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Ningún 'comprabebés' es mejor que Anita

MADRID, 29/03/2023.- Portada de la Revista Hola con Ana Obregón, que ha sido madre por gestación subrogada EFE/ Revista Hola

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El contrato de gestación es ilícito en virtud de la indignidad de su contenido ontológico

Francisco Lledó

Anita no es peor que cualquier otro compra bebés.

Las circunstancias concretas no alteran el juicio sobre la conveniencia de permitir que el dinero compre a mujeres pobres para sustituir lo que la naturaleza no permite o, incluso, para satisfacer los deseos de las que pueden pero no quieren. En esto deberían coincidir todos aquellos que no adoran al dios dinero ni al dios deseo.

Ordalías televisivas. Juicios tumultuarios. Linchamientos. Todo tan entretenido como en los albores de la humanidad. Juzgar y condenar es el hobby perfecto de toda sociedad. En bandería es más fácil perder el sentido del análisis ético y del principio moral para caer en un despelleje vil e irracional de personas concretas, sin ser capaces de centrar el verdadero problema y sin reconocer que una vez hallada la solución moral ésta debe ser universalmente válida. Imperativo categórico: Actúa de modo y manera que la máxima de tu voluntad pueda ser elevada a ley de categoría universal. Resumen, lo que valga para uno, vale para todos; lo que no valga para uno, no vale para ninguno. Tomen nota. Cuando se alcance el principio general, y sólo entonces, se podrá aplicar al caso particular. 

Comprar gestaciones no es moral. La biología humana no puede ser sujeto de compraventa. Los bebés no se compran ni se venden. Los gametos no se compran y se venden. Los úteros no se compran ni se alquilan. Los órganos no salen a subasta. Los cuerpos de las mujeres no son objetos sujetos a negocios jurídicos de compra, venta y alquiler. Subrogar es un acto por el que una persona sustituye a otra en los derechos y obligaciones propios de determinada relación jurídica; la maternidad no es una mera relación jurídica. Como bien dice Lledó: “el contrato de gestación es un contrato ilícito en virtud de la indignidad de su contenido ontológico, al pretender erigir a la persona en objeto del contrato, cual si se tratara de algo material y patrimonializable”. Un bebé no es patrimonializable, no puede pasar a forma parte de los bienes de otro. Por ese motivo la ley española (14/2006) considera en su artículo 10 que “será nulo de pleno derecho el contrato por el que se convenga la gestación, con o sin precio, a cargo de una mujer que renuncia a la filiación materna a favor del contratante o de un tercero”. Da igual desde dónde se contemple -desde el feminismo, desde la religión, desde la legalidad, desde la filosofía, desde la ética laica- comprar crías humanas no es aceptable. Comerciar con el ser humano es una aberración. Sólo no lo es para quienes consideran que el dinero es el dios ante el que se arrodillan la razón y la biología, la mente y el cuerpo; sólo no lo es para los que creen que su mero deseo hace girar al mundo. Narcisistas y adoradores de Mammón.  

El hecho es uno y su moralidad o aceptación no depende de las circunstancias que lo rodean, de si nos cae bien el colectivo que lo realiza o no, de la edad, de la riqueza del actuante, de su desesperación o de la magnitud de sus ansías. Nada de eso altera el juicio moral y ético sobre un acto. El caso de Ana Obregón ha desatado una oleada de críticas de proporciones bestiales, incluso de sectores a los que no se vio criticar así ni a Miguel Bosé ni a Ricky Martin ni a Kike Sarasola ni a Miguel Poveda o Tamara Gorro. Muchos de los que berrean hoy contra Anita no lo harían si se tratara de un matrimonio de hombres o de una pareja heterosexual que no consiguiera concebir. Mas todos esos casos son iguales: la obtención por dinero de lo que la biología no permite alcanzar. Así que a muchos no es que les importa la ilicitud de la utilización espuria del cuerpo de las mujeres o la explotación de su necesidad sino que están criticando otras cositas contra las que, ahí sí, yo me voy a manifestar. 

La edad de una mujer. A Anita le ha caído la del pulpo, según chillan algunos, no por explotar a otras mujeres sino por su edad (68). La propia Ana Rosa Quintana se ha despachado poniendo el foco en ese aspecto y no en la compra mediante precio de un bebé que no se puede obtener de otra manera. Este aspecto es importante porque cuando un hombre de esa edad o superior consigue engendrar de forma natural, no se produce este debate. También se la liaron a una médica gallega, Lina Álvarez, porque parió, ella sí, a una hija a los 62 con ayuda de la ciencia. Lo gestó y lo parió pero dijeron que era muy mayor. Eso es edadismo. A Obregón me la critican por lo que ha hecho y no por la edad de la mujer que lo ha hecho. Lo contrario es machismo. A Lina no me la critican porque no ha explotado a nadie y porque si no lo hacen con los ancianos que fecundan jovencitas, tampoco lo hacen con ella. Además si consideran que una mujer mayor de 60 no puede cuidar a un niño ¡dejen de tirar de las abuelas para ello!

No existe un derecho a cumplir los deseos. No existe un derecho a tener hijos. La biología se niega a que en muchos casos el amor sea fértil, por mil causas, incluido el hecho de que dos hombres pueden amarse pero no pueden procrear. Así son las cosas. Si lo admiten para unos, tendrán que admitirlo para todos y con todas las consecuencias, incluida la de que en unos años ni una mujer de clase alta estropee su cuerpo o su carrera con un embarazo. Si lo rechazan para este caso, tendrán que rechazarlo igualmente para el caso del matrimonio hetero que lo ha probado todo y que se acaba yendo a comprar el cuerpo de una ucraniana para tener un bebé blanquito y rubio. Lo que no pueden hacer es la trampa que intenta el PP y la espabilada de Villacís: vale sí, pero sólo si lo gesta un unicornio. Porque lo cierto es que la existencia de mujeres que ofrezcan su cuerpo durante nueve meses -con todas las consecuencias físicas derivadas de ello- y regalen un parto es igual de creíble que la de los seres mitológicos con cuerno. 

En España lo que acaba de hacer Obregón, como tantos otros, no es lícito. Lo que sucede es que por vía de hecho acaba siéndolo. Recuerden la que se lió cuando la ministra Delgado intentó paralizar la filiación de los bebés procedentes de vientres de alquiler. Se la liaron parda. El mayor interés del menor es lo que se alega, porque un bebé tiene derecho a tener unos padres y un nombre y una nacionalidad. Mientras exista ese coladero, la legislación española será papel mojado y sólo se aplicará a los pringados. Acaba la policía de actuar en dos casos en una semana para impedir casos de bebés de vientre de alquiler en territorio patrio. Eran pringadetes, claro, habían pagado 3.000 euros por el bebé, pero su acto era exactamente igual de execrable que el de quien ha pagado 170.000. 

Una mujer no es un vientre. El ser humano no se patrimonializa. 

Ningún compra bebés, ningún explota mujeres, es mejor que Anita. 

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