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Cuida la naturaleza como si fuera tuya

Restos de basura en el campo

José Luis Gallego

Siempre que observo un acto de incivismo en la naturaleza, como el muy ibérico gesto de tirar un residuo al suelo en mitad del monte y seguir caminando como si nada, me pregunto si esa persona hará lo mismo en casa.

Si descansará en el sofá del salón, dormirá en su cama o caminará por los pasillos de su vivienda rodeado de escombros, como los pobres enfermos que padecen el Síndrome de Diógenes. Seguramente no.

Entonces -me pregunto- si en verdad somos incapaces de arrojar un residuo al suelo ya sea en nuestra propia casa o la de otro, si a nadie se le pasaría por la cabeza quitarle el envoltorio al helado y dejarlo tirado en el suelo del comedor o acabar de servir el vino y arrojar la botella vacía a los sofás, ¿por qué no mantenemos ese mismo hábito cuando salimos al campo?

La única respuesta posible es el enorme desapego hacia la naturaleza que se ha instalado en nuestra sociedad. Solo desde ese desprecio hacia ella se puede explicar el lamentable espectáculo que ofrecen estos días nuestros espacios naturales, coincidiendo con la afluencia de veraneantes.

Para demasiados, la naturaleza es algo así como un parque de atracciones. Un lugar de ocio al aire libre en el que todo está permitido y al que la mayoría acude sin sentir el más mínimo sentimiento de responsabilidad ni ejercer ningún tipo de compromiso hacia su cuidado.

Los residuos que durante estos días se acumulan en nuestros espacios naturales, toda esa basuraleza arrojada a los caminos y las cunetas, son una muestra del desdén que sienten muchos ciudadanos por nuestro patrimonio natural.

Este otoño seguiremos siendo otros tantos los que salgamos a recoger toda esa basuraleza convocados por SEO/Birdlife y Ecoembes dentro del Programa Libera. Pero esa no es la solución.

No podemos seguir jugando al gato y al ratón con los residuos que siembran nuestro entorno. No se trata de que unos los tiren sin el menor cargo de conciencia y otros vayamos detrás recogiéndolos cargados de ella. Esto no puede seguir así.

Es necesario poner en marcha un plan nacional de educación ambiental que vaya más allá de las escuelas. Porque la realidad es que los que están ensuciando el monte no son los chavales.

Hay que promover el sentimiento de pertenencia a la naturaleza, y no solo convocar a la gente a que acuda a ella. Durante los últimos años, unos largos y oscuros años de ecofobia gubernamental y menosprecio institucional, la naturaleza ha acabado siendo arrinconada de la sociedad. Y debemos recuperar ese vínculo urgentemente.

Los espacios dedicados a la naturaleza y el medio ambiente deben tener una mayor presencia en los medios de comunicación. Y no para aleccionar, no para reñir, ni tan solo para ilustrar, sino para atraer la atención de la gente hacia nuestra fascinante naturaleza y seducir al personal para que disfrute de ella, la ame y la proteja.

Hay que cortar en seco el distanciamiento ciudadano de la naturaleza, porque en él residen buena parte de los problemas de conservación que la aquejan. Hay que promover el amor a la naturaleza en las escuelas, por supuesto: pero no solo. Porque si fiamos su suerte a las generaciones venideras, corremos el riesgo de dejarles un erial sembrado de basuraleza.

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