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Murcia y aparte es un blog de opinión y análisis sobre la Región de Murcia, un espacio de reflexión sobre Murcia y desde Murcia que se integra en la edición regional de eldiario.es.

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Huracán `Santi´

Santiago Abascal en un mitin en Murcia

Elisa Reche

Muchos politólogos dieron por victorioso a Pablo Iglesias en los debates televisados entre los candidatos a la presidencia del Gobierno los pasados 22 y 23 de abril. Sereno, respetuoso y asertivo, Iglesias logró explicar su programa electoral sin entrar en el fango con el que se ensuciaron Albert Rivera, Pedro Sánchez y Pablo Casado.

Aunque las formas de Iglesias destacaron sobre el resto, también pusieron de manifiesto un giro a la derecha del líder de Podemos frente a la retórica incendiaria que le ha caracterizado desde que se diera a conocer en las tertulias televisivas. ¿Dónde queda ese impulso de “asaltar los cielos” que un día proclamó frente al Iglesias que pasea un ejemplar de la Constitución de un plató a otro rebuscando artículos entre sus páginas? Hasta el periódico The New York Times en español, que no destaca por su radicalismo, sólo salva el comportamiento del Iglesias en dichos debates.

Además de reconocer que el paso del tiempo, la política parlamentaria y las crisis a las que se ha enfrentado una y otra vez la formación morada en los últimos tiempos habrán hecho mella en Iglesias, creo que la causa principal para que se haya producido ese volantazo a `su´derecha no ha sido otro que la fuerte irrupción de Vox, dirigida por otro líder que comparte ese toque mesiánico o carismático, según se mire, como es Santiago Abascal o el huracán `Santi´, que ha sacudido desde el primero al último partido político del arco parlamentario español.

Se habla a menudo de cómo Vox ha arrastrado al Partido Popular y Ciudadanos a posiciones políticas cercanas a la extrema derecha, pero lo que no se dice tanto es que el partido de Abascal también ha hecho que Pablo Iglesias se presente como un líder mesurado y casi como un socialdemócrata de toda la vida.

La aparición de Vox en la campaña electoral con tanta fuerza tras obtener de forma totalmente sorpresiva doce escaños en Andalucía también ha afectado a Pedro Sánchez. De la imagen de héroe solitario que se enfrentaba a la nomenclatura de su partida y al statu quo en las anteriores elecciones al hombre de Estado de hoy para el que publicaciones liberales como el Financial Times piden el voto.

En el mitin que dio Santiago Abascal el domingo 21 de abril en el Pabellón Príncipe de Asturias en Murcia, al que acudieron 4.000 personas mientras que alrededor del millar se quedó en la puerta sin poder entrar, el líder de Vox ni si quiera pidió el voto a quienes habían apoyado previamente a PP o Cs, sino que directamente se dirigió a los votantes socialistas con total traquilidad.

No me atrevo a vaticinar el número de diputados que Vox obtendrá en las elecciones que se celebran el domingo 28 de abril, pero intuyo que serán muchos. No me extrañaría que quedaran como tercera fuerza política a nivel nacional y como segunda en la Región.

Las razones para la explosión de este partido de extrema derecha, desgraciadamente, son muchas, y todas apuntan en la misma dirección. Desde motivos nacionales como el desgaste por la corrupción del principal partido conservador de España, pasando por la locura que se apoderó de los líderes separatistas y que está marcando tortuosamente la agenda política en el resto del país desde entonces. Otra causa hay que buscarla en la inacción y falta de diálogo del gobierno de Rajoy durante años.

Otra motivo que recorre como una corriente subterránea los acontecimientos actuales nos retrotrae al franquismo. La modernidad se convirtió en hegemonía cultural en España a raíz de la llegada de la democracia en un proceso exprés. Mientras que la modernización de valores sociales en el resto de Europa comenzó tras el fin de la Segunda Guerra Mundial, esos cambios empezaron a desarrollarse en España tres décadas más tarde, a partir de la muerte de Franco en 1975.

Parece como si el péndulo de la Historia hubiera dado un vuelco repentino y todos los valores más rancios y casposos que inculcó el franquismo durante 40 años y que estaban en gran medida silenciados hayan encontrado en Vox una perfecta válvula de escape. De ahí los toreros, militares y antiguos simpatizantes nazis que pueblan sus filas. Franco, en la que tumba que sea donde vaya a estar, se removerá contento.

Por otra parte, la ola de la extrema derecha se está imponiendo en muchos países ante la impotencia de los Estados-nación y la clase obrera y media que habita en ellos frente a la fuerza del capitalismo global. Presuntamente se acabó la crisis, pero las clases medias se han empobrecido y no se vislumbra ninguna perspectiva de recuperar el nivel de empleo ni de sueldos previo a 2008.

La Unión Europea no ha sabido estar a la altura de las circunstancias más allá de la austeridad. Estamos asistiendo al declive de Europa y de Occidente. Son tiempos turbulentos, oscuros en los que los cantos de sirena que ensalzan una Arcadia feliz -en este caso una España del Cid Campeador y de la Reconquista- hacen eco en mucha gente harta y desesperada. Cómo hacer que la izquierda tenga capacidad de acción y de defender la justicia social y la igualdad en un mundo globalizado es la gran respuesta. Cómo hacer que el electorado de izquierdas se movilice y entienda la dimensión de lo que ocurre, es la gran incógnita, junto con la dimensión del apoyo a Vox, que se desvelará en las elecciones del domingo.

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