Has elegido la edición de . Verás las noticias de esta portada en el módulo de ediciones locales de la home de elDiario.es.
Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

Mujer

0

A lo largo de la historia, la posición que la mujer ha ocupado dentro de las sociedades ha sido el de estar relegada a un segundo plano. No se les permitía participar en conversaciones sociales de hombres ni podían expresar su opinión sobre asuntos concernientes a la política ni en temas empresariales, ni siquiera acceder a conferencias como oyentes. Se las consideraba seres delicados frágiles e incapaces. Sus funciones consistían en el cuidado de los hijos y del marido dentro del hogar. Y fuera, eran meros adornos figurativos que decoraban los espacios correspondientes a los hombres.

Sobre finales del siglo XVIII, con la revolución industrial, las mujeres comienzan a dar pasos hacía un cambio de mentalidad. La incorporación al mundo laboral a pesar de los muchos impedimentos, principalmente familiares, se empieza a ver como una realidad incontestable. La producción necesita mano de obra y es necesario contar con las mujeres sin cargas familiares. Eso sí, con salarios inferiores a los de los hombres. El veto a las mujeres con hijos y marido seguía siendo respetado. Se las relegaba a las tareas domésticas dentro del hogar.

Pero durante la Primera Guerra Mundial la carencia de personal en la industria, obligaba a permitir que todas las mujeres desarrollaran los trabajos que los hombres al ser reclutados para la contienda, no podían realizar. Sus manos sustituyeron a las de los hombres y las fábricas se llenaron de mujeres trabajando fuera del hogar. Este hecho, ocurrido también a lo largo de la Segunda Guerra Mundial, las empoderó, demostrando ser muy capaces de sacar la producción consiguiendo que la economía no se viniera abajo. A partir de ahí, los movimientos feministas se pusieron en marcha y así siguen, porque en la actualidad, el techo de cristal está latente.

Barreras difíciles de saltar reprimen la libertad de muchas mujeres que, a pesar de estar preparadas para alcanzar puestos relevantes dentro de sus empresas siguen sin conseguir derribar el muro impuesto por una sociedad machista gobernada por hombres, una sociedad que no perdona a las triunfadoras que superan sus propios límites.

Durante la segunda República en España, una mujer, Clara Campoamor, defensora del feminismo y luchadora incansable por los derechos y la igualdad de género, consiguió, a pesar de la inestabilidad del momento, lo que en esa época era impensable, el voto femenino, haciendo posible también que más tarde se votara la primera ley del divorcio.

A la muerte de su padre y ante una situación extrema, dejó los estudios y tuvo que ponerse a trabajar para ayudar a la economía familiar. En un primer momento, trabajó de modista, de dependienta de comercio y de telefonista. Pero sus inquietudes la llevaron a presentarse a oposiciones y así consiguió escalar a puestos más importantes. Más tarde, con 36 años, pudo licenciarse como abogada, siendo de las pocas mujeres abogadas españolas de la época.

Desde muy joven, su meta fue lograr la igualdad entre hombres y mujeres. Su lucha fue incansable hasta conseguir estar dentro de la política, defendiendo en las Cortes Constituyentes los derechos de la mujer.

A pesar de que los partidos republicanos de corte radical se negaron a que las mujeres votasen por la influencia que ejercía la Iglesia sobre ellas, en la Segunda República, Clara Campoamor, consiguió el voto femenino. En las elecciones de 1933, la mujer votó libremente aún en contra de un porcentaje alto de hombres y de Victoria Kent que consideraba que la mujer no estaba preparada para tomar decisiones.

Mujeres como Clara Campoamor, Simone de Beauvoir, Marie Curie y tantas y tantas otras, nos han abonado el camino, un camino lleno de piedras que hemos ido apartando hasta llegar a donde estamos ahora.

Pero la lucha aún no ha terminado, al contrario, hay que seguir con más fuerza, porque existe una contraposición decidida a cortar las alas a las mujeres. Romper el techo de cristal definitivamente es el fin para lograr la tan ansiada igualdad.

Y, para conseguirlo, la mujer debe también, librarse de la culpa. Lleva una pesada carga impuesta desde la más tierna infancia. Cada paso hacia la libertad se tropieza con ella. En cada logro, en cada triunfo hacia la liberación, está la culpa, rígida, insultante, preparada para que la mujer se sienta insegura y retroceda. Aprendamos a liberarnos de esa carga y seremos capaces de volar más alto.

Sobre este blog

En este blog publicamos los artículos y cartas más interesantes y relevantes que nos envíen nuestros socios. Si eres socio/a puedes enviar tu opinión desde aquíConsulta nuestras normas y recomendaciones para participar.

stats