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Sobre este blog

Piedras de papel es un blog en el que un grupo de sociólogos y politólogos tratamos de dar una visión rigurosa sobre las cuestiones de actualidad. Nuestras herramientas son el análisis de datos, los hechos contrastados y los argumentos abiertos a la crítica.

Autores:

Aina Gallego - @ainagallego

Alberto Penadés - @AlbertoPenades

Ferran Martínez i Coma - @fmartinezicoma

Ignacio Jurado - @ignaciojurado

José Fernández-Albertos - @jfalbertos

Leire Salazar - @leire_salazar

Lluís Orriols - @lluisorriols

Marta Romero - @romercruzm

Pablo Fernández-Vázquez - @pfernandezvz

Sebastián Lavezzolo - @SB_Lavezzolo

Víctor Lapuente Giné - @VictorLapuente

Luis Miller - @luismmiller

Lídia Brun - @Lilypurple311

Sandra León Alfonso - @sandraleon_

Héctor Cebolla - @hcebolla

¿Nos esforzamos menos de lo que creemos?

Varios niños acceden a las aulas de su centro escolar. EFE/Fernando Alvarado/Archivo

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Seguramente han sido sido testigos ocasionalmente de cómo algunas personas opinan sobre un tema, a priori sin tener mucho conocimiento, con una seguridad pasmosa. Este sesgo cognitivo lleva el nombre de Efecto Dunning-Kruger y es bien conocido en psicología social. Suele ser descrito como la causa de que los individuos con mayores capacidades sean más precisos a la hora de estimar sus competencias que los individuos con menor capacidad, que las tienden a sobreestimar. Se ha encontrado evidencia de este efecto en diversos ámbitos como el razonamiento lógico, la empatía o incluso el humor.

Sin embargo, nosotros nos vamos a centrar en el efecto de este sesgo en la educación. Como cabría esperar, hay varios estudios que muestran su existencia en este ámbito. Estos muestran que los individuos con peores notas o menor habilidad cognitiva tienden a sobreestimar sus resultados en exámenes u otras tareas educativas. Este efecto puede provocar que los estudiantes tengan unas expectativas desmesuradas respecto a su futuro académico y que se puedan llevar una decepción posteriormente. También hay otros estudios que muestran que las mujeres suelen pecar menos de exceso de confianza que los hombres, ya que sus estimaciones están más ajustadas a la realidad.

¿Pasa lo mismo con el esfuerzo?

Hasta ahora, la mayoría de la evidencia en el ámbito educativo se ha centrado en probar este sesgo en exámenes y tareas de habilidad cognitiva. Sin embargo, también es relevante explorar si existe el mismo efecto con el esfuerzo cognitivo, un elemento crucial para el logro educativo y del que, sin embargo, no se sabe mucho. Si los estudiantes con menor capacidad sobreestimaran también el esfuerzo que realizan, esto podría sumarse al exceso de confianza en sus habilidades cognitivas, aumentando el sesgo total.

En nuestro proyecto experimental medimos el esfuerzo cognitivo de los alumnos de la manera más precisa posible aportando nuevas evidencias que amplían nuestra comprensión de su función en el contexto educativo. Esto es un desafío importante, ya que el propio concepto de esfuerzo es ciertamente abstracto y, a priori, no hay una manera clara de medirlo. Para ello, empleamos la metodología denominada tareas de esfuerzo real, que fusiona herramientas de la psicología y de la economía conductual. Estas son unas sencillas tareas que normalmente se llevan a cabo en un ordenador, y que nos permiten observar cómo los individuos ejercen un esfuerzo cognitivo bajo determinados estímulos y condiciones.

En nuestro caso, los individuos son alumnos de primaria de diversos colegios de la Comunidad de Madrid que vinieron de visita con sus clases a la Universidad Carlos III de Madrid. En este contexto, intentamos replicar lo mejor posible las situaciones a las que los alumnos se enfrentan normalmente, incluyendo dentro de las condiciones experimentales incentivos extrínsecos y otras opciones de entretenimiento, como juegos de ordenador. Al terminar la parte experimental, los estudiantes completaron un test de habilidades cognitivas y una encuesta donde, entre otras cosas, tuvieron que valorar el esfuerzo realizado durante las tareas.

Para comprobar cómo de precisos son los estudiantes al estimar su propio esfuerzo, comparamos su percepción de esfuerzo realizado con la medida de esfuerzo cognitivo que nosotros obtenemos. Para ello, normalizamos ambas medidas a una escala de 0 a 1 y calculamos su diferencia. Además, controlamos nuestra variable de esfuerzo cognitivo por la habilidad cognitiva de cada individuo, evitando así que la habilidad cognitiva determine las diferencias de esfuerzo.

A nivel general, los alumnos tienden a sobreestimar su propio esfuerzo. Así, en promedio, creen que se han esforzado un 9% más de lo que muestra nuestra medida de esfuerzo. Sin embargo, y atendiendo a los estudios previamente expuestos, podríamos esperar que ese efecto no fuese igual para todos los alumnos. Para comprobar esto, dividimos a los alumnos en tres grupos por su habilidad cognitiva: alta, media y baja.

Gráfico 1. Sobreestimación de esfuerzo de los estudiantes

          

La sobreestimación de esfuerzo que mostramos en el Gráfico 1 presenta diferencias claras entre grupos. Los alumnos con menor capacidad cognitiva sobreestiman significativamente el esfuerzo que han ejercido en las tareas de esfuerzo cognitivo, sucediendo lo mismo para el grupo con habilidades cognitivas medias. Las magnitudes de la sobreestimación son de un 14% y un 10%, respectivamente. Además, atendiendo a los intervalos de confianza, encontramos que estas diferencias son estadísticamente significativas. Por el contrario, la sobreestimación de esfuerzo del grupo con altas habilidades cognitivas es bastante menor, y no es significativa estadísticamente, aunque parece cercana al 4%. Esto parece indicar que los alumnos con mayor habilidad cognitiva son capaces de estimar más precisamente el nivel de esfuerzo que han realizado en comparación con el resto de alumnos.

Nuestros resultados van en línea con estudios anteriores y sugieren que el Efecto Dunning-Kroger también está patente en el esfuerzo. Este resultado es importante, dado que el exceso de confianza sobre el esfuerzo realizado puede llevar a que un estudiante dedique menos esfuerzo del que cree (y sería necesario) para superar una determinada tarea. Sin embargo, lo más relevante es el hecho de que esta sobreestimación del esfuerzo no es igual entre todos los estudiantes. Los estudiantes con mayor habilidad cognitiva, además de tener esa ventaja, pueden calcular de una manera más precisa cuánto esfuerzo quieren dedicar a algo, resultando en una asignación de recursos cognitivos más eficiente. Por lo tanto, esta acumulación de ventajas tiene un impacto directo sobre la desigualdad educativa. Si a los estudiantes menos inteligentes no solo les cuesta más comprender y realizar ciertas tareas que a sus compañeros, sino que también tienen más dificultades a la hora de dedicar la cantidad esfuerzo que consideran necesario, les será aún más complicado alcanzar buenos resultados académicos y la brecha con sus compañeros será incluso mayor.

En cualquier caso, hay que tener en cuenta que la muestra de alumnos que participaron en este experimento está diseñada para ser cuasirrepresentativa de los colegios de la Comunidad de Madrid. Es posible que los resultados sean generalizables a otros contextos, pero más investigación es necesaria para comprobar si es así, y también para cuantificar el impacto de este efecto en el rendimiento académico y la desigualdad educativa.

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