¿Debemos permitir que la inteligencia artificial nos inunde de propaganda y mentiras?
La pregunta que da título a este artículo la hacen los mil expertos que piden una moratoria en el desarrollo de la inteligencia artificial (IA) antes de que se nos descontrole. La difusión estos días de textos y sobre todo imágenes generadas por IA que pueden pasar por reales ha hecho saltar las alarmas: “¿Debemos permitir que las máquinas inunden nuestros canales de información con propaganda y mentiras?”, se preguntan los firmantes.
Para contestar a la pregunta, acompáñenme en un viaje en el tiempo, un salto atrás de 33 años: 10 de octubre de 1990, cuando muchos lectores de elDiario.es ni siquiera habían nacido. Internet estaba dando sus primeros pasitos, aún limitado al ámbito académico y gubernamental. En casa teníamos VHS y las fotos eran en papel, como los periódicos. Faltaban unos años para que viésemos por la calle los primeros móviles (sin cámara), en el cine los efectos especiales eran más artesanos que digitales, y la IA era un chisme de la ciencia ficción.
Aquel 10 de octubre de un analógico año de 1990, una joven kuwaití de solo 15 años, Nayirah al Sabah, se presentó ante el Congreso de los Estados Unidos para dar testimonio de los horrores que la reciente ocupación iraquí de Kuwait estaba causando. Contó emocionada cómo, mientras era voluntaria en un hospital, vio a los soldados iraquíes entrar en la maternidad, sacar a los bebés prematuros de las incubadoras y dejarlos morir en el suelo helado. Su estremecedor testimonio, retransmitido por todas las televisiones, fue decisivo para convencer a la opinión pública estadounidense (y a los congresistas reticentes) y así lanzar la primera Guerra del Golfo, convertida en guerra humanitaria contra un dictador brutal, nada que ver con petróleo e intereses geoestratégicos. La demonización de Saddam Hussein, iniciada con testimonios como el de Nayirah, duró hasta la segunda guerra 12 años después.
El final de la historia ya lo conocerán algunos, otros lo imaginarán: todo era mentira. No hubo nunca incubadoras volcadas ni bebés muertos. Nayirah era en realidad la hija del embajador kuwaití en Estados Unidos, y había sido entrenada por una agencia de relaciones públicas, Hill & Knowlton, que trabajaba para el ejército en tareas de propaganda. Todos los medios dieron por buena su historia. Incluso Amnistía Internacional la avaló, quién podía ponerla en duda.
He recordado la historia de las incubadoras estos días, en pleno debate sobre los riesgos de la IA y el miedo a que se convierta en arma para manipularnos, crear fake news indetectables, alterar procesos electorales, generar violencia, dañar la democracia... Aparecieron unas fotos de Trump arrestado, forcejeando con la policía, y otra del Papa en plan modelito. Fotos que nada más publicarse ya supimos que eran falsas, mientras que la mentira de Nayirah, tan analógica, tardó meses en desenmascararse, cuando ya era tarde, arrasado Irak por los misiles norteamericanos. Lo grotesco de la mentira tampoco impidió que 12 años después otro gobierno estadounidense presentase “pruebas” de las armas de destrucción masiva de Irak, incluidas fotos por satélite.
Insisto en recordar esas historias pasadas, porque al hablar de los riesgos de la IA parece que estemos pensando en villanos oscuros, políticos populistas, grupos subversivos, partidos antisistema, terroristas…, cuando históricamente la producción de propaganda y fake news ha venido sobre todo de gobiernos, ejércitos y agencias de inteligencia, con la pasividad -cuando no complicidad- de grandes medios de comunicación. He saltado a 1990, pero podríamos ir mucho más atrás: en la I Guerra Mundial eran los soldados alemanes los que mataban bebés en Bélgica, ensartándolos con sus bayonetas según la propaganda británica.
Claro que la IA da miedo, pero sobre todo da miedo en manos de los tradicionales fabricantes de mentiras. La patraña de las incubadoras no necesitó tecnología, y funcionó. Diez años después habría podido incluir fotografías indudables de los bebés muertos. Veinte años más tarde habría aportado un vídeo nítido de los soldados matando niños. Hoy, treinta años después, el vídeo lo protagonizaría la propia Nayirah, e iría acompañado de otro vídeo de Saddam dando la orden de matar bebés kuwaitíes.
No quito importancia a los riesgos de la IA, todo lo contrario: me espanta lo que harán gobernantes que quieran meternos en una guerra, desacreditar rivales, criminalizar protestas o legitimar medidas impopulares. Debemos prepararnos, generar nuestras propias resistencias y no confiar sin más en que los propios empresarios y gobiernos regulen y pongan límites a la IA. Para ello contamos también con la propia tecnología, créanme. Yo confío en la inteligencia colectiva de tanta gente capaz de usarla para buenas causas. Puestos a hacer memoria, recuerdo cómo en marzo de 2004 otra tecnología que hoy nos parece medieval, el SMS, sirvió para que los ciudadanos tumbásemos el intento del gobierno Aznar por inundarnos de propaganda y mentiras. Pásalo.
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