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El día que Agapito Marazuela tocó en Cuatro Caminos a beneficio de los huérfanos de la Revolución de Asturias

Agapito Marazuela tocando la dulzaina

Luis de la Cruz

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La memoria del guitarrista, dulzainero y folklorista segoviano Agapito Marazuela (1891-1983) está en pleno proceso de rehabilitación. Su biografía es una vereda recuperada de la que podría ser un buen mapa el documental Agapito Marazuela, la estatua partida, que fue recientemente emitido dentro del espacio de RTVE Imprescindibles. Oriundo de Valverde de Majano (Segovia) y criado en una familia campesina, desde pronto mostró grandes aptitudes con la dulzaina, haciendo de la música su profesión. Una parte de la reivindicación de la figura de Marazuela tiene que ver, también, con su compromiso político, que fue lo que ocasionó el ostracismo de su figura tras la guerra.

Buen ejemplo de esta militancia izquierdista la encontramos en su participación en el festival benéfico que organizó el periódico progresista La Libertad el 2 de noviembre de 1934, en beneficio de los huérfanos de los sucesos de octubre en Asturias. La actuación se llevó a cabo en el Cine Europa, en la calle Bravo Murillo, en la barriada madrileña donde, significativamente, habían sido más notables los ecos de la huelga revolucionaria.

Era muy habitual en la época que las cabeceras abrieran suscripciones populares con el objeto de recaudar dinero para una u otra causa. El periódico iba animando a aportar durante distintos días y se publicaban las listas de quienes arrimaban el hombro. Ver estas listas, por cierto, resulta curioso, porque además del nombre y la cifra, solían figurar la profesión y otros datos de interés, siendo frecuente donantes del tipo Un grupo de obreros y empleados de la casa Ascensores Otis Pifre, hijos de un socialista o una hijina, entre otros. La Libertad abrió con mil pesetas y, cuando tuvo lugar el festival, se habían recaudado unas seis mil.

En este caso, la suscripción popular se completó con un festival benéfico. Los trabajadores afiliados a la Sociedad de Fijadores de Carteles pegaron los anuncios por toda la ciudad, Paramount Films cedió la comedia Un par de frescos, los regentes del Cine Europa solo cobraron “los gastos indispensables” y sus trabajadores –tramoyistas o electricistas– hicieron su trabajo sin cobrar.

Según la crónica que La Libertad publicó a toda página, el festival fue un éxito pese a que la noche se presentó lluviosa y fría. La entrada general era ocupada por familias trabajadoras, mientras que en los palcos estaban los representantes de la prensa e invitados distinguidos. La velada comenzó pasadas las diez de la noche con la proyección de la película y continuó con una serie de actuaciones musicales, entre las que destacó la de Agapito Marazuela, a quien definieron como “¡Un mago de la sonata!”. El concertista interpretó tres piezas con su guitarra, de Tárrega, Saínz de la Maza y Segovia, para luego deleitar al público con los sonidos populares de su dulzaina. Hubo petición de bises, pero el espectáculo debía continuar.

Después de otras actuaciones musicales –jotas, flamenco, cuplés, guajiras cubanas y hasta un tango titulado La cocaína–, llegaron el descanso y la segunda parte de la velada, en la que hicieron su aparición en escena grandes estrellas del momento.

Rámper, “excéntrico excepcional” decían, era el payaso más famoso y mordaz de la época. Hizo su número frente a los asistentes e incluso un dúo con Estrellita Castro. “Las carcajadas se oían en la glorieta de Cuatro Caminos”, desliza la crónica. Al parecer, la Castro resultó una sorpresa, pues no figuraba en los programas de mano. Junto a las dos estrellas, actuó también Goyita Herrero, hoy olvidada figura del espectáculo de maneras flamencas. La fiesta terminó pasadas las dos de la mañana, fuera seguía lloviendo, no funcionaban ya ni el metro ni el tranvía y al día siguiente había que trabajar.

Marazuela, compromiso y represión

El músico, llegado a Madrid en 1920, había ingresado en 1932 en el Partido Comunista de España. Ese mismo año obtuvo el segundo premio en el Concurso nacional de Música (Premio Nacional de Folklore) con Cancionero de Castilla la Vieja, un trabajo recopilatorio sobre la música popular castellana en la que, además, se daba noticia de sus instrumentos y cantores. El cancionero, sin embargo, no vería la luz hasta pasadas tres décadas.

Su compromiso político continuaría durante todos los años de la República. En 1936 seleccionó para las Juventudes Socialistas Unificadas los cuadros folklóricos que debían animar la Olimpiada Obrera de Barcelona, truncada por el golpe de Estado. Durante la contienda, participó de la organización de las Milicias Segovianas en Madrid y representó a la República de España en la Exposición Internacional de París de 1937, a la cabeza de los grupos folklóricos.

Finalizada la Guerra, conoció los presidios de Madrid, Burgos, Ocaña y Vitoria, donde cuentan que tocaba para sus compañeros…incluso antes de los fusilamientos. Después: el olvido. Sin embargo, Marazuela continuó, como pudo, la labor sorda de recopilar la tradición musical segoviana.

En 1964, pasado lo peor del revanchismo franquista, pudo al fin publicar su Cancionero de Castilla la Vieja, rebautizado ahora como Cancionero segoviano. Sin embargo, y pese a que siempre fue un referente para músicos e iniciados, su figura no llegó a rehabilitarse con la contundencia que el personaje merecía.

En Agapito Marazuela, la estatua partida se muestra como aún fue prohibido un concierto homenaje para Agapito coordinado por Víctor Manuel en 1977. lban a participar Ovidi Montllor, María del Mar Bonet, Amancio Prada, La Bullonera, Nuevo Mester de Juglaría, Miguel Ríos, Ana Belén, Víctor Manuel, Luis Pastor, Bibiano y Benedito, Manolo Sanlúcar, Ismael, Labordeta, Elisa Serna, o Gerena y Celdrán. Sin embargo, el Gobierno Civil lo abortó “por posible alteración del orden público”. Ese mismo año actuaría en un festival popular castellanista de Peñafiel compartiendo cartel con grupos del momento como Kaka de Luxe, Cucharada, Asfalto o Topo. Durante los años de la transición el Ayuntamiento de Segovia fundó la Cátedra de Folklore, donde un anciano Agapito aun daba clases de dulzaina, y cada año se concede el Premio Nacional de Folklore Agapito Marazuela. Pese a ello, sólo ahora está llegando su sonoro nombre al gran público.

 

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