Las cosas en su sitio
El candidato Pedro Sánchez expuso durante casi dos horas “ante el Congreso de los Diputados el programa político del Gobierno que pretendía formar” (art. 99.2 CE). Dicho programa de gobierno no puede ser puesto en práctica con una mayoría de investidura conseguida mediante la abstención de PP y Ciudadanos. En el supuesto de que estuvieran dispuestos a abstenerse, exigirían cambios en el programa. De lo contrario, estarían traicionando a los ciudadanos que los votaron.
Con la abstención se puede conseguir la investidura, pero no se puede gobernar. Ahí está la experiencia de la investidura de Mariano Rajoy en 2016 con la abstención del PSOE. Para desarrollar un programa de gobierno, hay que disponer de una mayoría parlamentaria de legislatura. De lo contrario, se está en el Gobierno, pero no se gobierna. En lugar de enviar proyectos de ley al Parlamento, se veta la tramitación de las proposiciones de ley aprobadas por la oposición y se dictan Decretos-leyes. O se prorrogan los Presupuestos. Eso ya lo sabemos.
El programa del candidato Pedro Sánchez únicamente puede desarrollarse con una mayoría parlamentaria de gobierno. Y esa mayoría parlamentaria, únicamente se puede constituir con Unidas Podemos, que no garantiza la mayoría absoluta, pero que sí la posibilita, como en el debate de investidura de los días 24 y 25 quedó claro. Con la composición actual del Congreso de los Diputados, hay una mayoría muy amplia para poder desarrollar el programa expuesto por el candidato. Una mayoría en positivo, ya que incluso las abstenciones podrían ser interpretadas como síes encubiertos.
Esa es la única mayoría de gobierno que hay en esta legislatura. Una mayoría en la que nadie tendría que renunciar a sus convicciones y traicionar a sus votantes. Lo contrario de lo que ocurriría con una mayoría alcanzada a través de la abstención, que solamente podría alcanzarse si el candidato renunciaba a parte de su programa y traicionaba a sus votantes o si lo hacían Pablo Casado y/o Albert Rivera.
Esa mayoría es la que hay que construir a través de la negociación, que es lo que no se ha hecho. Si se hubiera negociado de verdad, la investidura no habría fracasado. Si el candidato se hubiera presentado a la investidura con un programa pactado con Unidas Podemos, PNV y Compromís, como lo había hecho con el Partido Regionalista de Cantabria, habría conseguido la investidura con seguridad.
Esto es lo que hay que hacer ahora, si de verdad se quiere evitar la repetición de las elecciones. La abstención es un espejismo, una ilusión óptica que resulta verosímil en la distancia, pero que se desvanece en la proximidad. En democracia, o se tiene mayoría propia para desarrollar un programa de gobierno, o se tiene que pactar con quienes te van a proporcionar el apoyo para hacerlo. Sea de la forma que sea. Pretender que te van a dar el apoyo sin pacto, es absurdo. Más todavía: es casi imposible de justificar en términos democráticos. Democracia y contrato de adhesión, como recordó Aitor Esteban, conjugan mal. El candidato es responsable ante los ciudadanos que le han votado, pero los demás también.
Así estaban las cosas desde la noche del 28-A y con base en los resultados de ese día se tendría que haber abordado la investidura. He dejado dicho por escrito que, para Unidas Podemos, la investidura de Pedro Sánchez no debería haber sido objeto de negociación, que la negociación debería haberse hecho una vez despejada la incógnita de la investidura. Que hubiera sido más fructífero para todos hacerlo así. Pero Unidas Podemos estaba en su derecho de no entenderlo así. Y la verdad es que a la vista de la actitud del candidato Pedro Sánchez en la exposición de su programa ante el Pleno del Congreso, se entiende que no lo entendieran. Sigo pensando, no obstante, que ha sido un error. Pedro Sánchez iba a necesitar a Unidas Podemos a lo largo de toda la legislatura. No era en la investidura donde había que poner el énfasis.
Pero esa oportunidad ya se perdió. Ahora estamos donde estamos. Y la alternativa vuelve a ser o pacto entre PSOE y Unidas Podemos, o repetición de elecciones.
Por la experiencia que tenemos, en Catalunya y en España, la disolución anticipada y repetición de elecciones no solamente no contribuye a arreglar los problemas, sino que dificulta todavía más encontrar una respuesta para los mismos. Ahí están las elecciones catalanas de 2012, 2015 y 2017 con las vicisitudes de las investiduras de Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra. Y ahí están las elecciones españolas de 2016 con las vicisitudes de la investidura de Mariano Rajoy y las de 2019 con las de la investidura de Pedro Sánchez. El sistema político no ha hecho más que deteriorarse con la celebración de cada una de ellas. Con las de 2019 podría no deteriorarse, si se constituye gobierno como debe hacerse en democracia. Si no es así, el deterioro seguirá avanzando.
Y llueve sobre mojado. En el Congreso de los Diputados actual hay una mayoría de gobierno clara. Gabriel Rufián dijo en su intervención en el debate de investidura que nadie sabe cómo vamos a estar en septiembre. ¿Y el 10 de noviembre?