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Un día en Navacerrada, un pueblo de Vox: “No culpemos a los cazadores, es puro castigo al PP”

La plaza de Navacerrada, llena de gente en festivo

Analía Plaza

Es festivo al mediodía y las terrazas de los bares están llenas. La mayoría de la gente está de paso -de 'domingueo'- tomando un vino en familia antes de ir al restaurante a comer. Solo los más jóvenes están en la plaza, sentados en el suelo cerveza en mano. “A nosotros también nos pareció alucinante”, ríen. “Y el caso es que conocemos a gente, joven y mayor, que vota a Vox”.

Navacerrada (2.911 habitantes) es un coqueto pueblo de la sierra de Madrid en el que ha ganado el partido de Santiago Abascal. Lo votaron 404 personas, 19 más que al PP, que venía de llevarse el 50% de los votos en 2016 y este año se ha tenido que conformar con un modesto 22%. El batacazo se ha oído hasta en el puerto, diez kilómetros arriba y en la frontera con Castilla y León. “No votar al PP se ha generalizado. Son gente sinvergüenza y les ha pasado factura”, explica el dueño del restaurante Dos Castillas, el único de los dos que hay ahí. “Pero ahora está Vox, que también es de derechas”.

Entre los habitantes, el diagnóstico es rotundo: si Navacerrada es uno de esos 73 pueblos de España en los que la extrema derecha ha sido la fuerza más votada es porque son de derechas de siempre y están decepcionados con el PP. Es una representación en miniatura de la debacle generalizada del partido, que ha obtenido los peores resultados de su historia (66 escaños) y que reconoce que la fragmentación de la derecha les ha castigado y “el efecto Vox ha sido devastador”.

En Navacerrada, además, se junta otro factor. En Murcia (la comunidad con mayor porcentaje de voto a Vox, el 18,6%) y en El Ejido (donde fue la primera fuerza en las andaluzas con el 29,8%) ha calado el discurso contra la inmigración. Ambas son zonas con un alto porcentaje de población migrante que trabaja en huertas e invernaderos. Pero este es un pueblo fundamentalmente turístico, al que la gente va a comer y, como mucho, a dormir si tiene casa allí. Por eso hay quien apunta a su tradición cazadora, una explicación que ha servido para los otros ocho municipios madrileños - todos pequeños, de menos de 11.000 habitantes - en los que ha ganado Vox.

“Caza y toros”, dicen los jóvenes. “Hay mucha tradición”.

“Es un sitio con cazadores”, añade Fernando, presidente de la asociación de guías de Navacerrada, un club para hacer rutas de montaña. “Estarán cansados del PP. Y la chica de Vox es muy simpática”.

Alberto Herrero, presidente de la asociación de cazadores, no piensa lo mismo. “La caza no tiene nada que ver. En Navacerrada siempre ha gobernado la derecha y el PP defendió la caza en su momento”, dice. En el club solo son cuarenta, algunos ni siquiera están empadronados y él no ha votado a Vox aunque el partido haya hecho una activa campaña en este nicho electoral. Recordemos que Abascal reivindicó el uso de armas en defensa propia en armas.net, una web para aficionados al tiro y la caza.

“Si ha salido es por puro castigo al PP. No culpemos a los cazadores”, pide Herrero antes de despedirse.

En el puerto hay atasco y negocio cuando nieva, porque sube mucho madrileño a esquiar. El dueño del Dos Castillas hizo tanto dinero que pudo quedarse con el Venta Arias, justo al lado, y pasarle la gestión a su hijo, que habla enfadado a un cliente tras la barra. “Se volverá a parar el dinero. Llevamos cuatro años jodidos, pues ahora otros cuatro en incertidumbre”.

Se refiere al PSOE. Para los votantes de derechas, Pedro Sánchez es “un trepa”, “un demagogo” o “un falso”, que en opinión de este empresario de montaña “solo quiere sentarse en el Gobierno a costa de los españoles”. Considera que la economía empeorará con la izquierda y que “la sociedad está estropeada”, algo que ejemplifica con la pegatina de “W.C” que da a sus clientes para que entren al baño y evitar que se cuele quien no paga consumición.

“Nos hemos cansado. Ahora damos permiso para ir al baño. Si quieren cosas gratis, que se las pidan a Carmena”, dice a 52 kilómetros de la capital. “¿No ha dado a los negritos espacio gratis para que vendan?”.

El hostelero no votó a Vox porque tiene un “toque troglodita” y se mantuvo en el PP, aunque considera que se tiene merecido el porrazo por corrupto y por no haber hecho “nada” en los pueblos en los que gobierna. Y su discurso sobre la inmigración coincide con el popular. “No estoy en contra de la inmigración, el 80% de mis empleados son inmigrantes”, señala. “Pero que sea ordenada, no que entre toda la porquería”. El programa del Partido Popular habla también de orden: “Apostamos por una inmigración legal, ordenada y vinculada al empleo, acabando con las regularizaciones masivas”.

Si los jóvenes alucinan con que haya salido Vox (y votaron a Podemos o a Ciudadanos), los cazadores no son tan de Abascal, los hosteleros se quedaron con el PP y otros vecinos del pueblo - el taxista, los montañeros, los políticos locales que andan por el pueblo- oscilan entre la abstención y los populares, ¿dónde están los votantes de extrema derecha?

En el puerto también hay tres residencias militares, que podrían ser - como ha sucedido en tantos otros lugares - islas de la formación. Pero pertenecen al término municipal de Cercedilla, donde ha ganado el PSOE, y apenas vive gente en ellas. “Yo estoy contento de que haya ganado aquí”, dice un joven militar que trabaja en una. “Es el único partido que defiende a la mujer porque propone cadena perpetua para asesinos y maltratadores. Si te das cuenta, la mayoría de asesinos de mujeres son inmigrantes. La inmigración está muy chunga. Aunque aquí también hay gente de Podemos”. Su afirmación es falsa: 30 de los 47 asesinatos machistas de 2017 fueron cometidos por españoles. El chico va y viene semanalmente a Málaga, así que vota allí. 

Los chavales de la plaza tienen otra teoría. Conocen a votantes, pero apuntan que hay mucha gente que en realidad vive en Madrid. “Hay muchos que tienen casa de fin de semana, pero que están censados aquí”, dicen. “Domingueros madrileños, ponlo así. O 'pisasetas'. Esos serán los votantes de Vox”.

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