No hace falta que vengan Florentino y Laporta a rematarlo. El fútbol tal cual yo lo conocí, ya estaba muerto, desde que se lo compraron las casas de apuestas deportivas y los niños dejaron de jugar a la pelota en la calle para agarrarse al mando de la PlayStation
Las camisetas de casi todos los clubes del fútbol profesional están manchadas con marcas de empresas que destrozan vidas generando adicción al juego entre menores y mayores de edad. Los programas deportivos radiofónicos de las emisoras privadas están igualmente salpicados por las apuestas deportivas, que producen tantos beneficios como desgracias ajenas.
El bombardeo de publicidad engañosa es constante en radios y televisiones. Es mentira que te regalen dinero para apostar. Hasta donde yo sé, en este mundo de capitalismo salvaje que habitamos, nadie da duros a cuatro pesetas. Es una mentira tan bien contada como esa que dice que el Actimel refuerza tus defensas: falso, todo es negocio. Vas a perder mucho dinero, los empresarios de las apuestas lo saben, y lo desean.
El fútbol español ya estaba muerto, no hay equilibrio económico ni competitividad deportiva. Atrás quedaron los tiempos en los que la Liga española la podía ganar el Valencia, el Bilbao, el Sevilla, el Betis, el Deportivo de La Coruña, el Atlético de Madrid o la Real Sociedad. Hoy sabemos que la Liga es cosa de ricos consentidos: Real Madrid y FC Barcelona, con el Atlético acechando por si se despistan los dos gigantes.
Al FC Barcelona se le consienten 879 millones de euros de deuda, al Real Madrid 322, y al Atlético de Madrid 793 (datos de palco23.com sobre la temporada 2018-19), pero el Real Murcia fue descendido y casi aniquilado por deber 40 millones, justo cuando empezaba a ser solvente para pagar sus deudas.
Para colmo, a los todopoderosos clubes profesionales se les regala la posibilidad de tener un equipo filial en la Segunda División, lo que nos aboca a una competencia desleal en las categorías de Segunda B y Tercera, plagadas de plantillas con futbolistas profesionales de Primera División que cierran las puertas al ascenso de categoría y por tanto al fútbol de calidad a aficionados de clubes de grandes ciudades como Murcia o Alicante.
Sí, ya sé que la desgracia del Real Murcia se la han ganado a pulso el club (sus dirigentes) y la ciudad (sus gobernantes políticos), pero el Dios de la Liga, Javier Tebas Medrano, ayuda a unos (al Fuenlabrada de su hijo Javier Tebas Llanas tras el escándalo del partido suspendido por coronavirus en La Coruña), y da la puntilla a otros. Tebas se deshizo del Real Murcia para vengarse de su colega Jesús Samper. Al Elche también lo enterró en los despachos, pero los ilicitanos resurgieron por la vía deportiva, enhorabuena.
Los Tebas, abogados vinculados al Vox de Abascal y al Frente Nacional de Le Pen, llevan más 30 años viviendo del negocio del fútbol español. Ahora Florentino Pérez y Joan Laporta vienen a quitárselo con la Superliga, que terminará haciéndose, con o sin la UEFA, con o sin Tebas, porque es la salvación del negocio. Y el negocio debe continuar.
Si quieren ver fútbol de sofá, vayan ahorrando para cuando empiece la Superliga. Si prefieren fútbol (y fútbol sala) de verdad, entren a la web de la Federación de Fútbol de la Región de Murcia, seleccionen la competición que más les guste, y acudan al campo, con permiso del coronavirus: 50.000 licencias de 50.000 niños y niñas, hombres y mujeres, que se ponen las botas cada fin de semana, con la misma ilusión que hace 50 años salíamos a jugar a la pelota, a la era, en el pueblo.
0