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Monedero desaparece de las teles

José María Calleja

Sigue Monedero desaparecido de los platós de televisión en los que estableció durante semanas el ser y el deber ser del político honrado y denunció los fallos del sistema injustamente por él y los suyos llamado régimen. Está ausente de los medios después de haber prometido que volvería con todas las pruebas habidas y por haber; no comparece ni en mítines, ni en convocatorias de prensa, ni en entrevistas o debates y envía al bueno de Luis Alegre a comerse el marrón de sus presuntas irregularidades.

No contesta, en fin, a los que desde su propio partido –en Plaza Podemos– piden que se vaya, que dimita, que se aplique su propia doctrina, que deje de manchar el nombre del nuevo partido.

No es posible ni creíble que Monedero haga en solitario un presunto trabajo de asesoría sobre materia compleja, y en la que no parece experto (moneda bolivariana), y tres años después lo cobre de lujo a través de una empresa creada al efecto un minuto antes, con el consiguiente ahorro fiscal; es decir, con menos dinero para el erario público.

No parece de recibo que, después de tres escaqueos notificadores ante Hacienda, Monedero pague 200.000 euracos a tocateja, como si de un consultor liberal se tratase; que se muestre renuente a pagar impuestos –hospitales, escuelas, carreteras– a la primera, pero tenga un montón de pasta dispuesta para pagar sin anestesia cuando le han achicado los espacios. Tres cuentas corrientes abultadas es más propio de los de arriba que de los de abajo, Monedero.

El repertorio de disculpas puestas por él y su entorno les emparejan ya con lo que vienen criticando desde hace meses. Desde el “qué hay de malo en crear una empresa” (Bescansa) hasta el “cuando atacan a Monedero y a Tania, me atacan a mí”, de Iglesias –reencarnado en el dirigente socialista que dijo hace muchos años “dos por uno”, cuando vinculó su historia a la de un número dos (Alfonso Guerra) que entonces se veía turbia–, el argumentario de Podemos no ha excluido los lugares comunes de ‘campaña orquestada’, ‘y tú, más’, ‘ladran, luego cabalgamos’ y otras frases sobadas por el uso de los de arriba.

El caso es que Monedero, con los labios prietos, agitación de brazos como parapetos y el gesto a la defensiva, solo salió un 29 de enero a decir “no tengo miedo”, cuando compareció, con hora y media de retraso, en un mitin después de depositar en Hacienda un dinero, ¡200.000 euros!, que informaba de que las cosas no estaban claras antes.

La complementaria cuenta que no había habido transparencia, que no se ha pagado de saque lo que se debía y que se suelta el dinero a regañadientes solo después de que te han pillado.

Todo esto, como nos recuerdan gentes tan poco sospechosas como Cayo Lara y los propios de Plaza Podemos, resulta doblemente sangrante cuando uno ha escupido hacia arriba con tanta vehemencia, insistencia y aparente sentido común; cuando uno ha criticado desde abajo a los de arriba por no pagar impuestos.

Monedero tenía que haberse aplicado su propia doctrina hace tiempo y haberse pirado ya, Iglesias y los justificadores de este asunto indefendible deberían pedir perdón por haber caído en tan poco tiempo en los regates tramposos que tanto han denostado.

Dicho esto, los gestos matones –perdón por la redundancia– de Montoro, la melonada de los socialistas de querer empatar a Bárcenas con Monedero, las referencias inapropiadas en rueda de prensa del Consejo de Ministros, los términos despectivos con los que el portavoz ágrafo del PP se refiere a Monedero, cambiándole el apellido entre risitas, no son de recibo, resultan inapropiados y solo sirven para desviar la atención de lo esencial: que Monedero no ha cumplido con la Hacienda de su país y se ha traicionado a sí mismo.

¿Para cuándo la explicación tan prometida antes los medios, Monedero?

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