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Enhorabuena, MAR

Díaz Ayuso, con Miguel Ángel Rodríguez, tras convocar las elecciones del 4M

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El año político acaba con Pedro Sánchez henchido de gozo por el acuerdo de la reforma laboral y esperanzado de empezar a regar España de millones con las ayudas europeas. Con Pablo Casado, en entredicho y seriamente cuestionado por los suyos. Con Inés Arrimadas, en franca retirada tras un lento pero inexorable proceso de liquidación. Con Yolanda Díaz, en construcción y abonada a la grandilocuencia verbal y con Isabel Díaz Ayuso, a su libre albedrío. 

Ya saben que Madrid es libertad. Libertad para pagar a 12 “euracos” un test de antígenos –de esos que fallan más que una escopeta de feria– porque los que prometió gratis la dama de Sol no han llegado a las farmacias. Libertad para celebrar el Fin de Año en la Puerta del Sol abrazado a 7.000 personas. Libertad para acudir a un laboratorio privado a que le hagan una PCR porque en la sanidad pública, contagiado o no, difícilmente se realiza. Libertad para colgar el teléfono cuando lleva tres horas en espera en los servicios de atención primaria. Libertad para registrar o no su positivo, cuando logra por sí mismo certificarlo. Libertad para irse de copas hasta las tantas sin que en los locales de ocio haya limitaciones de aforo, pidan el certificado COVID o velen por el cumplimiento de las medidas de seguridad. Libertad para cambiar de pareja y tener la fortuna de no encontrarse con ella en Madrid. Libertad, en definitiva, para hacer lo que le dé la real gana, excepto si tiene descendencia en edad escolar. 

En ese caso, puede que la libertad no sea tanta porque la Comunidad de Madrid, paraíso de la soltura y el albedrío, se plantea que el regreso al colegio tras la Navidad sea escalonado y semipresencial. Los madrileños podemos ir de copas, abrazarnos, juntarnos en las discotecas y en los centros comerciales, viajar en metro y bus en hora punta sin que haya limitaciones de aforo, pero no llevar a nuestros hijos al colegio después de Reyes. ¡El colmo de la incoherencia!

Las escuelas han sido en todo este tiempo espacios seguros en los que profesores y alumnos han sido ejemplo de cumplimiento escrupuloso de las medidas de seguridad recomendadas por las autoridades sanitarias. No hay evidencia científica alguna de que  sean lugares con alto riesgo de contagio, pero sí del peligro para los niños y niñas vinculados al cierre presencial de las aulas en pérdida de aprendizaje, bienestar, salud emocional, nutrición y desigualdad. Parámetros todos ellos que no quitan el sueño, al parecer, a las autoridades madrileñas. A Ayuso le preocupa la cuenta de resultados de las empresas amigas, confrontar con el Gobierno de Sánchez, dejar en evidencia a Pablo Casado, exigir PCR en Barajas, controlar Telemadrid para que la “enjabonen” a diario en los informativos, quejarse de la falta de recursos mientras gasta en autobombo y presume de bajar impuestos, trabajarse a los corresponsales extranjeros para que hagan de ella una lideresa internacional y aparecer en la lista Forbes entre los 25 personajes más influyentes del año.

A esto íbamos, a Forbes, una revista especializada en economía y finanzas que se ha ganado un nicho de popularidad con sus célebres listas de elegidos. Que si los más ricos del mundo; que si las universidades con más prestigio; que si los personajes más influyentes; que si los 10 mejor pagados de la NBA; que si las 20 mejores empresas para trabajar; que si las 10 mejores bodegas del mundo…

Por segundo año consecutivo, la presidenta de Madrid aparece entre los elegidos y los suyos han corrido a contarlo urbi et orbi porque lo suyo les ha costado. Rigor o no aparte en la elaboración del ranking, la aparición de Ayuso, que comparte cartel con el socialista Antonio Miguel Carmona, que ha saltado este año al mercado eléctrico, y con Rocío Carrasco, la hija de “la más grande”, más que hablar bien de la presidenta madrileña, lo hace de sus gabineteros. MAR se lo ha ganado. Felicidades, Rodríguez. Por Forbes y por la cascada de artículos extranjeros porque todos sabemos a estas alturas lo que cuesta que la prensa internacional –también la nacional y local– se rinda a los encantos de un político. Y nada tiene que ver con sus aptitudes, sino con la pericia de sus equipos y un buen presupuesto. Pues eso: enhorabuena a los premiados, también a la “reina del Madrid liberado”. Ya quisiera Pablo Casado un MAR en su vida.

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