La tormenta perfecta de los medios y el periodismo
En la última reunión de la WAN (Asociación Mundial de Diarios) el presidente de la esta asociación definió como “tormenta perfecta” la situación por la que atraviesan las empresas editoras de diarios y el periodismo. La tormenta perfecta se produce cuando una masa de aire frío choca con una de aire caliente inestable y casi todos los fenómenos atmosféricos conocidos se conjugan para producir una catástrofe de tamaño colosal.
Según los datos de las más de 3.000 empresas periodísticas de 120 países que están representadas en ese foro y que imprimen más de 18.000 diarios y 15.000 páginas webs, los ingresos se siguen recabando en un 90% por el papel, que ve descender sus ventas de manera creciente. En cambio, la contradicción está en que los lectores de las páginas web crecen a un ritmo del 45% anual y, sin embargo, solo el 10% de sus usuarios está dispuesto a pagar por la información en Internet.
Para predecir el futuro del periodismo tenemos que contar con ese fenómeno atmosférico contradictorio entre la masa de aire caliente inestable del periodismo digital y la masa fría y congelada del periodismo en papel. Pero eso sería muy simplista. La tormenta perfecta en la que se halla inmerso el periodismo se produce por la participación de casi todos los fenómenos atmosféricos conocidos en el sector de los medios de comunicación.
Uno de ellos, sin duda, radica en la crisis que atraviesan la mayoría de los medios. Si nos centramos en nuestro país y en los diarios impresos, éstos han perdido en diez años más de la mitad de sus ventas y un 70% de la publicidad. Las empresas editoras de periódicos han reaccionado a esta baja brutal de ingresos, reduciendo sus plantillas drásticamente, bajando los salarios de los periodistas y recortando los recursos para realizar el trabajo informativo con la mínima calidad.
Hoy en día los periodistas contrastan menos fuentes de las que serían deseables por falta de tiempo y de manos. Los dossieres de prensa de los gabinetes de comunicación de empresas e instituciones y las agencias informativas se trasladan a las páginas de un diario como un mero recorta y pega que no es verificado. No hay tiempo para hacerlo. Donde había tres personas en una sección ahora hay sola una, que tiene que cerrar a prisa y corriendo la información del diario, tras asistir a una rueda de prensa o a varias, documentarse sobre un tema o transcribir una entrevista.
El periodismo de investigación es una quimera para muchos medios, que no se pueden permitir tener liberados durante días o semanas a un grupo de periodistas para que indaguen sobre temas relevantes. La redacciones están diezmadas y el ánimo de los periodistas en plantilla en los grandes grupos de comunicación está por los suelos. Muchos de ellos están preocupados por si continuaran en sus puestos o formaran parte del nuevo ERE de la empresa. La otra cara de la empresa periodística que afecta, sin duda, a la información, es que la crisis se ha solapado con los errores de cálculo de los gestores y propietarios al realizar inversiones desmedidas e incontroladas que han supuesto finalmente caer en un tremendo endeudamiento de las empresas, que se han visto obligadas a salir a buscar el dinero en la banca y a capitalizarse con accionistas poco transparentes. Fondos de Inversión, bancos y accionistas extraños han tomado posiciones en los medios y han sustituido la figura del antiguo editor. Este fenómeno está ligado íntimamente a la falta de independencia de los medios y de los periodistas. Muchos periodistas están cayendo en el fenómeno de la “autocensura”, que es la peor de las enfermedades que ataca al periodismo: “No puedo publicar tal o cual información porque entiendo que afecta a un accionista o a un acreedor de mi periódico”.
El control que se lleva a cabo sobre lo que publica un periodista es en estos momentos mayor que nunca. La credibilidad de los periódicos está cuestionada por el lector que lleva años viendo como se desmorona, produciéndose un fenómeno de distanciamiento con los diarios a los que van abandonando gradualmente. Los periódicos no supieron reaccionar frente a la crisis económica que sobrevenía al mundo. Forman parte del sistema y por tanto se han tambaleado con él. Pero además han vivido en los 'Palacios de ese sistema' en lugar de hacerlo en la calle junto a los ciudadanos. No han defendido sus intereses, los de los más débiles frente al poder. Han estado en connivencia con el poder.
En EE.UU., los periodistas del Wall Street Journal , desayunaban con los 'brokers' de Leman Brothers y demás financieros y fueron incapaces de anticipar la crisis que se nos venía encima con las hipotecas 'subprime'… o en España, los medios no consideraron el cambio político que se avecinaba con el 15M. No le dieron cancha al movimiento social hasta muy tarde: Cuando se dieron cuenta que algunos ciudadanos que protestaban por los recortes de derechos ponían en el mismo saco a la banca, a los políticos y a los medios de comunicación en las famosas pancartas de “No nos representan”. Los periodistas, según las encuestas del CIS, eran considerados por los ciudadanos como poco creíbles y aparecían en los últimos lugares del 'ranking' profesional. Hoy en día han mejorado posiciones, junto con los jueces, por los casos de corrupción que se han destapado. Parece que hemos de concluir, parafraseando a Graham Greene, que algunos medios de comunicación acabarán un día con el periodismo“.
El segundo fenómeno atmosférico que interviene en esta tormenta perfecta periodística es el de la tecnología y el uso social tan extendido de ésta, sobretodo a través de las redes sociales. Hace ya tiempo que la información nos llega desde cualquier lugar del mundo, a cualquier hora y en cualquier dispositivo móvil. Pero además las redes sociales permiten que cualquier ciudadano, testigo de una noticia, la difunda con su 'smartphone' o tableta en multitud de formatos. Ya no es necesario que haya un periodista que levante la información, ésta se elabora por cualquier persona en el mismo instante en que realiza un 'tuit', o sube una foto de un acontecimiento en Instagram o en Facebook.
Hay tanta información en la red que es difícil seleccionar la verdadera de la falsa o de la tendenciosa. Como dice Iñaki Gabilondo, equiparando la información al fenómeno atmosférico de la lluvia intensa: “Cuando se produce una catástrofe por una inundación lo primero que suele escasear es el agua potable”. Seguramente es el periodista el que debe potabilizar esa fuente informativa ciudadana. Su papel, abstraído de protagonismo y contrastando la verdad con objetividad, es necesario para los ciudadanos.
Pero también las redes sociales han sido una ventana hacia la libertad, para que nada se pueda hurtar al conocimiento de la gente. La red social debería verse como un aliado del periodismo, e Internet como una herramienta potenciadora de los contenidos. Otro fenómeno que se está produciendo es el del choque cultural entre lo que se podría denominar el viejo y el nuevo periodismo. Los viejos medios que, como decía al principio, siguen 'malviviendo' del papel, están haciendo verdaderos esfuerzos para que la transición de sus cabeceras impresas a las digitales sea rentable, pero muchas veces los movimientos son paquidérmicos y contradictorios. Recientemente se están planteando cosas tan básicas como que hay que conocer el gusto y las expectativas de sus lectores. Lectores a los que empiezan a reconocer que habían desoído hace tiempo. Experimentan con fórmulas de muros y micropagos; cierran y abren sus ediciones digitales en un continuo ensayo de prueba y error.
Hace un par de semanas el director de El País, Antonio Caño, durante una conferencia en el Foro de Nueva Economía junto a Juan Luis Cebrián, dijo que se está produciendo un cierto arribismo de los periódicos llamados “nativos digitales” a los que ve imbuidos de la verdad y en los que la opinión es sagrada y la información poco contrastada. Ve en la sustancia de esos nativos digitales una falta de interés por basarse en la esencia de los principios básicos del periodismo. Me extrañó que cargara contra el llamado nuevo periodismo de los medios nativos digitales y que lo mezclara con el de las tertulias televisivas en las que todo vale para hacerse un hueco en la silla de las audiencias. Unas tertulias en las que todo obedece a un guión establecido de enfrentamientos entre periodistas y entre políticos y en las que las opiniones son de los que más gritan y no de los que más saben. Me dio que pensar esa crítica hacía los nuevos diarios en Internet de los que yo formo parte como cofundador de eldiario.es. Parece que ahora somos la competencia por la audiencia con los grandes grupos y se nos quiere denostar a costa de sus errores.
Pero los nuevos diarios digitales también forman parte de la tormenta perfecta. Son esa masa de aire caliente, aceptemos que todavía inestable, que choca con la fría atmósfera de los viejos medios. Quizá se tiene que producir ese choque para que descarguen con virulencia todos los fenómenos atmosféricos y tras ellos venga la calma, la estabilidad para el periodismo. La propia crisis que generó miles de periodistas desempleados, periódicos cerrados y otros a punto de la quiebra, es la que puede regenerar al periodismo con los nuevos periódicos digitales que están surgiendo.La barrera de entrada en Internet es muy pequeña. No se requiere de las grandes inversiones que precisa un diario en papel, una radio o una televisión. El error muchas veces consiste en querer competir con la información generalista de los grandes medios. Decía el profesor Jeff Harvis que “es un error estar dando siempre diferentes versiones de la misma noticia en lugar de centrarnos en aquellas que ofrecen valor y servicio a la comunidad”. Hemos de alejarnos de la cantidad y volver a la calidad.
Las palabras “modelo de negocio” son las más empleadas en el sector de los medios de comunicación. Cuando se emplea con interrogantes , quizá una de las respuestas sea la de aquel que se base en informaciones propias o en el que busque en las noticias una historia diferenciada y , sobre todo, no quiera ser el mejor en todas las áreas. Desde Deportes hasta Internacional. No olvidemos que el lector digital suele consumir diferentes medios para diferentes noticias. Ya no tiene que comprarse tres o cuatro periódicos en papel entre generalistas, económicos y deportivos, para estar informado. Le basta con “picotear” entre las diferentes informaciones que le proporciona la red. La especialidad puede ser parte del futuro del periodismo cuando amaine esta tormenta perfecta. Pero entre tanto veremos también que algunos nuevos nativos digitales desaparecerán en el intento, aunque la masa de aire caliente que representan los medios nativos digitales es inestable y no está congelada. Uno de los problemas del sector de los viejos medios es el exceso de oferta para los pocos lectores que tienen. ¿Volveremos a cometer ese error en el sector de los nuevos medios digitales?
La inestabilidad en las cabeceras digitales, las nuevas y las antiguas, viene también de la mano de la evolución tecnológica. Decía que la barrera de entrada es relativamente poco costosa, pero la permanencia sí lo es. Un medio digital debe evolucionar con la tecnología, debe aplicar las mejoras que le proporciona ésta tanto para incorporar aplicaciones multimedia e infografías novedosas para mejorar la distribución de la información al lector, como para tener un buen conocimiento de sus gustos e inquietudes. El periodismo tendrá un futuro digital, pero no por la herramienta que sustituirá un día al papel, sino porque debe recuperar su antigua esencia: Contar hechos que están ocultos a los ojos de los ciudadanos, con honestidad e independencia sin someterse a los intereses de los poderosos y volviendo a dar la voz a los más débiles. Deberá salir de los 'palacios del sistema' para situarse en la 'calle del sistema'.
Los medios elaborarán un periodismo más especializado frente a los generalistas, buscando aportar valor y servicios diferenciales en las informaciones. Los lectores no solo deben interactuar con las informaciones sino que hay que tenerlos en cuenta para saber qué tipo de noticias quieren y cómo hay que elaborarlas. Hay que buscar la complicidad del lector con el medio. Buscar fórmulas para que pueda colaborar económicamente para que se pueda hacer periodismo con libertad y no tanto para pagar por la información. La financiación de los medios seguirá siendo dependiente de la publicidad y las formulas de 'Brand Content'(Contenido patrocinado) bien diferencia de la información tendrán cada vez más protagonismo en los periódicos.
En ese futuro, el papel del periodista será muy relevante. No solo deberá conocer y usar las tecnologías sino que se orientará a escribir para los lectores y no para otros intereses. La especialización tomará más fuerza. Ya no valdrá el escribir sobre todo. Habrá que trabajar sobre aquellas temáticas diferenciales y con alto valor de servicio al lector. La opinión tampoco puede ser tan generalista. No puede derivar en los periódicos como en los 'infoshows' televisivos en el que todos hablan, incluso de lo que no saben de nada tan solo para marcar posturas ideológicas que son, por otra parte, conocidas de antemano. La opinión debe aportar también valor añadido a las informaciones. En ese contexto, el periodista puede aparecer como parte de su propio proyecto junto con otros colegas en vez de integrarse en una sección de un gran medio o empresa periodística. Pero para ello deberá asegurarse en los posible que su medio sea rentable, única manera de que pueda ser independiente.