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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal
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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

Los responsables de las opiniones recogidas en este blog son sus propios autores.

La conjura de los necios o de cómo López Miras nos toma el pelo

El presidente del Gobierno regional, Fernando López Miras, en la rueda de prensa

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Una de las mayores sorpresas que me llevé durante mis trabajos etnográficos en Murcia, fue encontrar en Totana un concepto que me indicaba una forma de cantar única que todavía no había sido relatada por ningún estudio previo. Esa idea era la de “queo”, la cual hace referencia a una estética del canto casi olvidada, absorbida por otros modos de expresar las voces que se han ido imponiendo. Como me decía una entrevistada, era muy diferente a la estética del “queo andaluz” que se impuso con la llegada de la radio. Lola Valenzuela, nacida en 1937, lo tenía muy claro, me decía: “Queo es cuando una persona tiene el tono de esa canción”.

El uso de una palabra para identificar la estética óptima para un canto no es exclusivo del caso totanero, lo que es llamativo es el motivo por el cual se utiliza este término. El diccionario de la RAE define “queo” como una interjección que se utiliza para “avisar de la presencia de algo o alguien, especialmente si constituye un peligro”. O como verbo, para “avisar, especialmente para poner en guardia”. Así, durante el primer franquismo, muchas mujeres totaneras se veían con necesidad de transmitir ese peligro con sus voces, ya sea cuando iban a recoger leña o raíces en los caminos que iban hacia Aledo o para avisarse cuando trabajaban en los almacenes del pueblo, un cambio de intensidad en el canto o un gesto auditivamente perceptible podía servir para avisar de la presencia de alguien o algo no conveniente.

La idea de “queo” en referencia al canto se ha ido diluyendo, aunque hoy en día sigue más vigente que nunca encontrar voces en Murcia que sean capaces de ponernos en guardia. Y es eso lo que más me sorprende sobre el escándalo de las vacunas en Murcia, ¿No había ninguno de esos altos cargos que no se planteara que era una situación mezquina? ¿Todos ignoraban el protocolo? ¿Nadie se puso en guardia? ¿Nadie emitió esa voz que avisaba de que no estaban haciendo lo correcto?

Son tantas las veces que las élites murcianas se han sentido impunes, que no ven necesario disimular el menosprecio que sienten hacia la vida de los dominados. Ante tal situación, yo me pregunto si los murcianos viven impregnados por el miedo, un espanto que les hace ciegos a ver quién los está oprimiendo o lo que es peor, son conscientes de quién son los dominadores pero se sienten súbditos, agachando la cabeza una y otra vez ante unas élites indignas. El maltrato que los murcianos han recibido por parte de sus dominadores es ya legendaria, puede que esto conduzca a que los dominados interpreten el rol otorgado por una disposición social cruel. En Murcia ya se ha procurado no crear relatos que dignifiquen a los dominados, reduciendo los enclaves identitarios a golpes en el pecho y a actitudes fanfarronas. 

Bourdieu nos advertía de que la violencia simbólica se utiliza como herramienta para hacernos sumisos, un instrumento que se hace imperceptible al apoyarse en unas expectativas colectivas. Es eso, y no otra cosa lo que hace el presidente murciano, Fernando López Miras, cuando utiliza la repugnante falacia (un falso dilema) donde crea un horizonte entre “los profesionales de la sanidad de la Región o los presos de otra comunidad autónoma”. Es intolerable tener un presidente tan maniqueo. Las élites se protegen, así, la maquinaria para encauzar este desbarajuste se ha puesto en marcha y la prensa murciana empieza a generar un relato que por un lado, condena lo sucedido, pero que por otro lado, empieza a encauzarlo. De tal manera, Alberto Aguirre de Cárcer, en su columna de La Verdad nos viene a proponer que sea la Asamblea quién analice lo sucedido, ya que puede salvaguardar la ley de protección de datos. Esta propuesta no solo es naif, sino que nos toma por estólidos. ¿Nos está hablando de la misma Asamblea que se vacunó de gripe teniendo a 170 pacientes de riesgo en espera? La decencia y la lógica nos dice que debemos, por un lado, hacer un jucio moral contundente sobre los vacunados antes de tiempo y por otro lado, y más importante, crear el clima necesario para que los verdaderos profesionales de nuestra Región puedan visibilizar sus voces, revivir ese “queo” murciano, tal y como sucedió con esos enfermeros que se negaron a vacunar a los diputados. En estos lamentables sucesos se ha puesto de manifiesto

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