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Es tiempo para el acuerdo, señor Strogoff

Artur Mas y Mariano Rajoy, en la entrevista del pasado miércoles en La Moncloa.

Aitor Guenaga

Bilbao —

Julio se despide, y con él la política programada en el País Vasco. Pese a los intentos del lehendakari, vía epistolar, con pronunciamientos de su portavoz del Gobierno, Josu Erkoreka, o con la inestimable caja de resonancia que siempre son las voces que salen de Sabin Etxea (Itxaso Atutxa o Koldo Mediavilla), Mariano Rajoy no recibirá a Urkullu hasta después de las vacaciones.

Es lo normal. Al menos desde el punto de vista de la materia gris que puebla La Moncloa. Con mantener las líneas rojas del Estado ante el desafío soberanista catalán –Artur Mas le acaba de volver a confirmar a Rajoy que habrá consulta el próximo 9 de noviembre- y abrir un periodo de diálogo para intentar reconducirlo, el presidente español tiene más que suficiente.

Es sintomático como el presidente catalán ha copiado en su última visita a La Moncloa el método de Íñigo Urkullu. Mas ha llevado consigo una batería de temas –hasta 23- en los que pretende buscar un acuerdo con el Ejecutivo central. “Mi deseo sería que la mayoría se resuelvan antes de que acabe el año. Algunos no tendrían por qué requerir más que unos días”, dijo el presidente catalán tras la entrevista en Madrid, dando a entender que hay recorrido para el acuerdo entre España y Cataluña, pese a las diferencias insalvables en relación a la consulta.

En la carta remitida recientemente por el lehendakari a su homólogo español, el Gobierno vasco también ha presentado toda una serie de materias que requieren del acuerdo. Alguno de ellos se arrastra desde la etapa del lehendakari Juan José Ibarretxe, como el desencuentro entre ambas administraciones en la liquidación del cupo, que ya supera los 1.000 millones de euros. Pero hay otras cuestiones, relacionadas con la política recentralizadora que llega desde el Gobierno popular, que ha provocado que una veintena larga de materias se estén negociando en la comisión bilateral previa a llevar dichos desencuentros al Tribunal Constitucional vía recurso judicial.

Y aun siendo aspectos importantes para la gestión –materias sanitarias, educativas, policiales- y que repercuten en la ciudadanía, la madre del cordero sigue estando en el “cierre ordenado” de la etapa violenta en Euskadi, la flexibilización de la política penitenciaria y una apuesta decidida por la denominada ‘vía Nanclares’ de los presos disidentes de ETA. Eso y la actualización del autogobierno vasco, desde un amplio consenso en origen en Euskadi, repiten los jeltzales, que de alguna manera reconozca el derecho a decidir.

No hay duda de que la materia gris que puebla La Moncloa, y los asesores varios del presidente español, deberían empeñarse más en el acuerdo de lo posible, que en el encaje de lo imposible. Por ejemplo, en el caso catalán algunos de los asuntos, ahora que la situación económica está mejorando a nivel macroeconómico, pueden tener una salida acordada: el impulso a algunas infraestructuras ya adjudicadas, determinados servicios sociales ligados a la dependencia, los intereses del déficit público ligado al Fondo de Liquidez Autonómica, el respeto al modelo lingüístico implantado en Cataluña en los últimos 30 años…

Ahí hay materia para el acuerdo, para una negociación omnibús, como la ha denominado algún observador político catalán. Igual que en las materias avanzadas por carta por el lehendakari Urkullu. Por eso no tenía ningún sentido para Rajoy abordar a la vez los frentes catalán y vasco antes de retirarse a sus aposentos de Sanxenxo y de darse una vuelta por su Club Náutico. La cuestión, sin embargo, a la vuelta del verano seguirá siendo la misma para Cataluña y Euskadi: ¿será suficiente para encauzar las pulsiones soberanistas?

Aunque en Euskadi, el 31 de julio marca el final de la etapa política hasta que el Gobierno se reúna en el tradicional consejo de Gobierno de finales de agosto en el Palacio de Miramar, siempre hay espacio para la política no programada. Para alguna sentencia que revuelva al mundo soberanista –como la que ha despedido julio en relación a la causa abierta por las herriko tabernas y que ha implicado condenas para destacados dirigentes de Sortu como Rufi Etxeberria o Joseba Permach entre otros-, o para alguna noticia en materia penitenciaria. O para que las fiestas estivales terminen por agriarse en algún municipio vasco y nos devuelvan estampas del pasado con viejos lemas como el “Jaiak bai, borroka ere bai”.

Miguel Strogoff ya ha hecho su trabajo. El correo de los 'zares' vasco y catalán ha llevado las misivas. Todo el material susceptible de acuerdos entre Madrid, Vitoria y Barcelona está ya en La Moncloa. Se ha abierto el tiempo para cerrar acuerdos, continuar por las vías que llevan al choque de trenes solo va a ser rentabilizado política y electoralmente por los extremos. Y al menos se me ocurren dos siglas que se beneficiarían de ello en Euskadi y Cataluña. Adivinen cuáles.

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