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No las merecemos

La selección española, ganadora del Mundial femenino de fútbol.
20 de agosto de 2023 22:49 h

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La víspera de la final del Mundial de fútbol las portadas de la prensa deportiva eran para el seleccionador Jorge Vilda, que tendrá sus méritos, nadie lo niega; pero ni era el protagonista, ni era el momento. Que además utilizase esa visibilidad para reivindicarse como una especie de víctima en silencio ante una conjura universal de la peor ralea, o que la Federación filtrase que se había ganado a las jugadoras rebeldes a base de permitirles caprichitos, ya entra de lleno en lo patético.

Más de una evidencia y algunos hechos permitirían, incluso, discutir legítimamente si se ha jugado esta final a pesar del seleccionador. Pero no merece la pena ni entrar a ese debate. Lo único cierto e incontrovertible es que, si se ha jugado y ganado, ha sido por méritos de las jugadoras que no estaban en las portadas; lo mismo que la medalla de oro de María Pérez en los 20 kilómetros marcha del mundial de atletismo.

Ni llegando a la final, al parecer, se habían ganado una visibilidad propia e incuestionable las jugadoras de la selección. Siempre tenemos que encontrar un hombre por medio, que explique y dé sentido al éxito y al triunfo de las mujeres, para que el orden natural de las cosas y el equilibrio del mundo se restablezcan. Cada cosa en su sitio. Las chicas bien, pero porque un hombre sabio, paciente, tenaz y muy incomprendido por ellas misma las ha guiado, con conocimiento y lucidez, hasta ser “los mejores del mundo” y “campeones del mundo”. El lenguaje siempre ha sido todo menos neutro.

Horas antes del partido, Irene Paredes, la imperial central del Barça y de la selección, recordaba cómo, a lo largo de su carrera, siempre se las ha hecho sentir que el fútbol no era su lugar, que no debían estar allí y solo podían practicarlo cuando los chicos no necesitaban el campo. Las televisiones no querían retransmitir el Mundial hasta que se lo pusieron a precio de saldo. El fútbol femenino tiene convenio colectivo desde hace apenas dos años. La mayor parte de lo firmado, o no se cumple, o aún está a medio cumplir. Las niñas y chicas que juegan como aficionadas saben bien a qué se refiere Irene Paredes pues lo sufren a diario. Haber ganado esta final supone un premio económico cuatro veces inferior al que se ha otorgado en el mundial masculino; pero no se quejen, que hace cuatro años era doce veces menos.

El triunfo de las futbolistas españolas ha sido tan incontestable, antes incluso de ser campeonas, que a la Reina Leticia no le ha quedado más remedio que ir a Sidney, la misma reina que lleva despreciando con su ausencia —igual que el rey— las ultimas cuatro finales de la Copa que lleva su título. En la última final de la Supercopa de fútbol las medallas se les entregaron a las jugadoras de tapadillo, casi como si les estuvieran pasando droga. Se las tuvieron que poner ellas mismas. Únicamente su elegancia y alegría al recibirlas salvó la indignidad de un momento que la Federación, sin inmutarse, imputó al protocolo y sostuvo era idéntico al de la final masculina.

A todos quienes han corrido en socorro de las vencedoras para hacerse la foto debería caérseles la cara de vergüenza. Cada vez que sale un hombre a explicarnos lo mucho que han avanzado y mejorado las mujeres en España, las grandes cosas que están logrando con todos los progresos que están disfrutado, debería caérsenos la cara de vergüenza a todos. 

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