Las 42 sospechas del negro
Todavía sorprende mucho leer un titular contundente con datos sobre una situación desgraciadamente habitual: “Si eres negro tienes 42 veces más posibilidades de que te pare la Policía, según un estudio”. Sorprende, y eso que tan solo es una muestra tomada en la estación de autobuses de una localidad.
Muchas reacciones al estudio apuntan a la Policía como culpable absoluto del mal de las paradas discriminatorias por perfil étnico, cuando es otro brazo ejecutor más de un sistema armado sobre unos cimientos sólidamente racistas. Leer el estudio anterior y quedarse con que solo la Policía es racista sería como mirar al dedo cuando este señala a la luna: son los estereotipos y prejuicios de toda la sociedad los que hacen al negro 42 veces más sospechoso a ojos de una Policía todavía muy lejos de ser un cuerpo ejemplar a la hora de no reproducir conductas sociales que aplastan los Derechos Humanos.
Aun así, a gran parte de la sociedad parece que las paradas policiales les exoneran de culpa de los males discriminatorios. Pero cada vez que un chico negro es parado por la Policía también le dan el alto, por poner un ejemplo, aquellas películas en las que el joven de piel oscura siempre es el rey del narcotráfico del vecindario o líder del grupo que planea atracar el supermercado de la esquina.
No se debe olvidar que cada parada racista va más allá de la revisión de un documento, es un megáfono apuntando a tu oreja por el que la sociedad entera susurra 42 veces seguidas, con voz de policía, que eres sospechoso, delincuente e irregular.
Por eso a día de hoy, y pese a lo abrumadora de las cifras de este valioso estudio, aún hay quien puede llegar a preguntarse por qué no iba a estar justificado usar los perfiles étnicos y raciales como método principal de búsqueda de personas en situación irregular o de delincuentes. Como si ir a la estación de autobuses de Granada a pisotear derechos y libertades en busca de negros, árabes, gitanos o latinos fuera a poner fin a la inmigración o a la delincuencia.
Lo que cabe preguntarse es por qué seguimos viendo al negro como jugador de basket de día y atracador de noche, a la chica gitana como ladrona de supermercados a la que perseguir por los pasillos o al joven latino como capo de la droga del barrio. Mientras estas percepciones sigan ancladas en la sociedad, los policías llegarán y se jubilarán, pero nos seguirán parando 42 veces más que a una persona blanca. Ya sea en la estación de autobuses de Granada, en la de Madrid o la de Huesca.