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El PP mueve el árbol y Abascal recoge los votos

Santiago Abascal y Pablo Casado, en el Congreso de los Diputados, en una imagen de archivo.

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El parlamentarismo es sinónimo de debate, incluso de debate encendido, pero también de transacción y de acuerdo. Solo la combinación entre la discusión y el pacto permite que un gobierno pueda gobernar y que la oposición pueda cumplir con su tarea de control del Ejecutivo. Los diputados, todos, ocupan sus escaños en representación de unos electores, ciudadanos que voten izquierda o derecha llevan meses preocupados por la evolución de la pandemia y la crisis económica en la que España está inmersa.

En las últimas semanas se han escuchado auténticas barbaridades sin que nadie eche el freno. Pedro Sánchez no es un dictador, entre otras cosas porque si lo fuese, la portavoz del PP en el Congreso, Cuca Gamarra, no podría tildarle así con tanta alegría sin que tuviese consecuencia alguna para ella. La dirigente popular se refirió en estos desafortunados términos al presidente del Gobierno por haber aplicado el estado de alarma en Madrid, una comunidad en la que parece que a la única que no asustan las cifras de contagios es a su presidenta, Isabel Díaz Ayuso. El PP, cuyo discurso cada vez se aleja más del centro que le permitía ganar elecciones, está alimentando la crispación de una manera irresponsable. Ahora bien, calificarlo de “partido antisistema” como ha hecho el presidente Sánchez no es la mejor manera de reducir la toxicidad que aumenta Pleno tras Pleno.

La encuesta de GAD3 para el ABC publicada hace un par de semanas pronosticaba que Vox subía mientras que el PP bajaba hasta 18 escaños respecto al sondeo de antes del verano. El CIS conocido este jueves pronostica que el PSOE volvería a ganar las elecciones y con un mejor resultado (pese a que desciende respecto al sondeo de hace un mes), y que la fuerza que más rédito está sacando de tanta tensión es el partido de Abascal, que logra un 12,5% de intención de voto frente al 11,7% que le daba el barómetro de septiembre. Vox se consolida como tercera fuerza en el Congreso gracias al desgaste continuado que sufre Podemos y para desazón de Ciudadanos, cuya estrategia de moderación no parece estar siendo reconocida por los votantes conservadores. 

La proximidad de la moción de censura propagandística que presenta la extrema derecha y que se debatirá el próximo 21 de octubre podría explicar la dureza de Pablo Casado pero también la de dirigentes aparentemente más conciliadores como el alcalde de Madrid, José Luís Martínez-Almeida o la propia Cuca Gamarra, de la que lamentablemente solo se puede destacar que insulta con menos gracia que su predecesora, Cayetana Álvarez de Toledo. Los argumentos de algunos dirigentes del PP (no de todos) son imposibles de diferenciar de los de Vox y la Comunidad de Madrid se ha convertido en el epicentro de una tensión que supera los límites aceptables y más en un momento de excepcionalidad como este, con una crisis sanitaria sin resolver y con unas consecuencias económicas catastróficas.

Quien mejor ha resumido cómo de asfixiante puede llegar a ser la política madrileña es la vicepresidenta de la Generalitat valenciana, Mònica Oltra. “En este momento, hay una sobredimensión de Madrid. También mediáticamente. Hay cuestiones que, si pasaran en La Rioja, no tendrían ninguna repercusión y, sin embargo, pasan en Madrid… Madrid se constipa y todos estornudamos. Resulta estomagante la sobredimensión de Madrid en el discurso público. Incluso, creo que para la propia Comunidad de Madrid”, afirmaba Oltra esta semana en una entrevista

Desde la periferia se observa el agujero negro en el que se ha convertido la política en Madrid con una mezcla de estupefacción e indignación, viendo como el Gabinete de Ayuso tergiversa tanto sus datos como los de otras comunidades con el propósito de alimentar su enfrentamiento con el Ejecutivo central. Que la OMS haya tenido que recordar que los niveles de transmisión en Madrid son muy preocupantes y que “cuando los gobiernos difieren, la gente muere” debería avergonzar a los protagonistas de tanto desatino si es que todavía les queda algo de vergüenza. 

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