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Crónica

Miguel Ríos llena el Teatro Romea de Murcia con su gira 'El último vals'

Miguel Ríos, de nuevo, en la rampa de salida

Andrés Garrido / Goio Villanueva

17 de noviembre de 2025 19:29 h

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Mientras los santos paseaban por las céntricas calles de Murcia, formando parte de la Magna Procesión, Miguel Ríos ponía a cantar a todo un teatro Romea repleto de seguidores del granadino. No cabía nadie más. La gira de su más reciente disco ‘El último vals’ llegaba a la capital murciana con el sexto concierto de este nuevo periplo en la carretera. Con puntualidad casi británica, la voz en off anunció que apagásemos nuestros dispositivos móviles, las alarmas de relojes y, en suma, todo aquello que pudiera perturbar la música y desarrollo del concierto que ya comenzaba. La banda Black Betty Boys compuesta por el guitarrista y productor José Nortes; Luis Prado, teclados, batería y coros; Jorge Ruiz, bajo, guitarra y coros y Samuel Terroso, batería, guitarra y coros se situó en el escenario comenzando a sonar los primeros acordes que ya predisponía al personal a animarse, mientras Nortes anunciaba: “Señoras y señores, Miguel Ríos”. La locura colectiva se desató y el viejo rockero apareció en el escenario del Romea. “Buenas noches, bienvenidos hijos del rock’n’roll…” 

Tras estos primeros aplausos, Miguel Ríos dio las gracias a su público por continuar siendo tan fieles. A renglón seguido señaló que “estamos casi a las puertas de la Navidad y aquí estáis celebrando ya la Semana Santa. Nos vamos a volver locos del todo, como esto siga así”, concluyó. Recordó, como ya adelantamos en la entrevista previa al concierto, que la primera vez que cantó en el teatro Romea fue en 1963 en unos festivales benéficos que organizaba el cura Paco, junto a Karina. La tira de años ya en sus comienzos en la música. Luego destacó que, aunque las heridas internas en su cuerpo se notan, se conserva bastante bien porque todavía tiene voz y pelo, compone canciones que en este último disco se ciñen a su estado actual y a describir realidades que todos vivimos. En definitiva, que estará en los escenarios ‘Mientras el cuerpo aguante’, con la que continuó su concierto. Prosiguió con una primera pieza de su reciente disco titulada ‘Oro irlandés’, preciosa balada folk que al presentarla tuvo que indicarle a Mariano (el encargado del telepronter) que no había cambiado la hoja del concierto de Vigo y estuvo a punto de decir “esta canción tiene aires de vuestros primos los irlandeses”. La carcajada fue general y le sirvió como un chiste-broma, para que el clímax fuese aún más familiar. 

Es obvio que Miguel Ríos posee legiones de seguidores en España, también en Murcia se demostró esa afirmación ya que el Romea estaba lleno de ellos. Así que, ya que habíamos entrado en el terreno de la balada, el cantante de Granada nos volvió a envolver en la titulada ‘No estás sola’, de su álbum de 1983. Con un medio tiempo musical, Miguel Ríos nos presentó otra canción de su reciente disco aparecido el pasado 7 de noviembre. En ‘Si pudiera parar el tiempo’, nos habla de su actual estado vital; de esas averías internas que se dan en su cuerpo, pero que de chapa y pintura luce genial para sus 81 años. Y vaya si lo demostró.

Luis Prado cantándo 'Estoy gordo'

Llegados a este momento, Miguel fue desnudándose como ha hecho en otras ocasiones y relató que la canción que íbamos a escuchar, la grabó en su peor momento durante la década de los 60 del siglo XX. Estaba sin sello discográfico, sin bolos y los ánimos por los suelos. Nos aseguró que estuvo a punto de tirar la toalla. Se encontraba en Murcia; una tierra en la que cosechó amigos y en la que siempre se había sentido bien porque, “como decía mi madre granaínos y murcianos son primos hermanos”. Precisamente viajando de Murcia a su tierra agarró una guitarra y escribió ‘Vuelvo a Granada’. El público lo arropaba absolutamente y continuó, indicó, con una preciosa canción que fue la cara B de aquel sencillo, que le regaló Fernando Arbex, el compositor de muchas canciones del pop de aquellos años y batería de los no menos recordados Brincos. El tema se titula ‘El río’.

Entre temas del pasado y no tan antiguos en su trayectoria, el viejo rockero regresó a su nuevo disco para cantarnos (y contarnos en su letra) ‘No es la Tierra, estúpido. Eres tú’, en la que denuncia a los negacionistas del cambio climático que vivimos y al que según parece, los más poderosos, los que amasan el dinero se niegan a combatirlo. “Se ha celebrado en Brasil, señaló, la COP30 sobre la situación del Planeta y no se ha avanzado a pesar de que estamos casi tocando el punto sin retorno. No están dispuestos a luchar por la salvaguarda de nuestro ecosistema, para intentar dejar a los más jóvenes un lugar limpio en el que vivir. Claro, alguno de nosotros no lo veremos, pero esa es la realidad. Pues para todos estos negacionistas y quienes los apoyan está hecha esta canción”, concluyó.

‘Extraños en el escaparate’ fue el disco grande de Miguel Ríos, que apareció en el mercado en 1981 y en ese disco se incluía la canción con la que el rockero continuó desarrollando su concierto: ‘Año 2000’. De inmediato, Miguel dijo que pensaba que era de la generación de los hippies, pero resulta que también sabe que, además, es boomer; esa generación que nació tras la II Guerra Mundial y hasta 1964. “Bueno. Está bien”, destacó. Pero lo que también tenía claro es que pertenece a la ‘Generación límite’.

Final apoteósico de Miguel Ríos y sus Black Betty Boys

Se había llegado a la primera hora de concierto y Miguel Ríos -que se había referido en varios momentos, al diseño del escenario del Romea en pendiente y llevaba todo el cuidado para no lesionarse los gemelos- anunció que se retiraba unos minutos, pero, a cambio, nos dejaba con un excelente músico y cantante que podía mantener a la perfección todo un concierto. Se refería al pianista Luis Prado, quien agradeció a Miguel esa deferencia y nos anunció que nos deleitaba con una canción titulada ‘Estoy gordo’ que hizo, igualmente, las delicias de todos los presentes.

En 1984, Miguel Ríos sacó al mercado nacional otro de sus discos que fueron marcando su camino musical. Nos referimos a ‘La encrucijada’, donde se incluía otra preciosa balada (género que el de Granada domina muy bien) titulada ‘Todo a pulmón’, en la que describe que todo se lo ha ganado de esa manera, trabajando duro día a día y año tras año. Después de esa magia, Miguel Ríos nos presentó la pieza que da título a su reciente disco y gira: ‘El último vals’. Destacó que no era una despedida sino una canción en la que se habla sobre una historia de amor desgarrado.

Y para que el ánimo no decayera (que no se apreció en ningún momento), nos dijo que la siguiente canción era para que la cantáramos todos: ‘El blues del autobús’. Escrita por Víctor Manuel y el teclista, flautista y cantante del grupo holandés Focus, Thijs van Leer, que formó parte de aquella banda en 1982 que hizo posible el mítico ‘Rock’n’Ríos’. Como ya se conoce, la letra describe el deambular del músico que duerme cada día en una habitación de un hotel; que cada día es otro concierto más, donde el equipo suena diferente y se crea el misterio; bolo tras bolo, en el que queman su salud y duermen poco y mal. En suma, toda una vida en un autobús. Exitazo pleno. 

Uno de los momentos divertidos del concierto, cuando se intercambiaban los instrumentos

También recordó otra de sus creaciones utilizando los avances tecnológicos que han ido surgiendo, como los hologramas. Esto es, una imagen que se obtiene a partir de la holografía. Es la técnica que, haciendo uso de la iluminación mediante láseres, consigue generar imágenes coloridas en tres dimensiones. El láser permite la grabación microscópica de una película fotosensible. Cuando entre dos haces de luz se produce una interferencia, se puede reflectar la luz de uno de los haces en el objeto y al recibir otra desde una determinada perspectiva, proyecta la imagen tridimensional. Pues bien, en este intento de explicar (para los que no lo sepan o recuerden) qué es el holograma, Miguel hizo otra turné con el título de ese disco, ‘Miguel Ríos y las estrellas del rock latino’ en 2001, que supuso otra enorme novedad en conciertos de rock ya que en muchas de estas canciones lo hacía con la proyección holística de esas estrellas, que cobraban vida junto a Miguel en el escenario. Fue una experiencia muy novedosa por entonces. Una de esas canciones, a la que también invitó a los presentes que la cantaran con él, fue ‘Insurrección’, el éxito de Manolo García.

Y bueno, “ya que estábamos hablando de rock, señaló Ríos, vamos a tener rock’n’roll en el escenario”. La Black Betty Boys comenzó con otro indispensable del enorme repertorio del cantante de Granada, ‘Los viejos rockeros nunca mueren’, que dio título a su disco de 1979, fusionándolo con el ‘Rocanrol bumerang’, de 1980. Una pequeña pausa y la música continuó con ‘El rock de la cárcel’ que se fusionó con ‘Sábado en la noche’, un éxito del cantante argentino Moris compuesta en 1978. 

Hasta ahí, el concierto de este nuevo periplo de Miguel Ríos por los escenarios y la carretera, para cantar ‘El último vals’. Los cinco músicos saludaron a los presentes y abandonaron el escenario. Pero esto no podía finalizar de esta manera, por lo que todas esas almas demandaban más, unas canciones más. Miguel Ríos y su Black Betty Boys no se hicieron de rogar. Regresaron al escenario y el rockero afirmó que no esperaba menos de ellos. Risas, aplausos y otra pieza de este último trabajo discográfico: ‘En la rampa de salida’. Un canto a la vida, desde la experiencia de una larga vida.

Oración para que paren las guerras.

Alguien gritó ‘Santa Lucía’ y Miguel contestó: “Te la canto, falta más. Para eso estamos aquí”. Dicho y cantada. Por cierto, una de las más bellas baladas que habla del amor de una chica invidente que recibe una llamada telefónica por error y la voz masculina del otro lado, se va enamorando de la voz de esa mujer hasta que él propone una cita en el parque, de la que nunca se conoció el final. La canción fue compuesta por el argentino llegado a España, Roque Narvaja, y la pieza fue estrenada por Miguel Ríos en 1980.

Luego de ello, se abrigó con un pañuelo palestino para “denunciar las miles de muertes, el genocidio, de Gaza sin olvidarse de Ucrania y otras contiendas que matan a personas”. Fue su ‘Oración’, una pieza solemne que incluyó en el 40º aniversario de ‘Rock’n’Ríos’, con letra de Luis García Montero y música de Raúl Alcover. Y tras esta oración, la culminación que llevó a Miguel Ríos, a finales de los años 60 del siglo XX, a la cúspide y ser conocido en medio mundo: ‘El himno a la alegría’. Final apoteósico y alegre, para dos horas de concierto ofrecido por este ‘viejo rockero’ de 81 años, que desea continuar en las carreteras y los escenarios mientras el cuerpo aguante. 

En resumen, Miguel Ríos no defraudó a sus seguidores con este nuevo periplo de conciertos por la geografía española. Será, como él nos adelantó, una larga gira que culminará en Hispanoamérica en 2026. Larga, pero al tiempo, tranquila, sin atropellos ni prisas por llegar. Es la historia viva del rock español, el faro que ha guiado a muchos otros de su tiempo o posteriores a su aparición. Un faro que sigue brillando con luz intensa y en una excelente dirección. Es Miguel Ríos.

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