mes, desde octubre de 2004, nos vemos por aquí”, dice con sorna un ciclista anónimo, agarrando un altavoz al lado de Cibeles, al inicio del Paseo del Prado. Le rodean cientos como él, dispuestos a comenzar una marcha con larga tradición en Madrid, pero a la que esta vez se ha apuntado mucha gente. Las instrucciones son sencillas: “Estamos aquí para hacer una Bicicrítica festiva y reivindicativa, como siempre” -continúa el speaker- “vamos a estar todos muy juntitos, que es la única manera de disfrutar de las calles de Madrid sin los coches metidos entre medias”.

La Bicicrítica no es una manifestación al uso. No pide permiso para circular porque nadie la convoca, aunque cuente con una nutrida participación. Tiene el lema Usa la bici todos los días, celébralo una vez al mes y para participar de ella solo es necesario acudir la fecha señalada a las 20.00 a Cibeles en bici, patines o patinete y unirte a la marcha. Este jueves hay gente de todas las edades y con todo tipo de vehículos. “Es gigante esta masa”, dice uno de los participantes desde una posición privilegiada, subido a un ingenio de dos ruedas de más de tres metros de alto, mientras ve pasar a los que han venido, iniciando su recorrido por las calles de la capital.

No es casualidad que haya tanta gente. Muchas personas han acudido en señal de protesta por la detención que se produjo en la anterior Bicicrítica, cuando uno de sus participantes fue detenido por la Policía Nacional. “Hacía tiempo que no veníamos, pero queríamos estar después de lo del arresto, para reivindicar los espacios ciclistas”, cuentan Mer, que cree que la presencia de la movilidad sostenible en la ciudad “está avanzando muy poco a poco”. Su hermana Cristina, a su lado, asiente y se lamenta de la oportunidad perdida en esta pandemia: “Parecía que después del confinamiento todo el mundo iba a montar en bici, pero no ha sido así”.

Hay muchas personas como ellas, que han acudido después de un tiempo sin pasar por esta marcha, para mostrar su repulsa por la detención. Para otros es su primera vez. Bastantes de los participantes llevan colores amarillos y negros, camisetas a rayas e incluso antenas, simulando ser abejas. Esta indumentaria es parte de la protesta, ya que el arrestado en agosto era un patinador que iba disfrazado de abeja. Ahora, un enjambre le apoya y zumba con sus timbres por las calzadas madrileñas.

Después de la tradicional vuelta de Cibeles a Neptuno, la masa crítica -así se denomina en otras ciudades donde también se celebra- sube por la Castellana y gira hacia Génova para enfilar el camino hacia los bulevares. El pelotón ciclista se mueve con calma, sorprendiendo a viandantes y conductores, y ocupa cientos de metros longitudinales de calzada. Cuando gira por Princesa y llega a la Gran Vía se observa el enorme tamaño de la marcha: son cientos de ciclistas, más de un millar. Si alguien tiene tiempo y curiosidad, puede contarlos a todos en estos vídeos de casi cuatro minutos de duración:

A lo largo del recorrido se suceden las paradas de agrupamiento y las olas ciclistas, en las que los integrantes de la Bicicrítica se agachan primero para coger en alto sus bicis después, ante el regocijo de los espectadores que los rodean, que aprovechan para grabar la estampa con sus móviles. Un peatón holandés despistado pregunta si tanta abundancia de ciclistas es una especie de ruta turística. Cuando este redactor le cuenta que es una forma de manifestación para reclamar más espacio para la bici en Madrid, él sugiere a los políticos acudan a su país para entender cómo hay que hacerlo.

La marcha transcurre sin incidentes, gracias a la organización espontánea de participantes que detiene el tráfico en las intersecciones para que el pelotón no se corte, colocándose delante de los coches y explicando el motivo de la acción a algún conductor impaciente que quiere atravesarlo. Dentro de la Bicicrítica, el entorno es seguro y de ella participan hasta niños, como los integrantes de la pandilla ciclista -prefieren no dar sus nombres- que con 7 y 13 años se estrenan en esta acción junto a los tres adultos que los acompañan. “Queremos más carriles bici”, dice el benjamín del grupo. “Lo que hace falta es más respeto entre todos los usuarios de las calles”, afirman desde la parte de los mayores. “Actualmente, ir en bici en Madrid es peligroso, no solo para niños sino para cualquier persona”, advierten.

En la Bicicrítica, los niños se lo pasan pipa porque, aunque no se escuchan consignas ni cánticos, la música está muy presente a lo largo de todo el recorrido, en varios puntos. Además de los habituales sound systems de otras ediciones, han venido de Barcelona y hasta de Pamplona con altavoces sobre ruedas, que emiten canciones con mucho ritmo por la calle de Alcalá, por Juan Bravo ante la atónita mirada de los clientes de sus terrazas. Y también por Príncipe de Vergara, en el acomodado barrio de Salamanca, donde suena esta letra de Eskorbuto: “Cuidado, cuidado / Os avisamos / Somos los mismos, que cuando empezamos”.

El enjambre continúa con su zumbido musical bordeando el Retiro, por Menéndez Pelayo y perdiendo unidades por el camino, porque ya son más de dos horas pedaleando y hay que volver a casa a cenar. Sobre las 23.00 horas, una de las Bicicríticas más numerosas que se recuerdan llega al parque Tierno Galván, donde todavía habrá tiempo para bailar antes de que todo quede desconvocado. Hasta el jueves 28 de octubre.

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