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Alonso Yáñez Fajardo I, guardián de la frontera y origen de un linaje esculpido en piedra en la Catedral de Murcia

Fachada principal de la Catedral de Murcia, joya del barroco internacional de excepcional belleza y única en su género. ARCHIVO

Gloria Piñero

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Murcia cumple 1200 años. Doce siglos desde que la ciudad emergiera en las tierras bajas del Segura, entre huertas y acequias, haciendo realidad el sueño del emir Abderramán II. Desde entonces, muchos hombres la gobernaron, la defendieron, la amaron. Pero pocos dejaron una huella tan decisiva, poderosa y duradera como Alonso Yáñez Fajardo I, adelantado mayor del reino, arquitecto del poder señorial murciano y patriarca de una dinastía que, siglos después, esculpiría su memoria en las piedras sagradas de la Catedral de Murcia.

A mediados del siglo XIV, cuando las fronteras entre Castilla y el Reino de Granada ardían en conflictos perpetuos, Murcia era tierra de paso, escaramuzas y alianzas inestables. La Corona castellana estaba entonces sobre la cabeza de Pedro I, de la Casa de Borgoña, llamado por el pueblo 'el Justiciero' y por los nobles 'el Cruel'.

El monarca buscaba consolidar su poder en un territorio que había sido integrado formalmente en 1243 en virtud del Tratado de Alcaraz, firmado por el infante Alfonso de Castilla —futuro Alfonso X—, en calidad de apoderado del rey Fernando III el Santo, y los representantes de linajes señoriales musulmanes del, hasta entonces, emirato murciano.

Murcia, que aún conservaba una fuerte identidad de frontera con minorías mudéjares activas e importantes tensiones nobiliarias, era un espacio geoestratégico muy disputado. Por eso, en aquella época, el cargo de adelantado mayor del reino, la figura de representación militar, judicial y gubernativa del rey en los territorios periféricos, era un instrumento clave de control territorial: no solo ejercía autoridad en nombre del rey, sino que, en muchos casos, acababa convirtiéndose en un poder autónomo de facto.

El primero de una dinastía de guerreros, gobernantes y mecenas

La convulsa situación política también era propicia para el ascenso social de los llamados linajes menores que, con el tiempo, como apuntaron los historiadores medievalistas Julio Valdeón o María Isabel del Val, lograrían convertir funciones públicas en un verdadero capital hereditario.

Entre ellos, se encontraba el de los Fajardo, cuyo origen parece encontrarse en una familia de caballeros gallegos vinculados a la Orden de Santiago que, décadas antes, se había establecido en el Reino de Murcia.

Era la época de la guerra civil entre petristas y trastamaristas. Alonso Yáñez Fajardo fue nombrado lugarteniente de Fernán Pérez Calvillo, adelantado mayor del Reino de Murcia, y luchó contra los que, como Pedro López de Ayala, habían tomado partido en el territorio murciano por el futuro rey Enrique II, de la Casa de Trastámara.

Batalla de Nájera entre las tropas del rey Pedro I de Castilla y las de su hermanastro Enrique de Trastámara, aspirante al trono, representada en el Manuscrito de las Crónicas de Jean Froissart

Cómo evolucionó el pensamiento político de Yánez Fajardo es algo que la historiografía no ha logrado desentrañar, pero lo cierto es que no tardó en ganarse la confianza del nuevo monarca y fue nombrado por Juan Sánchez Manuel, conde de Carrión, primo hermano de la Reina consorte, Juana Manuel de Villena, y adelantado en Murcia, como su lugarteniente.

Tal y como sostuvo el catedrático de Historia Medieval española, Juan Torres Fontes, las pretensiones del conde eran mantener el poder que su familia había ejercido en el Reino de Murcia para favorecer sus intereses personales.

Unas ambiciones que chocaron con las propias de Alonso Yáñez Fajardo, quien, con el apoyo de algunos de los linajes que controlaban la capital murciana, pasó de ser su segundo a convertirse en su principal opositor. Hasta el punto de que Juan Sánchez Manuel fue acusado de tenderle una emboscada en Peñas de San Pedro, hoy en Albacete, que estuvo a punto de costarle la vida.

Por este episodio, Enrique II ordenó al conde a abandonar Murcia y nombró a Alonso su adelantado, un cargo en el que luego le refrendaría Juan I. Así, empezó a consolidar su influencia en el reino murciano y a gestarse una dinastía de guerreros, gobernantes y mecenas.

La ambición de una casa menor que se convirtió en hegemónica

Alonso Yáñez Fajardo utilizó el poder y la riqueza para ampliar sus dominios. Al Concejo de Mula le compró la morería de la Puebla de Mula en 1373. En 1381, por 95.000 maravedís, el entonces marqués de Villena le vendió Librilla. En 1387, por donación real, adquirió Alhama. Y, en 1395, un año antes de su muerte, Enrique III le concedió el Señorío de Molina Seca (hoy, Molina de Segura) en pago a los servicios prestados.

Vista aérea del Castillo de Los Vélez en Mula. AYUNTAMIENTO DE MULA

Pero también utilizó los matrimonios como alianzas políticas y territoriales para consolidar su linaje emergente frente a otras casas nobiliarias tradicionales en Murcia.

Se casó en dos ocasiones. Primero con Mencía López de Ayala, hija de Pedro López de Ayala, señor de Campos y Albudeite. De ese matrimonio nacieron Juan Alonso Fajardo, Pedro López Fajardo (futuro comendador de Caravaca) y Beatriz Fajardo, que unió su familia a la de los Soto.

Después lo hizo con Teresa Rodríguez de Avilés, con quien concibió a Alonso Yáñez Fajardo II (continuador del linaje), Gonzalo (futuro comendador de Aledo y Moratalla), Guiomar e Isabel Fajardo, quien extendió la red de alianzas familiares mediante su casamiento con Sancho Sánchez Dávila, señor de San Román.

Esto permitió a los Fajardo convertirse en una casa hegemónica en Murcia, consolidar su posición frente a la nobleza tradicional y allanar el camino para que sus descendientes controlaran grandes extensiones del Reino de Murcia durante siglos.

Expulsión, muerte y recomposición del poder familiar

A pesar de su fulgurante ascenso, en 1391 el conde de Carrión y sus partidarios consiguieron expulsar a Alonso Yánez Fajardo de la ciudad de Murcia. Eran los momentos más cruentos de la guerra señorial entre los linajes de los Manuel y los Fajardo.

En 1396 el jerarca falleció, parece que por causas naturales. Tres años después, el canciller Ayala y el nuevo adelantado de Murcia nombrado por Enrique III, Ruy López Dávalos, pusieron fin al conflicto entre dinastías, con los Fajardo apartados del poder.

Solo fue un contratiempo pasajero: la semilla ya estaba plantada. Tras la posterior caída de los Manuel, los hijos y nietos de Alonso Yáñez Fajardo I lograron recomponer el poder familiar. La consolidación del linaje Fajardo Avilés —que tendría más influencia que la rama Fajardo Ayala— llegó con el nombramiento, en 1424, de Alonso Yáñez Fajardo II como adelantado mayor del Reino de Murcia, cargo que convirtió en hereditario. La casa Fajardo prosiguió su ascenso social entre la nobleza castellana y alcanzó su cénit con el marquesado de los Vélez, concedido en 1507.

Un linaje tallado en piedras catedralicias

Aunque Alonso Yáñez Fajardo I no vivió para ver terminada la Catedral de Murcia (su construcción, sobre el solar de la antigua mezquita aljama, se inició dos años antes de su muerte) el linaje que fundó fue determinante en la historia del templo.

Exterior de la fabulosa Capilla de Los Vélez, en la que se observa la cadena que la rodea y el escudo familiar. WIKIMEDIA COMMONS

Su bisnieto, Pedro Fajardo y Chacón, primer marqués de los Vélez, sería quien culminó la construcción de la imponente Capilla de los Vélez, una joya única del gótico flamígero con elementos románicos, góticos, mudéjares y retazos del incipiente Renacimiento, que hacen de puente entre dos épocas.

De planta octogonal y anexada a la catedral por su ábside, está cubierta por una bóveda estrellada de terceletes de gran belleza —de las más complejas de su tiempo—, con nervios que se entrecruzan formando una telaraña de piedra.

En su exterior, en la plaza de los Apóstoles, dos hombres “salvajes” sostienen el escudo de los Fajardo, que recuerda a quién se debe parte del esplendor del templo.

Bóveda estrellada del interior de la Capilla de Los Vélez. SALZILLO.COM

Porque la capilla, declarada Monumento Nacional en 1928 y considerada Bien de Interés Cultural, fue concebida para servir de panteón familiar —aunque nunca llegó a utilizarse como sepulcro— y afirmación del poder de los Fajardo. Su estructura es una exaltación de este linaje y alberga inscripciones con frases devocionales y lemas heráldicos que destacan el orgullo por su ascendencia. Como los noventa eslabones de la famosa cadena que la rodea, tallada en dura piedra caliza, y que parece aludir a los cautivos cristianos liberados por los Fajardo en sus pugnas con los musulmanes.

Dicen que cada ciudad guarda en sus cimientos los nombres de aquellos que la hicieron temblar. Nombres que el tiempo no borra y que permanecen durante siglos en la memoria colectiva. En Murcia, uno de ellos es el Alonso Yáñez Fajardo I. Él habitó la frontera y su nombre fue el primero de una estirpe legendaria en Murcia. Su Catedral no se entiende sin los Fajardo, y los Fajardo no se entienden sin Alonso.

Para conmemorar su figura, y otras relevantes de la historia murciana, la ciudad está inmersa ya en la celebración de los numerosos eventos culturales programados dentro del proyecto 'Murcia 1200', organizado por el Ayuntamiento, que busca su consolidación como destino turístico de referencia.

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