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Tere Sáez, de Lunes Lilas: “Todas las revoluciones tienen vuelta atrás, y el feminismo y la igualdad no están garantizadas, hay que pelearlas”

Tere Sáez, de Lunes Lilas

Amaia Otazu

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Teresa “Tere” Sáez atiende a este periódico en un bar de Pamplona, y la entrevista arranca con una lista de preguntas planificadas que, poco a poco, deriva en una conversación que va más allá de lo técnico. Tere Sáez es pedagoga, orientadora escolar y técnica de Igualdad de Oportunidades en Estella-Lizarra, y fue parlamentaria por Podemos-Ahal Dugu durante la última legislatura. Tere Sáez habla sobre el feminismo como una forma de ver la vida que “entra en vena”. Reconoce que durante la primera huelga masiva del 8M de hace dos años no pudo parar de llorar de la emoción porque esta ha sido una “revolución lenta pero real”. Es fundadora de la asociación feminista de Pamplona Lunes Lilas, que ha organizado, junto con otros colectivos, diversas charlas sobre la violencia machista en el marco del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

¿Cuándo y por qué nació la asociación Andrea-Lunes Lilas?

Surgen en diferente momento. Andrea nace en los años 80, es una de las primeras asociaciones con carácter feminista que surge en Navarra, y lo hizo para atender a mujeres que vivían situaciones muy complicadas, o bien por separaciones o por malos tratos. Nació como una ONG de mujeres que apoyaban a otras mujeres para que saliesen adelante y verbalizasen lo que les ocurría, en un momento en el que cuando una mujer aparecía con un ojo hinchado todavía se decía que se había dado con la puerta del armario. Esta asociación ayuda a que este problema esté presente en la sociedad y empieza a reivindicar medidas. De hecho, consigue tener el primer centro de acogida en Pamplona. Lunes Lilas surge en el 2007 y es una iniciativa que viene de la mano de mujeres supervivientes de violencias que se dirigen a nosotras para que realicemos, al menos una vez al mes, un acto de visibilización en la plaza del Castillo, como hacen las Abuelas de la Plaza de Mayo. Es decir, que no salgamos solo el 25 noviembre, sino que estemos recordando todo el año que la violencia machista existe.

Un hecho que marcó el desarrollo de la asociación fue el asesinato de Nagore Laffage..

Sí, cuando llevábamos siete u ocho meses asesinaron a Nagore Laffage. En ese momento, en Lunes Lilas tuvimos muy claro que había que dar respuesta y apoyar a la familia. Creo que fue un tema muy importante en Navarra, en todo el Estado y más allá. Años atrás habíamos vivido el caso de Ana Orantes, que fue asesinada y que abrió al mundo y a los medios de comunicación la cuestión de los malos tratos. Nagore Laffage, en el tema de la violencia sexual, supuso prácticamente lo mismo. Casos como el de Nagore Laffage había unos cuantos, pero se quedaban solas, nadie les hacía caso, y las familias estaban desesperadas. Aquí la diferencia fue que hubo un movimiento feminista detrás, que hubo movilizaciones muy fuertes durante todo el juicio, y luego también, en el caso de Nagore, el hecho de que conociésemos a Helena Taberna y se prestara a hacer la película... Fueron una suma de cosas que ha hecho que sea un referente, algo que se está trabajando en centros educativos en todos los lugares, y que hizo que la violencia sexual apareciera en la sociedad.

¿Hasta qué punto sirven casos como el de Nagore Laffage o el de La Manada para despertar a la sociedad?

Es evidente que sí sirven. Como muchos temas, aunque sea algo que pase cotidianamente, hasta que no salta a la sociedad..., pero el hecho en sí mismo y por sí solo no hubiera saltado a la sociedad. Salta porque hay todo un movimiento detrás que, en este caso, se une a una familia; y porque hay movimientos también cineastas, etc., que hacen que realmente incida muchísimo en la sociedad, en las peñas... Además, gran parte de la sociedad navarra salió a las calles por el caso Nagore por cómo era el hecho en sí, porque es asesinada una chica que es ella la enfermera, la pobre, la mujer; y él, un hombre psiquiatra, del Opus, etc. Todo eso influyó. Creo que en ese momento salió mucha gente sin la conciencia clara con el tema de la violencia sexual, pero con la rabia de cómo puede suceder esto. Lo que hemos hecho desde el movimiento ha sido aprovechar todo eso que se creó para trabajar el tema de la violencia sexual e ir concienciando y sensibilizando.

¿Cómo realizáis esa labor de concienciación y de apoyo?

Tenemos el grupo de autoapoyo de supervivientes, que se apoyan unas a otras escuchándose. En Lunes Lilas, lo que hacemos son grupos de crecimiento, empoderamiento y de acogida de las mujeres. A partir de ahí, pues unas a otras se acompañan. Una cosa en la que insistimos es en que ninguna mujer vaya sola a los juzgados porque primero, va con miedo, va con dudas, y porque además, llevamos impregnado en el cuerpo aquello de “no me van a hacer mucho caso”. Por eso es muy importante que vaya acompañada por mujeres que sí saben moverse allá y que, sobre todo, le van a dar la seguridad de que no está sola. De hecho, el Pacto de Estado que se firmó hace dos años con el tema de la violencia machista reconoce como una necesidad social, oficial e institucional que existan los grupos de apoyo a mujeres para que no vayan solas a Juzgados o a cualquier institución. En Lunes Lilas también hacemos la primera asesoría jurídica para situar un poco a la mujer que llega. Luego, intentamos utilizar los recursos públicos que haya, pero nosotras damos esa primera asesoría para explicarle cuáles son sus derechos. Por otra parte, hacemos las primeras acogidas psicológicas y derivamos hacia la parte pública, pero sobre todo, somos ese lugar que le tiende la mano y en el que se encuentra con las iguales, que ya han pasado por ello.

¿Qué actividades organizáis?

Nosotras tenemos muchos lemas, pero hay dos muy importantes. Uno de ellos dice que contra la violencia machista solo y exclusivamente hay una vacuna, que es la igualdad y el feminismo. Por lo tanto, lo que hacemos es trabajar porque la igualdad y el feminismo sean posibles y reconocidos socialmente por toda la ciudadanía. Para ello, hacemos sensibilización, formación, campañas, protestas... Y además, hay que combinarlo todo: protestar ante las injusticias de la justicia patriarcal, hacer buenas campañas de sensibilización, formación, talleres, charlas... Y lo hacemos durante todo el año.

¿Cuántas personas trabajan en la asociación? ¿Hay hombres?

En Lunes Lilas, sí. En Andrea era solo una ONG de mujeres. En Lunes Lilas, los hombres que quieran trabajar por la igualdad tienen espacio. En las concentraciones [el primer lunes de cada mes] en la Plaza del Castillo participan hombres, aunque tengo que decirte que tampoco son tantos.

¿Hasta qué punto un hombre puede ofrecer esa formación feminista y en pro del empoderamiento femenino?

No sé si tanto sobre el empoderamiento, pero desde luego, a favor de la igualdad y del feminismo, sí. El feminismo tiene un objetivo, que es acabar con un sistema opresivo y heteropatriarcal. Un hombre tiene que saber que en este sistema tiene privilegios y que tiene que empezar a dejarlos. Insisto, no hay muchos, pero sí hay hombres dispuestos. Yo creo que eso es importante tenerlo presente. Lo mismo que no todas las mujeres son feministas. Puede haber mujeres a las que les interesa la igualdad y eso es muy loable, pero ya ir más allá, no van. Yo creo que cuando rozas y conoces el feminismo entra en vena. Con los hombres, el problema es que tienen que hacer el proceso contrario, nosotras también tenemos que deconstruir todo lo que hemos aprendido, pero es que ellos, encima, tienen que hacer el proceso de quitarse las ventajas, y es costoso. Los hay, son grupos minoritarios, pero cada vez hay más grupos de hombres. Les pedimos a los hombres que hagan ese proceso y que, además, salgan valientemente diciendo “yo soy hombre, pero no quiero ser machista”. Es una diferenciación importante porque nosotras no tenemos nada en contra de los hombres, tenemos en contra de los machistas, del machismo.

Es un proceso de aprendizaje...

Las mujeres llevamos el viento a favor porque salimos de abajo y de la opresión, pero los hombres tienen que ver también que una vida entre iguales es maravillosa. Por otra parte, los privilegios que tienen, para algunos son una mierda. De hecho, algunos así lo empiezan a verbalizar. Es decir, un hombre que no puede estar contigo hablando de las cosas de la vida, de sus padres, de sus hijos, de lo que le importa, la afectividad o llorar...; o que le obliga a realizar un tipo de trabajo solo y le niega otros porque no puede estar en el trabajo de cuidados o de limpieza... Eso también es un recorte para los hombres, con lo cual el sistema patriarcal no es bueno para nadie. Lo que hay que hacer es ponerse las gafas, verlo y decir: “Yo soy hombre, pero no tengo por qué ser machista”

Poco a poco se van incorporando cada vez más hombres. ¿Cómo valoraría esa evolución?

Lenta, muy lenta. Los hombres tienen mucha más resistencias por lo que te digo, porque nosotras tenemos muy claro que ese cambio en un futuro es mucho mejor para nuestras vidas, pero ellos viven una situación cómoda, la parte buena de la película. Y claro, cambiar es más costoso, pero lo puedes cambiar. Es como cuando me tengo que poner en una situación de privilegiada blanca del norte, pues me tengo que poner en situaciones donde me cuesta y tengo que hacer renuncias y aprender. La incorporación de los hombres, pero entre la gente joven parece que se va avanzado.

Estos días hemos conocido que el 38% de las denuncias por violencia machista en Navarra las interponen mujeres de entre 14 y 30 años. Y que en lo que llevamos de año, se han contabilizado 61 denuncias de mujeres menores de entre 14 y 30 años. ¿Estos datos se deben a que están resurgiendo los estereotipos machistas o a que nosotras somos más conscientes de lo que nos ocurre y nos aprestamos a poner la denuncia?

Yo creo que se debe mucho más a la segunda parte, que no quita que la otra también lo sea. A mí me parece que ahora hay más gafas, que ahora vemos más. Lo más importante que hemos conseguido los movimientos ha sido precisamente eso, que haya conciencia entre las mujeres de qué supone este sistema patriarcal en nuestra vidas. ¿Antes quién ponía una denuncia por una violación? Porque eso te lo comías. Y mucho menos la ponías porque te habían tocado el culo o las tetas. Ahora hay una gran sensibilización, una no aceptación de todo eso en nuestras vidas, y por lo tanto, hay más denuncias. A mí eso me parece un paso adelante. Lo otro,[el que hayan resurgido estereotipos machistas], bueno, yo me he encontrado, sobre todo en estos tres últimos años, hombres de todas las edades que me escuchaban con el tema de la violencia sexual, y me decían, jo, es que no lo había pensado nunca y ahora oyéndoos me estoy haciendo una idea de lo que significa. Y ahí yo digo, no lo habíais pensado porque esto os parecía lo natural, y me alegro de que por fin hayamos conseguido dar el paso de que ya no es lo natural, que os lo estáis cuestionando y que estáis aterrorizados oyendo lo que estáis oyendo. Entonces, yo creo que eso sí se ha conseguido en algunos chavales y en hombres de más edad. Esa consciencia se ha producido en los últimos años, y ese es el salto se ha dado, aunque no quita que haya hombres que están reaccionando en contra porque no les gusta nada.

A veces se escucha aquello de “ninguna feminista me va a imponer cómo tengo que ser mujer. ¿Hay rechazo entre las propias mujeres? ¿Cómo se llega a este colectivo?

Primero, aclarando qué es el feminismo. El feminismo no quiere imponer a nadie cómo hay que ser mujer. El feminismo lo único que dice es que las mujeres podamos ser libres para decidir cómo queremos ser mujeres. No todas iguales, sino que cada una pueda decidir cómo quiere serlo. Y que, por lo tanto, se garantice la igualdad de derechos y de oportunidades para nosotras también, en todos los contextos. Ese es el fondo del feminismo. Si algo hace el feminismo es no imponer nunca nada. Nosotras somos muy diversas. Yo lo único que le diría a una mujer que piensa que el feminismo es una mierda es que si está trabajando fuera de casa, si está votando, es gracias a una feminista; que puede decidir si quiere tener hijos o no gracias a una feminista. Nuestro objetivo no es uniformar a las mujeres, sino que todas las mujeres podamos tener la garantía de decidir sobre nuestro futuro, sobre lo que queremos ser, hacer, sentir, con quién estar, y eso antes no era posible para nosotras. Las mujeres eramos objeto, no hemos sido sujeto ni de la historia ni de la vida. Hemos sido un objeto sexual, un objeto económico, un objeto de belleza. Por ejemplo, la ciudadanía se consigue con el voto, y mientras no votábamos, no eramos sujetos. Lo que hemos hecho es conseguir la igualdad, pasar a ser sujetas, activas y ciudadanas.

Hace dos años se celebró la primera “huelga masiva” del 8M, cuando mujeres mayores y jóvenes salieron juntas a la calle. ¿Cómo lo vivió?

Hace dos años, cuando salí a la calle, empecé a llorar de emoción. No podía parar. Solo podía pensar que eso era verdad, que lo habíamos conseguido. Ha sido una revolución lenta pero real. El feminismo es una de las mejores revoluciones, no ha tenido que usar la violencia. Lo que ha hecho es ir convenciendo para que, de pronto, podamos estar ese 8 de marzo todas las mujeres jóvenes y mayores en la calle. Lo bonito del 8 de marzo fue la unión, las escenas de abuelas con nietas... Yo me pegué llorando como cuatro horas. Fue espectacular. Y oye, vamos a ponernos la medalla de esto, chicas. Lo que hoy estamos viendo y sintiendo en las calles es producto del trabajo, no nuestro, sino de miles de mujeres que vienen trabajando en este tema mucho antes que nosotras. Fue una emoción y sensación de éxito porque ha sido una lucha que ha tenido un resultado, un resultado apoteósico que está transformando a la sociedad y que, a pesar de las resistencias, sigue transformándola.

¿Tiene vuelta atrás esta revolución?

Todas las revoluciones tienen vuelta atrás, y eso es muy importante tenerlo claro. Por eso hay que continuar muy unidas y no pensar que esto está conseguido y que está ya garantizado para siempre. Los derechos siempre hay que estar defendiéndolos. Algunas veces los defendemos con mucha más ilusión porque los tenemos ya, y otras todavía están muy por abajo. Y eso me parece un mensaje importante para las que venís detrás. El feminismo y la igualdad no están garantizadas. Hay que mantenerlas y pelearlas. Si escuchamos lo que se ha dicho, por ejemplo, en estas campañas electorales, es evidente que hay todo un movimiento de reacción fuerte. Y uno de los ejes más importantes y contra los que se dirige es el feminismo.

Aquí en Navarra tenemos un caso peculiar con el programa de coeducación Skolae... Las primeras impresiones son buenas, pero se acusa a los impulsores de imposición de ideología de género.

Eso fue vergonzoso. Me pareció vergonzosa la campaña que hicieron grupos navarros como UPN por intereses políticos. No estaban valorando el programa, querían hacer una batalla política y punto. Mira, otros grupos ya sé lo que son, pero UPN ha estado apoyando las cuestiones de coeducación mientras han llevado ellos el Instituto Navarro de Igualdad, hace cuatro años. ¿De qué estáis hablando ahora? Estáis priorizando la política sobre una verdadera transformación social de las personas. Antes te he dicho, la única vacuna es la igualdad. Para la violencia sexual y para todas las violencias machistas, hay que trabajar los buenos tratos y la educación sexual y afectiva basada en la igualdad. Si no se trabaja eso, no hay transformación posible. Solo con campañas no se cambia. Entonces, llámalo como quieras, Skolae o programas de coeducación y educación afectivo sexual. Desde cero años hasta que morimos, esto debe estar garantizado, y todo el mundo tiene que tener ese derecho. Es fundamental saber relacionarse, saber más de la igualdad y tener unas relaciones sexuales consentidas, queridas y deseadas, y eso solo se consigue trabajando desde la educación. En el Parlamento, yo miraba a UPN y pensaba, ¿cómo podéis decir estas burradas? Yo soy hija de las políticas de UPN, he sido técnica de igualdad cuando gobernaba UPN, que fue quien propició que se hiciera la formación de las técnicas de igualdad y los programas de coeducación. Se han vuelto mucho peores porque están haciendo una rencilla política. Yo siempre pienso que hay temas en los que debería haber un pacto clarísimo de que no se tocan entre todas las personas, se sea de derechas o de izquierdas. Es que es una necesidad básica humana. Las personas, si no trabajamos todo esto, no podemos seguir conviviendo. ¿Cómo convivimos entre los seres humanos si uno me está mirando para violarme en la esquina o si no entiende que no es no o que mis deseos son igual que los suyos? Es que eso es básico para las relaciones humanas.

Habla de partidos de izquierdas, de derechas o liberales... ¿Se puede ser feminista y ser liberal?

Yo soy de las feministas que considera que el sistema patriarcal va unido al sistema capitalista y que, por lo tanto, no pueden convivir. Pero yo sí puedo trabajar con mujeres que sé que están convencidas de la lucha por la igualdad de derechos, y que luego pueden discrepar conmigo en otro asunto. Yo creo que están equivocadas porque el sistema heteropatriarcal no se acaba si no acabas con todo lo demás, pero me parece que hay mujeres muy loables que son liberales en otros tantos planteamientos políticos y que han aportado bastante. De hecho, Clara Campoamor no era una mujer de izquierdas. Clara Campoamor pertenecía a un partido liberal y tachado de derechas, aunque no lo era. Y fue ella quien se curró el derecho al voto. No lo hizo otra diputada magnífica, Margarita Elken, que estaba en la izquierda [votó en contra del sufragio femenino]. Por eso, tenemos que ver hasta donde da cada cosa. Y yo en eso soy muy insistente: lo que nos une, hay que ir a por ello. Por eso yo a UPN le digo que pueden decir que no a otras cosas, pero que cómo pueden decir que no a la coeducación. Yo como feminista me alegro mucho de haber conseguido que mujeres con las que no tengo nada que ver, como las monjas de clausura que salieron diciendo “yo te creo, hermana”, o mujeres como Ana Botín, pues que hayan tenido que salir diciendo “yo soy feminista”. Eso es un triunfo nuestro porque hace años esas mujeres no tenían ninguna necesidad de decirlo. Hemos conseguido que tengan que decir algo que nosotras estamos reivindicando. Eso lo tenemos que ver como un aplauso. Luego ya nos separaremos en lo que tengamos que separarnos, como en todo en la vida, pero tenemos que verlo como un triunfo.

Casi, casi, se ha retirado la pregunta de las entrevistas de ¿es usted feminista?

Ya [risas], es verdad, porque ahora casi nadie se atreve a decir que no. Excepto Vox, que lo tienen claro y que además lo marcan para hacer la diferencia. Antes la respuesta era clara, era “yo no, yo soy mujer, estoy por la igualdad, pero yo no soy feminista”. Esto era lo general. Ahora no, y yo creo que haber puesto en valor el feminismo es un triunfo nuestro. Otra cosa es que se entienda bien lo que es, así que ahora toca otro trabajo, un trabajo de concienciación, de explicación..., pero ponerlo en valor era fundamental y lo hemos conseguido.

¿Y qué es el feminismo o feminismos? ¿Cómo lo definiría?

El feminismo es conseguir una vida donde todos los seres humanos seamos considerados iguales y, por lo tanto, “las” también. Una vida en la que todas seamos sujetas activas, que tengamos los derechos garantizados y que pongamos la vida en el centro de las necesidades de la política. Eso es lo que dice el feminismo, que le demos el valor que tiene a la vida, a la sostenibilidad de la vida, a los cuidados, a todo eso que es lo que nos mantiene realmente. Y que no se lo demos a aquello que la destruye, que es lo que han sido los valores mal llamados “masculinos”. Es llegar a que todo ser humano, sea mujer u hombre, tenga derecho a decidir sobre su vida y a tener los mismos recursos garantizados para ello. Eso es poner la vida en el centro.

Hay voces que apelan por luchar por la igualdad pero piden un tiempo para que la sociedad evolucione. ¿Cómo se trabaja con ellas?

Sí, hay que dar tiempo, pero tampoco ser contemplativas. Las transformaciones son costosas, eso es verdad. Las transformaciones personales y colectivas no son fáciles. Lo que se transforma rápido no ha calado bien. Tenemos que conseguir que lo que entra, se asiente, y se sienta. Porque lo que se siente, se defiende. Lo que no se siente, no se defiende. Hay que hacer sentir en tu vida cotidiana los beneficios y las ventajas de apostar por el feminismo y la igualdad porque son básicas.

¿Por qué decidiste dedicar tu vida al feminismo?

Yo tengo claro que a mí el feminismo me lo metió mi madre en vena. Mi madre era una mujer estupenda que no pudo estudiar. Yo con 13 años, ya en aquellos años, tenía la oreja muy desarrollada. Además, fíjate cómo es la vida. Con 17 años me fui a estudiar a Barcelona y me puse a hacer dedo para bajar de la Autónoma al centro de Barcelona, me pararon dos feministas históricas, que cuando me empezaron a hablar... buf, bueno, ya no lo solté. Una era Empar Pineda, una mujer muy conocida en el feminismo; y Montse Oliván, que murió hace poco tiempo. Pero yo tengo claro que mi madre, en ese sentido, fue una buena educadora. No me lo dijo, me lo demostró, y se esforzó en que yo estudiara.

¿En qué ha cambiado tu vida el feminismo? ¿En qué te ha ayudado para ser la mujer que eres ahora?

Me enseñó que podía ser libre, me enseñó que podía tomar las decisiones por mí misma y me enseñó a quererme y a aceptarme con mi cuerpo, con mi forma de ser, con el hecho de ser mujer. Yo, como muchísimas niñas en aquellos años, era de las que soñaba con ser chico porque los chicos tenían libertad y nosotras, no. El feminismo lo que ha hecho en mi vida es aceptarme, quererme y hacerme vivir con libertad. Tendré obstáculos, como todo el mundo, y tendré que ver cómo lo salto, pero de entrada, por el hecho de ser Teresa, que no me pongan una barrera.

¿Qué próximas metas considera que tenemos ya al alcance de la mano en el plano de la igualdad?

Por ejemplo, ahora mismo, el que la violencia sexual sea considerada violencia machista, que ahora no lo es, por eso tenemos los problemas que tenemos. Eso está al caer porque la justicia ya no puede seguir actuando como si nada. Esto se va a romper. Nosotras tenemos un lema en la lucha contra la violencia sexual, que es que “la vergüenza y la culpa cambien de bando”. Y van a cambiar de bando. No hablamos de miedo porque no queremos que nadie viva con miedo en esta sociedad, ni mujeres ni hombres. Además, creo que también tenemos muy avanzado todo el tema de los permisos de paternidad, que sean iguales porque avanzamos hacia la corresponsabilidad, y también en el tema del reparto del cuidado de las personas, de las criaturas, de las mayores. Yo creo que eso ya lo tenemos cayendo. Otro tema que creo que sí va a caer, no al 100%, pero que sí va a haber modificaciones es en el tema de la igualdad salarial y la brecha salarial. Por lo menos, los mecanismos para poder combatirla, que ahora mismo no existen. Y ojalá muchas más cosas.

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