ETA: tarde, mal y a rastras
El final de ETA no podía ser, seguramente, de otra manera: indigno, mezquino, miserable. Ni a la hora de pedir perdón han tenido un mínimo gesto de grandeza.
La división que hacen entre las víctimas del conflicto y las víctimas de sus errores es intolerable e insoportable. Unas muertes eran inevitables porque formaban parte del conflicto y las otras no debieron ocurrir, pero fueron equivocaciones de la banda. A estas últimas les piden perdón; a las otras les dicen que lo sienten de veras.
Así que los policías, guardias civiles, ertzaintzas, militares, políticos, jueces, fiscales, empresarios o periodistas asesinados, secuestrados, mutilados o chantajeados fueron un mal irremediable. Es un último y patético intento de reescribir la historia y mantener el odioso “algo habrán hecho” de tantos años de silencio, indignidad y terror, que tan bien relata Fernando Aramburu en Patria.
Estos mismos días, el juicio de Alsasua nos ha permitido comprobar a la vez la obsesión de algunos por mantener como sea las acusaciones de terrorismo cuando ETA se acabó hace 7 años, pero también la extrema dificultad de que la situación se normalice aunque ya no haya pistolas o bombas.
El hecho de que unos guardias civiles no puedan ir a determinados bares, la brutal agresión que sufrieron, el aislamiento que padece la novia de uno de ellos y su familia en el pueblo y las presiones que recibió uno de los testigos para ir a declarar a favor de los acusados demuestran que aun queda mucho camino por recorrer y mucho trabajo por hacer.
La democracia con sus fuerzas de seguridad y la ciudadanía vasca y española derrotaron a ETA en 2011. Es verdad que fue un trabajo colectivo, aunque no todos arrimaron el hombro de la misma manera.
Es cierto que los pactos antiterroristas y la ley de partidos fueron decisivos en esta batalla, pero no debemos olvidar tampoco que Aznar utilizó la lucha antiterrorista contra González y luego Rajoy hizo lo mismo con Zapatero a quien llegó a acusar de traicionar la memoria de las víctimas en una de las frases más hirientes y desleales que se recuerdan en el Congreso. Ese mismo PP convocó manifestaciones contra Zapatero y Rubalcaba removiendo las aguas y las banderas de la extrema derecha.
El gobierno del PSOE mantuvo el pulso y combinó golpes policiales a la banda y presiones a la izquierda abertzale para dejar a ETA sin aire y sin futuro.
7 años después, ETA aún anda viendo como acaba de entregar las armas, pide perdón y se disuelve del todo, pero lo único que esperamos ya es que envíe el último comunicado y desaparezca para siempre.