Ya están aquí, han venido para quedarse. El cambio climático tiene sus secuelas de aumento de temperaturas y fenómenos extremos como las olas de calor, así como sus consecuencias ambientales y de salud pública. Las olas de calor han ocurrido en el pasado, pero el cambio climático está haciendo que estos eventos se conviertan en más extremos, más largos y más frecuentes.
El calentamiento global, generado por un mayor porcentaje de las emisiones de gases de efecto invernadero, está intensificando la frecuencia y presencia de las olas de calor en todo el mundo. La Organización Metereológica Mundial señalaba el año 2024 como el más cálido jamás registrado. La situación de altas temperaturas mantenidas durante días, se han dado también en otros países de Europa, como Francia, Reino Unido e Italia o Grecia; además de España.
Las olas de calor aumentan los impactos de la sequía, incrementan la virulencia de los incendios forestales, aumentan la contaminación por ozono troposférico, la inseguridad hídrica, y las pérdidas agrícolas; lo que causa daños importantes a las comunidades. Las olas de calor afectan la superficie terrestre y los océanos. Estas causan mortalidad de plantas, animales y peces, lo que puede generar una reducción actual y futura de la cantidad y disponibilidad de alimentos. El calentamiento global intensificará los efectos de las olas de calor sobre la salud.
Con la primera ola de calor del verano se están disparando los niveles de ozono en el aire del centro y sur de la península ibérica, por efecto combinado de la elevada radiación solar y de las emisiones contaminantes del tráfico rodado, el transporte y la mayor generación eléctrica en centrales térmicas. La Aemet prevé que el mes de agosto será de los más cálidos en nuestro país desde que hay registros. Casi la mitad de los municipios de nuestra región han superado los 44 grados el 16 y el 17 del mes.
Nuestras ciudades y nuestro territorio no están preparados para estas olas calor que van a ser cada vez más significativas en un próximo futuro. Los modelos urbanísticos que imperan en la principales ciudades de nuestra región (Murcia, Cartagena, Lorca o Molina) con plazas y calles, con nula o escasa vegetación, contribuyen a producir efectos de isla de calor que exacerban sus efectos. El efecto isla térmica, causado por la retención y generación de calor en entornos urbanos es debido a la edificación, las superficies que absorben el calor, el tráfico y los sistemas de refrigeración que eleva las temperaturas, sobre todo nocturnas.
También nuestros mares, el Mediterráneo y Mar Menor, se calientan con los riesgos de pérdida de biodiversidad e hipoxia en el caso de nuestra laguna, Se van convirtiéndose así en mares tropicalizados.
La pobreza energética es uno de los factores que más condicionan la capacidad de respuesta frente al calor. El calor evidencia la desigualdad en nuestras ciudades. Los barrios de menor renta suelen tener temperaturas más elevadas por contar con menos cobertura vegetal y espacios verdes y también edificios y viviendas peor acondicionadas. Se deberían incluir políticas públicas que permitan la rehabilitación de viviendas para garantizar que estén bien aisladas y priorizar las actuaciones en los barrios más sensibles al calor extremo. Por otro lado, los trabajos con mayor exposición a las temperaturas y riesgo de golpes de calor son la agricultura, la construcción o la limpieza viaria.
Se necesitan programas específicos de renaturalización urbana y despavimentación de nuestras ciudades, aumentar los refugios climáticos y un control más exhaustivo de las emisiones efecto invernadero y contaminación atmosférica (ozono troposférico y partículas) para luchar contra las olas de calor extremo. Las calles y plazas, los alcorques, las rotondas, los muros de piedra o los jardines permiten acoger intervenciones con un impacto muy positivo en la biodiversidad urbana.
Renaturalizar las ciudades de nuestra región es un objetivo a cumplir: la naturaleza es fundamental para luchar contra las temperaturas extremas al contribuir a proporcionar sombra y reducir la temperatura. También limpia el aire de contaminantes, reduce la contaminación acústica, fomenta el bienestar, la actividad física y la salud mental y da refugio a la fauna urbana. Los parques y zonas verdes, el arbolado, las fachadas y azoteas verdes y los huertos urbanos son formas de aumentar la cobertura vegetal urbana de manera que afronten las olas de calor en nuestras ciudades.
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