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Europa, en un proceso de involución

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La convivencia de los derechos con las crisis es, sin duda, poco armoniosa y se me antoja que incluso antagónica. El siglo XXI ha empezado con una sucesión de crisis que han hecho entrar en contradicción nuestro modelo de vida fundamentado en derechos y libertades. 

Se inició con unos atentados en Estados Unidos, año 2001, que inauguraban lo que se ha dado en llamar el terrorismo global, y que como consecuencia representó un retroceso en algunas de las libertades que hasta el momento consideramos fundamentales en pro de la seguridad. Le sucedió en 2008 una crisis financiera atroz que supuso el recorte de derechos sociales en gran parte de Europa. Derechos que eran el resultado de décadas de luchas. Andábamos dándole vueltas a cómo revertir ese retroceso y una pandemia global volvió a confrontarnos en el mismo dilema, crisis y seguridad, que siguiendo en esa inercia supuso un recorte de derechos. 

Hoy volvemos a encontrarnos en la misma encrucijada. Una guerra inesperada nos ha sorprendido en el túnel de salida de la crisis pandémica. Una guerra que se atisba también global, por sus actores y por la implicación de medio mundo. 

Y ahí también se otean en el horizonte nuevas restricciones en nuestros derechos. La mayoría de los países de la Unión Europea han tomado una medida inédita, y diría que poco razonada: la prohibición de las emisiones en nuestro territorio de los principales medios de comunicación rusos sin orden judicial. Una decisión que ataca uno de los principales fundamentos de las sociedades libres, la libertad de expresión. 

Es una decisión espinosa que solo podemos entender en la dialéctica bélica, un espacio para el cual no existe el respeto al Estado de Derecho. Pero ¿Europa está en guerra? No es una pregunta retórica ni banal. Es una cuestión que debemos definir con claridad. Si la respuesta es no, y eso parece a juzgar por lo que declaran nuestros líderes, aplicar ese tipo de medidas redunda una vez más en un ataque frontal a nuestra manera de ver el mundo, a nuestro sistema de derechos y libertades. Y es una batalla más que gana la involución en la que nos ha sumergido este siglo. 

Ante el proyecto autoritario y decimonónico del régimen de Vladímir Putin, no podemos ser un mero reflejo en un espejo. Europa debe defender a Ucrania, pero sobre todo tiene la obligación de defender unos principios y unos valores. Porque la guerra de Ucrania también va de eso.

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