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El voto rogado silencia la voz de los expatriados

Un grupo de jóvenes españoles celebra una 'misa fúnebre' por el voto robado. |

Miguel Ángel Chica

El barrio de Hard, en el antiguo distrito industrial de Zúrich, presume de una reconversión urbanística que ha convertido la zona en un espacio heterogéneo donde conviven modernos edificios de oficinas, clubes nocturnos, tiendas de moda y viejos almacenes reciclados en restaurantes que recuerdan el pasado obrero del lugar. Lo que hasta hace unas décadas era una enorme extensión de fábricas es hoy una de las zonas de referencia de la ciudad y uno de los muchos puntos de encuentro de Yolanda Candela, Hugo Torres y Manuel Joglar, tres españoles residentes en Suiza que forman parte del reducido grupo de expatriados que ha conseguido rogar el voto para participar en las elecciones generales del próximo 20 de diciembre.

Los tres son integrantes el colectivo Marea Granate de Zúrich constituido, como el resto de mareas granates, por emigrantes españoles organizados para defender y reivindicar sus derechos. La de Zúrich nació en junio de 2014 y desde hace meses ha centrado su actividad en la lucha contra el voto rogado, un mecanismo legal introducido en la reforma de la Ley Electoral de 2011 que obliga a los residentes en el extranjero a pedir el voto en cada cita electoral y que ha reducido drásticamente la participación de los expatriados en la vida democrática del país. 

Los casos de Hugo, Yolanda y Manuel son una excepción. Según la Oficina del Censo Electoral hay 1.875.272 españoles con derecho a voto que residen actualmente en el extranjero, de los que únicamente 115.055 podrán votar en las próximas elecciones, un porcentaje que apenas supera el 6 por ciento. El plazo para rogar el voto se cerró el pasado día 21 de noviembre y a falta de que se complete el recuento (que todavía no incluye los votos rogados el día 21) los datos confirman la tendencia a la baja que arrastra la participación exterior desde que entró en vigor el nuevo sistema.

En las elecciones generales de 2008, antes de la reforma, votaron 383.016 de los 1.201.433 españoles inscritos en el censo de residentes en el extranjero. En 2011, ya con el sistema de voto rogado, la cifra se redujo hasta los 73.294 votos, a pesar de que el censo aumentó hasta el millón y medio de residentes en el exterior. El 20 de diciembre la participación de los emigrantes, que rozó el 35 por ciento en las generales de 2008, se reducirá en mas de 25 puntos.

Del “voto muerto” al “voto rogado”

Del “voto muerto” al “voto rogado”El sistema de voto rogado se puso en marcha en 2011 gracias una reforma de la Ley Electoral pactada por el PP, el PSOE y CiU. El objetivo, según justificaron sus promotores, era acabar con el “voto muerto”, una forma de denominar a un error del propio sistema que propiciaba que, en cada cita electoral, miles de papeletas fueran devueltas debido a fallos de depuración en el censo, principalmente cambios de domicilio y defunciones. Marea Granate denuncia que, a pesar de que esas papeletas devueltas eran una minoría (alrededor de un 0,45 por ciento de los envíos, según sus fuentes) el argumento se utilizó como excusa para aprobar la reforma.

El voto rogado obliga a los españoles que residen fuera de España a pedir el voto en los meses previos a cualquier cita electoral. Quienes están inscritos en el censo como residentes permanentes pueden hacerlo a través de internet después de recibir la documentación necesaria y, posteriormente, depositar su voto en una oficina de correos o en el consulado. Los residentes temporales, aquellos con menos de un año de estancia en el país, disponen de un plazo menor (en esta ocasión siete días, entre el 2 y el 9 de noviembre) y están obligados a registrarse y cumplimentar todo el proceso de manera presencial en el consulado, un requisito que en países como Australia, Estados Unidos o Canadá puede suponer desplazamientos de miles de kilómetros.

“El sistema está concebido para desanimar a los votantes”, asegura Hugo Torres, que cambió Vigo por Zúrich hace tres años. “Muchas veces hay que desplazarse, gastar tiempo y dinero, y aún así nadie te asegura que las papeletas lleguen dentro del plazo y puedas votar”. Hugo dejó España por motivos laborales y después de varios meses encontró trabajo como diseñador web en una compañía de seguros. Cuando analiza la situación se muestra optimista y confía en que su voto contribuya a un cambio. “¿Quién se hubiera imaginado hace dos años que Ada Colau iba a ser alcaldesa de Barcelona? Y ahí está”.

Desinformación en los consulados

Desinformación en los consuladosYolanda Candela llegó a Suiza desde Elche hace siete años con una beca de estudios y tardó muy poco en enamorarse del país. Su pareja se mudó unos meses después y hoy en día los dos tienen trabajo y, de momento, ninguna intención de volver a España. Para Yolanda, el principal problema con el que se encuentran quienes acuden a rogar el voto es la desinformación. “La persona interesada no recibe ninguna información y cuando llega al consulado se encuentra con un personal que no está preparado y que no les informa, por ejemplo, de que al mismo tiempo que solicitan el cambio de domicilio tienen que rogar el voto”.

Son problemas recurrentes en los consulados. Yolanda explica que la Marea Granate en Zúrich ha recibido quejas constantes de españoles a los que no se les ha permitido inscribirse como temporales a pesar de llevar menos de un año residiendo en Suiza, impidiéndoles así el acceso al censo. Sostiene que los plazos y los medios son insuficientes y denuncia que muchos ciudadanos se encuentran con fallos informáticos a la hora de registrar sus solicitudes. Otros no han conseguido hacer llegar sus reclamaciones a la Oficina Electoral, que exige que los documentos lleguen vía fax pero apaga el fax fuera del horario de oficina para  “ahorrar energía”. 

El plazo para rogar el voto se cerró el pasado día 21 de noviembre y los datos confirman la tendencia a la baja en la participación de los emigrantes desde que entró en vigor el nuevo sistema. Páginas webs que no funcionan, desplazamientos innecesarios y falta de información son los principales obstáculos que denuncian los expatriados.

Manuel Joglar, cuarenta y seis años en Suiza, también señala a los consulados a la hora de buscar una explicación a la falta de información. “Parece que no hay mucho interés en facilitar el voto, y tampoco hay preparación por parte de los funcionarios”.  A diferencia de Hugo y Yolanda, Manuel forma parte de la primera oleada de emigrantes españoles que llegó a Suiza. Vino desde Madrid en 1969, en plena dictadura franquista, en parte por motivos laborales y en parte obligado por su familia, preocupada porque su actividad política clandestina en España entrañaba cada vez más riesgos.

Joglar considera que la Marea Granate de Zúrich ha realizado durante los últimos meses el trabajo de información ciudadana “que debería haber hecho el consulado” y piensa que detrás de las trabas hay una motivación política: “En principio ellos creen que el voto de la inmigración es un voto de izquierdas, algo que no es verdad y que no está comprobado. La ley intenta evitar que ese voto que ellos creen que es de izquierdas repercuta en contra de ellos. Estamos en desacuerdo con esa situación y queremos que se cambie la Ley”. Cuando Joglar habla de “ellos” se refiere al PP y al PSOE, principales impulsores de una reforma de la que posteriormente los socialistas se han arrepentido públicamente.

Una carrera de obstáculos

Una carrera de obstáculos“No encuentro justificación para el voto rogado, cuando tú estás censado el consulado ya te tiene localizado, solo sirve para desalentar a la gente”, asegura Sara Moreno, que votará por segunda vez desde Suiza el próximo día 20, después de hacerlo por primera vez en las elecciones autonómicas de mayo. Entonces tuvo que registrarse como residente permanente, porque llevaba más de un año en el país, y perdió automáticamente el derecho a votar en las elecciones municipales.

Sara es periodista y decidió emigrar hace dos años. Dejó Madrid y se instaló en Winterthur, la segunda ciudad más habitada del cantón de Zúrich. Como residente permanente, en esta ocasión ha podido rogar el voto a través de internet. Lo consiguió a la tercera, después de dos fallos del sistema. Entiende que la complejidad del proceso y los obstáculos hagan renunciar a muchos, y reconoce que en su círculo de conocidos es prácticamente la única que votará el 20-D. Sara depositará su voto personalmente en el consulado porque que no se fía de correos. “Te obligan a certificar el voto y a confiar en que llegue, ni siquiera te dan un acuse de recibo”.

La obligación de certificar el voto es otra de las quejas que se repiten entre los expatriados. Enviar el voto a España desde Suiza cuesta alrededor de seis euros, un dinero que el Estado está obligado a devolver pero que rara vez retorna a los emigrados. “Un derecho fundamental como el voto no puede costarte dinero. No es por el dinero, es por lo que simboliza ese dinero”, argumenta Sara, que reflexiona desde su experiencia personal para resumir en cinco palabras la situación de los casi dos milones de españoles en el extranjero: “Nos sentimos ciudadanos de segunda”.

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