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Roberta Gambarini y Fabrizio Bosso: concierto en casa para los amigos

Los dos protagonistas de este homenaje a Hargrove/ GOIO VILLANUEVA

Andrés Garrido

San Javier —

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El festival Jazz San Javier ha traspasado su ecuador y la décima jornada nos deparó dos escenarios absolutamente diferentes en lo musical. La primera parte estuvo dedicada al homenaje que la organización había programado para el desaparecido trompetista Roy Hargrove, a cargo de la cantante italiana afincada en los Estados Unidos, Roberta Gambarini, quien estuvo con el trompetista en la IX edición del año 2006, los dos como invitados del también desaparecido pianista Hank Jones.

Para recordar el sonido de Hargrove, este homenaje se completó con el trompetista italiano Fabrizio Bosso. Ambos dieron lo mejor de cada uno y nos regalaron una “delicatessen” sólo apta para aficionados, haciendo un símil, “viejos jazzeros” (sin desmerecer a los más noveles que comienzan ahora a aficionarse por este género o a los que ya lo son desde hace unos años), que pareció estar diseñado para ejecutarse en cada salón de nuestra vivienda a modo de premio por nuestra fidelidad al género. Tras ellos, otro escenario, otra percepción de la fusión jazzística que tiene una sólida influencia del mítico trompetista Miles Davis, ya que Miller formó parte de su banda en los 80 y creó, incluso, algunas partituras para el trompetista. Su concierto fue toda una exposición de lo aprendido durante sus primeros años tocando con diferentes formaciones de nombres como Aretha Franklin, Chaka Khan, Al Jarreau o Wayne Shorter, además de Miles Davis. Miller es hoy uno de los bajistas más respetados y con el que muchos músicos desean tocar. Y lo he expresado correctamente: Quieren tocar con él. Pero vayamos por partes en la noche de este viernes.

El pronto fallecimiento del trompetista Roy Hargrove -2 de noviembre de 2018, consecuencia de su larga enfermedad de riñón- dejó al mundo del jazz entristecido porque el músico de 49 años atravesaba su mejor momento tras una dilatada trayectoria. Sin dudarlo, la organización de Jazz San Javier se puso a trabajar en el diseño de este concierto-homenaje a uno de los mejores trompetistas que el género ha tenido en los últimos 60 años de historia. Hargrove estuvo también en el desaparecido ciclo “Músicas del Alma”, que San Javier organizaba entre los meses del Invierno y Primavera en el que el trompetista dejó una parte de su legado musical. Para esta ocasión, se pensó en una de las voces más delicadas y personales que posee esta música en la actualidad. Se trata de la italiana afincada en Nueva York, Roberta Gambarini quien junto a Roy Hargrove acompañaban al trío del pianista Hank Jones por el año 2006 (fecha en la que participaron en el IX Jazz San Javier) hasta 2007. En esos dos años, cantante y trompetista hicieron muy buena amistad y no era extraño verles actuar juntos en diversas ocasiones. Para completar este proyecto se pensó un uno de los mejores trompetistas actuales del jazz europeo: El italiano Fabrizio Bosso. El grupo lo completaban Rob Bargad, en el piano; Joshua Ginsburg en el contrabajo y el baterista Mario Gonzi.

El concierto se inició con el tema favorito de Hargrove, “Never Let Me Go”, que Roberta Gambarini cantó a capella. Después explicó que “esta canción era la preferida de Roy. Y ahora, les cantaré ”Theme For The Eulipions“, que Roland Kirk escribió para una pieza teatral y que Hargrove adaptó a su estilo para incorporarla a su repertorio”, concretó la cantante.

El sonido del auditorio era perfecto, con el volumen exacto para no molestar ni perder detalle de los músicos. Todo estaba resultando a pedir de boca y Roberta llamó a su compatriota Fabrizio Bosso, quien apareció en el escenario y de inmediato atacaron “You Taught My Heart”, en la que tanto Gambarini como en su primera ejecución de Fabrizio Bosso dejaron una muestra inequívoca del placentero concierto que nos habían preparado.

El público (ese público del que los músicos siempre hablan bien) permanecía en silencio, totalmente atentos a todo lo que ocurría en el escenario y con sus cinco sentidos en absoluta atención. Y las canciones, explicadas brevemente por Gambarini, fluían una tras otra como el agua en un tranquilo cauce. Piezas como “Modinha/Chega De Saudade (Jobim-E.Regina y Jobim-G.Costa) fusionadas en casi una, un momento glorioso para el sensacional Fabrizio Bosso con ”Nearness Of You“ o la inmortal ”A Night In Tunizia“, de Dizzy Gillespie en versión de Bosso, levantó al público de sus asientos para tributar su más cálido reconocimiento a estos músicos que ejecutaban con una delicadeza y maestría poco habituales.

De regreso al escenario de Roberta Gambarini, la cantante explicó que iban a interpretar una pieza que Roy Hargrove también la hizo suya; se trataba del tema que escribiera Benny Golson titulado “I Remember Clifford”. Como pueden ir comprobando, todo el repertorio que hasta ese momento había aparecido pertenece a estándares del jazz y escogidos, precisamente, porque estaban incorporados a la bolsa de temas con las que Roy Hargrove conformaba parte de sus conciertos sin olvidarse de sus creaciones.

Como podrán comprobar en una instantánea de Goio Villanueva, el auditorio del Parque Almansa, anoche, volvió a registrar un lleno práctico (habitualmente, las esquinas de las gradas no suelen ocuparse al completo por mala visión del escenario) debido a los dos reclamos que formaban la jornada. Y que continuaba con Roberta Gambarini & Fabrizio Bosso y sus músicos en este concierto homenaje al desaparecido trompetista Roy Hargrove. La música continuaba fluyendo con “The Sunny Side Of The Street”, clásico donde los haya, un bolerazo que en San Javier ya se lo hemos escuchado al guitarrista de George Benson, Michael O’Neill, titulado “La Puerta”, que escribiera el mejicano Luis Demetrio, una especie de balada conformada por tres temas fundidos “What’s New-The Thrill Is Gone-I’m A Foot To Want You”, o la versión jazz de una canción romántica italiana con dedicación al director del festival aunque no lo indicara expresamente, titulada “Estate”, y que escribió en los años 60 Brumo Martino, para aprovechar un fragmento de la popular “Opapada”, y volver a presentar a los músicos que habían hecho posible poder hacer el homenaje a Roy Hargrove y con el que despedían el concierto.

El público, puesto en pie, aplaudían sin cesar a este quinteto que logró ganárselos sin condiciones desde el primer minuto de actuación. Y, naturalmente ya se sabe, el auditorio pedía un poco más a lo que accedieron muy gustosos pero en esta ocasión, con una pieza compuesta por el propio Roy Hargrove titulada “Strasbourg St. Denis”. Punto y final a este homenaje organizado por Jazz San Javier al trompetista Roy Hargrove, tras su pronto fallecimiento el pasado mes de noviembre de 2018 a la edad de 49 años. Un concierto que va a quedar en nuestra memoria de “viejos jazzeros”, como también en los que no cumpliendo todavía esa edad son fieles seguidores del género y de este festival.

La segunda parte iba a cambiar totalmente el decorado musical de esta décima jornada. La fuerza sonora y la contundencia de la mayoría del repertorio, nos iba a proporcionar una actuación vigorosa y de auténtica demostración de maestría en la ejecución instrumental y los arreglos de cada tema. Su protagonista, el bajista y clarinetista Marcus Miller y su grupo, compuesto por Alex Bailey, en la batería; el pianista Julian Pollack y el teclista James Francies; y la sección de viento integrada por el saxofonista Alex Han y la trompeta de Russel Gunn. Con esta formación en sexteto, Miller apareció en el escenario y tras mostrarse agradecido con una flexión a lo oriental atacó inmediatamente, para no hacer aquello más ceremonioso, “7-Ts”, que revolucionó al instante a todo el auditorio que antes de comenzar el concierto ya había llenado su famoso foso de aficionados y seguidores del músico norteamericano.

Marcus Miller está considerado, hoy por hoy, como uno de los más influyentes músicos del género y de cualesquiera que se le acerque, además de uno de los cinco mejores bajistas de la Historia del Jazz. Siempre ha tocado el bajo eléctrico de cuatro cuerdas y allá por los 80 ó 90, le preguntaron a Miles Davis si los instrumentos electrónicos iban a acabar con el jazz y la música. Miles contestó que “en absoluto. Lo que acabaría con la música es la mala música, pero nunca los instrumentos electrónicos”. Por cierto, Miles Davis era propenso a investigar con las nuevas fórmulas instrumentales que iban apareciendo en el mercado, como lo prueban los pedales de efectos que introdujo en su trompeta para buscar nuevas sonoridades.

Pero anécdotas aparte y regresando al concierto de Miller en la noche de ayer viernes, una vez que ya se había producido la correcta y difícilmente conexión con el público fue elevando el nivel interpretativo de una selección escogida para refrendar su “estatus” como músico y creativo. Así que sonaron “Untamed” (un poco de relajación, para no empachar de principio), en el que Marcus marcaba la rítmica relajante y Alex Han y su saxo ponían el ambiente, “Sublimity Bunny’s Dream”, con un comienzo sosegado en el que James Francis comenzaba a dibujar ese sueño de Bunny que luego fue desarrollándose sobre la línea rítmica de Miller con los vientos y los teclados a cargo de Pollack dejando, siempre, una línea argumental para las cuatro cuerdas del líder Marcus. Luego vendría “Detroit”, para dejar fluir de nuevo el ritmo y la fusión más característica que ha posibilitado el “sonido Miller”, utilizando la guitarra de bajos como si fuera la principal de otras formaciones e incrustando fuerza y contundencia el baterista Alex Bailley a través de sus golpes secos de caja que parecía el “tic tac” del metrónomo.

Los aficionados y seguidores del bajista nacido en Brooklyn se mostraban absolutamente entregados a su ídolo. Miller cumplió 60 años el pasado mes de junio y aunque los años van pensando, en el escenario todavía muestra una energía asombrosa, como hizo con otros temas que fueron apareciendo en el escenario de ese auditorio que echaba fuego tales como “Bitches Brew”, una pieza inconfundible de Miles Davis en la que comenzaba Russel Gunn y su trompeta en una total emulación del Maestro desaparecido y en la que Miller utilizó su clarinete bajo en un fragmento de esta. Después llegaría “Trip Trapp”, de su álbum “Laid Black”, en otro de esos ritmos insistentes, métricos, a los que Miller nos tiene acostumbrados que intensificó más el extasiado de sus fieles seguidores. Y luego “Hylife”, otra muestra de esa fusión con un toque funk en la que tanto el piano como los vientos y teclados iban dibujando los matices musicales que siempre regresaban a las líneas de bajo para indicar el camino a seguir.

Y llegó, tal vez, uno de los momentos más esperados para muchos de nosotros: El que iba a dedicar a interpretar con el clarinete bajo. Lo hizo con un espiritual que Marcus aprendió desde muy joven en la iglesia a la que acudía con su padre. Su título “How Great Thou Art”, acompañado por el órgano de Julian Pollack, en la que pude apreciar cierta emoción en el músico de Nueva York ya que siempre que la interpreta lo hace en recuerdo de su padre fallecido; la pieza se interpreta en la iglesia a la que acudía en recuerdo de todos aquellos que han perdido a un ser querido. Tras este momento, digamos, íntimo, el final llegaría con otra pieza de Miles Davis, “Tutu” (álbum del trompetista publicado en 1986), con la que todo el auditorio vibró, disfrutó y bailó libremente y sin complejos. Todo el público pedía más, un poco más de ese alimento musical que daba Marcus Miller y su grupo. Así que ante la insistencia, regresaron al escenario para expandir una versión “Miller” de un tema Beatle: “Come Together”. Definitivo.

En resumen, una noche más de contrastes en la que tuvimos dos claros exponentes. El primero fue como invitar a Roberta Gambarini y Fabrizio Bosso al salón de nuestra casa, para que dieran un concierto para los amigos. La delicadeza musical hecha realidad en nuestra propia sala, en un concierto homenaje al desaparecido Roy Hargrove. Después, nos marchamos de casa y fuimos hasta el auditorio del Parque Almansa para que Marcus Miller y su banda nos llenaran de ritmo, sudor y fusión para mitigar, o incrementarlo según se mire, el sofocante calor de una noche de verano que dejó escapara hacia el final, las brisas marinas del Mar Menor murciano.

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