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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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A Cervantes, en el Día de las Letras

Antonio Martínez Cerezo

Murcia —

Todos los años, por estas fechas de gaviotas errantes, a los españoles de bien nos entra la loca primaveral de celebrar EL DÍA DE LAS LETRAS en homenaje a Cervantes. Que se convoquen actos festivos, en foros públicos, con atriles solemnes, donde los lectores del Quijote que nunca han alcanzado el cielo de leerlo al completo lean más bien de corrido y sin pizca de gracia el pasaje del Quijote que toca en suerte me ha parecido siempre un acto tan impostado que he renunciado a participar en cuantas lecturas públicas del Quijote he sido invitado.

Porque el amor por las letras no ha de ser flor de un día, arrebato de un momento, pasión estacional, por el simple mero aquel de cumplir un compromiso y presumir de culto en sociedad. A Cervantes no hay que leerle un determinado día del año. Por compromiso. Por moda. Porque se lleva. A Cervantes hay que leerle todos los días del año. Por convicción. Y en plenitud. Porque sus letras no hacen mal al cuerpo y procuran harto bien al alma. A Cervantes hay que leerle con amplitud y en soledad, en íntima comunión, como máxima figura de la literatura universal. Prosista, novelista, dramaturgo y poeta. Porque fue también poeta excelso. Aunque los menos lo sepan y los resabidos se lo discutan.

Para festejar a Cervantes en su día, que son todos los días, nada mejor que recurrir a su obra, inagotable fuente de riqueza.

1. AUTORRETRATO. Al abrir el tomo primero de las «Novelas ejemplares» de Cervantes muy recomendables es detenerse a leer con atención el «prólogo al lector». Donde el autor de tan ejemplar apretón de letras se retrata al aguafuerte, al natural, sin afeites:

«Éste, que veis aquí, de rostro aguileño, de cabello castaño, frente lisa y desembarazada, de alegres ojos y de nariz corva, aunque bien proporcionada, las barbas de plata que no ha veinte años que fueron de oro, los bigotes grandes la boca pequeña, los dientes ni menudos ni crecidos, porque no tienen correspondencia los unos con los otros, el cuerpo entre dos extremos, ni grande ni pequeño, la color viva, antes blanca que morena, algo cargado de espaldas, y no muy ligero de pies, éste digo que es el rostro del autor de La Galatea y de Don Quijote de la Mancha, y del que hizo el Viaje del Parnaso, a imitación del de César Caporal Perusino, y otras obras que andan por ahí descarriadas, y quizá, sin el nombre de su dueño, llámase comúnmente Miguel de Cervantes Saavedra».

2. EPITAFIO. «Libre nascí y en libertad me fundo» es el verso que más cuadra al ara funeraria del inmortal Cervantes, para la que parece hecho. Con tan bravo aviso, el alcalaíno remata el terceto del soneto Gelasia, en el libro VI de Galatea (1585):

Del campo son y han sido mis amores;

rosas son y jazmines mis cadenas;

libre nascí y en libertad me fundo.

Desde que reparara en tan hermosa consigna existencial, meciéndome en su lira nunca desembarazada del todo de la prosa, lo tengo por uno de los mejores tercetos que ha alcanzado la poesía española de todos los tiempos. Un alba conceptual. Nacer libre, con voluntad de ser libre, con la idea de la independencia a ultranza por bandera, y fundar en libertad el ser propio, el propio ser, el ser para sí en todo tiempo y situación. Abrazar la libertad, fundirse a ella, llevarla como un báculo para la urbana conducta, pese a quien pese y mal que a la postre pese, es enseña que viene como anillo al dedo a quien prefiere el ser al estar. Ser uno por no ser los demás. Sin más esclavitud libremente asumida que la libertad.

3.EN LA HORA MENGUANTE. Al final del segundo tomo del Quijote, adonde tan pocos leyendo llegan, Cervantes, padratro de la criatura, dejó claramente advertido lo que sucede en la casa del presentido, el hidalgo manchego tocado del ala, cuando anochece y se acaba el día:

«Cerró con esto el testamento, y tomándole un desmayo, se tendió de largo a largo en la cama. Alborotáronse todos, y acudieron a su remedio, y en tres días que vivió después deste donde hizo el testamento, se desmayaba muy a menudo. Andaba la casa alborotada, pero, con todo, comía la sobrina, brindaba el ama, y se regocijaba Sancho Panza; que esto del heredar algo borra o templa en el heredero la memoria de la pena que es razón que deje el muerto».

Herederos todos de Cervantes, que nos dejó su obra maestra para meditar, en EL DÍA DE LAS LETRAS, con que tan cumplidamente se honra su memoria, quien más y quien menos frecuenta mesones, bares, tabernas y cafeterías, agita panderos y sonajas, levanta copas y bebe, regocijada la parroquia de sus infinitos deudos, como la sobrina, el ama y Sancho, en la inagotable herencia recibida del inmortal don Quijote. Por la cual, bendita herencia, gloria eterna se debe a su padrastro: don Miguel de Cervantes. Quien tan sabiamente se autoproclamó libre nascido y en libertad fundado.

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