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Petardos y bombetas en Madrid, una ruidosa polémica cada Navidad: regulación y riesgos para personas o mascotas

Un petardo, a punto de ser detonado.

Guillermo Hormigo

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“¿Cuántas tragedias más como esta tienen que suceder para que las administraciones actúen de una vez ante esta situación?”. Con estas palabras lamentan desde PACMA la muerte de un perro en Palencia durante el día de Nochebuena. El can saltó por una ventana “aterrorizado por culpa de los petardos”, según explica la familia que sufrió esta pérdida y recoge la formación animalista. En octubre, un suceso similar tenía lugar en Alcorcón. En un reciente comunicado del que se hacía eco Europa Press la portavoz del partido, Yolanda Morales, afirmaba que las Navidades constituyen un “suplicio” para aquellas familias que tienen animales debido a este uso de la pirotecnia, que califica de “absolutamente prescindible”.

Se trata de una problemática muy presente también en Madrid, pese a la normativa que regula la utilización de estos elementos. No en vano, la Policía Municipal de la capital recordaba a través de Twitter el pasado 27 de diciembre la legislación vigente a este respecto en la ciudad: tirar petardos en la vía pública no está permitido en Madrid. Sin embargo, al mismo tiempo pedía “precaución” al manipularlos, lo cual resultó contradictorio para algunos usuarios. El matiz podría estar en la referencia a la “vía pública”.

Lo cierto es que su prohibición tiene exenciones que quedan regulados en el artículo 45 de la Ordenanza de Protección contra la Contaminación Acústica y Térmica, aprobada por el Ayuntamiento en 2011, pero son muy limitadas. Se establece que “el comportamiento de los ciudadanos en el medio ambiente exterior deberá mantenerse dentro de los límites de la buena convivencia ciudadana, sin que se produzcan ruidos que perturben el descanso y la tranquilidad de los vecinos y viandantes”. La norma incide a continuación más específicamente en la pirotecnia: “queda prohibido por considerarse conductas no tolerables [...] explotar petardos o elementos pirotécnicos fuera de los lugares y ocasiones autorizados”.

Por tanto, estas excepciones mencionadas hacen referencia a entornos y contextos muy concretos: empresas dedicadas al sector que trabajan para las administraciones en determinados eventos, con un personal cualificado y en espacios adaptados para la ocasión. Usar petardos en cualquier otro contexto, siempre que estemos hablando de exteriores y no de propiedades particulares (por mucho que sus efectos puedan afectar a otras personas), supone arriesgarse a una multa que puede llegar a los 600€.

Debido a que la normativa hace referencia a “elementos pirotécnicos”, afecta también al empleo de bombetas. Se trata de un petardo de baja intensidad que cuando impacta sobre el suelo produce un pequeño estallido. Esta modalidad se publicita como adaptada para los más pequeños, debido a que su manipulación es más sencilla, aunque genera unas molestias similares. Su venta se ha extendido masivamente en distintos puntos de la ciudad, incluidos algunos tan céntricos y controlados como la Plaza Mayor.

Demanda de mayor control y sanciones

Más allá de esta legislación, la gran asignatura pendiente sobre este asunto está en el control. Queda sujeta a la vigilancia, captación y valoración de la Policía Municipal. Pero la propia idiosincrasia de esta controvertida tradición, en la que es frecuente alejarse de la zona antes del estallido, hace que cuando los agentes llegan al lugar en el que se ha cometido la infracción habitualmente los artífices no estén ya allí. Varias respuestas de muchos usuarios al mencionado tutit del cuerpo municipal de Policía dan cuenta de que, para gran parte de la ciudadanía madrileña, velar por el correcto cumplimiento de la legislación está lejos de la realidad.

Aunque estos elementos pueden conseguirse con facilidad a través de Internet, hay críticas también a que no se actúe contra su venta física y más concretamente en el caso de la Plaza Mayor.

Desde la Delegación de Emergencias y Seguridad del consistorio madrileño admiten que no se ha desplegado ningún dispositivo o medida de control especial para petardos esta Navidad, ni en ningún otro periodo, por gran actividad que se pudiese prever al respecto.

Malestar y peligro para humanos y mascotas

Los petardos acarrean riesgos de incendio o de sufrir quemaduras y heridas. Además de de los posibles perjuicios directos, los más habituales “se generan por ansiedad”, como explica la psicóloga y experta en derechos de los animales Victoria Lacalle Díaz: “Existen miles de personas con ligirofobia [miedo irracional a ruidos fuertes, agudos y repentinos], así como personas afectadas de autismo o problemas de conducta, que sufren de manera extrema cuando se encuentran en una zona de explosiones”. Este contexto de tensión y estrés afecta con una intensidad particular a niñas, niños, mayores y personas con enfermedades cardiovasculares.

Lacalle Díaz menciona asimismo que “en este grupo de damnificados podemos incluir a los propietarios de mascotas, así como las propias mascotas y la fauna urbana, que no pueden comprender qué sucede”. Una situación que puede llegar a tener consecuencias drásticas, como en el caso de las mascotas fallecidas en Palencia o Alcorcón: “Ante el estallido, se produce un pánico que puede causar crisis de angustia, infartos, ansiedad. No olvidemos que todos los años cientos de perros escapan por pánico ante explosiones de petardos y pueden causar incluso accidentes de tráfico, además de su posible fallecimiento”, expone Lacalle Díaz.

Según un estudio de la Universidad de Newfoundland, en Canadá, el 52% de los perros se ven afectados por los petardos hasta desarrollar un miedo hacia ellos. Un 10% de ellos necesita en torno a un día para recuperarse de los efectos secundarios que les crea la situación de estrés, un 12% tarda en torno a una semana en hacerlo y en casi un 3% de los casos precisan de varias semanas o incluso meses.

En esta problemática juega un papel clave la capacidad auditiva de estos animales, ya que sus oídos son cuatro veces más potentes que los de los seres humanos, con un alcance especialmente destacado en las frecuencias más altas como las de estas detonaciones. La discusión sobre el control de los petardos hace cada vez más ruido en busca del silencio.

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