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Opinión - Vivir sobre un polvorín. Por Rosa María Artal

Feijóo, Urkullu, Illa, Almeida o Yolanda Díaz: políticos que salen reforzados de la pandemia

Feijoó y Urkullu, ganadores de las elecciones gallegas y vascas del 12J.

Iñigo Aduriz

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Son la excepción a la norma. Lejos de acusar el desgaste de meses de pandemia, en los que han tenido que adoptar medidas difíciles vinculadas al confinamiento o iniciativas económicas drásticas, un grupo de dirigentes públicos se han visto reforzados durante la crisis sanitaria. El presidente de la Xunta de Galicia, Alberto Núñez Feijóo; el lehendakari, Iñigo Urkullu –los dos grandes triunfadores de las elecciones del 12J–el ministro de Sanidad, Salvador Illa o la de Trabajo, Yolanda Díaz, así como el alcalde de Madrid, José Luis-Martínez Almeida han ganado popularidad en las últimas semanas, haciendo frente a las encuestas que siguen situando a los políticos y a la política como uno de sus principales problemas.

Las únicas citas electorales celebradas durante la pandemia, los comicios de Galicia y Euskadi del pasado domingo, demostraron que la gestión de la crisis no tiene por qué pasar factura a los encargados de administrar el endiablado escenario político, sanitario y económico que propició la COVID-19. Gallegos y vascos no solo apostaron por el continuismo de sus respectivos presidentes autonómicos, sino que robustecieron sus liderazgos dándoles en las urnas un respaldo mayor que el que lograron hace tres años.

Alberto Núñez Feijóo

El poder que Feijóo se llevó en el bolsillo el 12J trasciende a la contienda autonómica y le sitúa como una anomalía: el único presidente que han conseguido cuatro mayorías absolutas en la última década. El resultado supone igualar las cifras de Manuel Fraga y la entrada en un club con un puñado de nombres que forman parte de la historia política de España: Jordi Pujol, José Bono, Juan Carlos Rodríguez Ibarra. Ni siquiera Pujol consiguió cuatro victorias absolutas, pese a estar en el poder de manera ininterrumpida durante 23 años. Y todo ello en medio de una crisis económica y social que ha fragmentado mucho el sistema de partidos.

Para el presidente gallego la victoria supuso el refrendo a su gestión durante la primera fase del coronavirus y le reforzó también como uno de los barones con más peso dentro del PP. Es el único que gobierna con mayoría absoluta, después de una campaña en la que marcó un perfil propio, alejado del líder nacional, Pablo Casado, y llegó a esconder las siglas del partido para ensanchar su electorado más allá del tradicional voto conservador.

Su triunfo se interpretó, de hecho, como una victoria del PP más moderado, heredado de la época de Mariano Rajoy, frente a la estrategia del actual líder nacional del partido, Pablo Casado, del ala más derechista, y cuya gran apuesta personal, la coalición de PP+Cs en Euskadi, salió derrotada el 12J al perder tres de los nueve escaños que había logrado en 2016. El resultado de Feijóo inició una serie de maniobras en otros barones populares de presión a Casado para que gire al centro, algo que según el líder del PP no sucederá porque considera que “siempre ha estado en la moderación”.

La victoria también avivó de nuevo el eterno debate sobre si dará el salto a la política nacional. Feijóo ya ha dicho que no volverá a por un quinto mandato, pero cada vez que se le pregunta por sus aspiraciones en Madrid juega al escapismo apoyado en el argumento de que eso ya se lo han preguntado antes e insiste en que su compromiso es con Galicia.

Iñigo Urkullu

En Euskadi, una de las comunidades en las que se registraron los primeros brotes del coronavirus y que tuvo que adoptar las primeras medidas para confinar a la población, su máximo gobernante también salió muy bien parado en su primer examen ante la ciudadanía tras la declaración de la pandemia: las elecciones del pasado domingo.

El PNV volvía a ganar los comicios con un apoyo más sólido que el logrado en 2016 y alcanzó el techo histórico de su candidato a la reelección, Iñigo Urkullu, al obtener 31 escaños. Fueron tres escaños más que hace tres años y logró un porcentaje de voto cercano al 40%, casi al nivel del Juan José Ibarretxe de 2001 cuando el exlehendakari concurrió en coalición con EA. El PNV ganó en los tres territorios y creció también en esas tres provincias.

La suma de los 31 parlamentarios de los nacionalistas vascos y el leve crecimiento del PSOE –que, pasó de nueve a diez– permitirá al lehendakari volver a gobernar en coalición con los socialistas, tras unos comicios marcados por la abstención, que en Euskadi alcanzó un histórico 47%, en pleno crecimiento de los rebrotes de la pandemia.

Salvador Illa

En el Gobierno central que ejerció como mando único tras declarar el estado de alarma han sobresalido dos perfiles que han tenido un constante protagonismo durante la pandemia: el ministro de Sanidad, Salvador Illa, y la de Trabajo, Yolanda Díaz. El primero, que también es el secretario de Organización del PSC, se caracteriza por un perfil discreto y tranquilo, pero ha tenido encima el gran foco durante la emergencia sanitaria que obligó a confinar a la población durante más de dos meses.A pesar de la presión y la tensión, el ministro de Sanidad ha batallado la crisis sin grandes errores propios en la espalda y es, según las encuestas, uno de los miembros del gabinete mejor valorados.

Illa protagonizó el mes pasado un momento poco habitual en el parlamentarismo español acostumbrado a la bronca en los últimos años. Al poner punto y final a sus comparecencias semanales en el Congreso, dedicó dos minutos a alabar a los portavoces de todos los grupos políticos. “El médico que lleva usted dentro, me ha enseñado cosas y se lo quiero agradecer”, le dijo al de Vox. “Señora Gamarra, la alcaldesa que lleva usted dentro, con la que me reconozco porque yo vengo del mundo municipal, también ha impregnado muchas de sus intervenciones, muy pegada al terreno, y también se lo quiero agradecer”, le dijo a la del PP. Los dos habían atizado constantemente al Gobierno.

El aplauso en las filas socialistas fue generalizado al igual que el día que respondió con contundencia a un diputado conservador que le exigía que trasladara “consuelo” a una ciudadana que había perdido seres queridos. “No tengo por costumbre mostrar cariño o consuelo ante las cámaras, esto lo hago en privado –le contestó–. Espectáculos los justos. Está muy obsesionado con que hay cámaras, yo muy poco. Hay ciertas cosas que las hago en público y ciertas cosas que hago en privado. Los sentimientos los sé guardar para mí y los sé expresar cuando los tengo que expresar”. 

Nadie cuestiona el crecimiento de Illa durante la crisis del coronavirus, que le ha llevado a ser el ministro más demandado en los territorios, según fuentes de Ferraz. El titular de Sanidad fue, de hecho, el reclamo de los socialistas vascos y gallegos para la campaña electoral del 12J, donde abrazó un perfil mitinero. El ministro dedicó el grueso de su discurso a hacer balance de su labor en estos meses.

Yolanda Díaz

Otra de las sorpresas de la pandemia es la de Yolanda Díaz. Sorpresa para quien no la conociera, como recuerdan en Unidas Podemos. Quienes la conocen saben que la ministra de Trabajo y su pequeño equipo compuesto por mujeres, es inagotable. Desde su llegada al Parlamento tras las eleciones de diciembre de 2015 se hizo imprescindible en la dirección del grupo confederal. Y ahora es uno de los pilares del Gobierno de Pedro Sánchez.

Más allá de su capacidad de trabajo, lo que ha convertido a Díaz en un referente ha sido, en medio de la crisis sanitaria y económica, su capacidad de armar acuerdos inverosímiles y de ejercer de contrapeso real a las políticas más conservadoras que promueven las ministras económicas del ala socialista del Ejecutivo. Hija de un histórico sindicalista gallego y abogada laboralista de profesión, Díaz sentó a la mesa del diálogo social a la CEOE y no se levantó hasta que no cerró una multitud de acuerdos que nadie podía prever: la subida del SMI, el comienzo de la derogación de la reforma laboral del PP y, ya con la pandemia declarada, todos los reales decretos que en materia laboral se han aprobado. Su gran objetivo: un Estatuto de los Trabajadores del siglo XXI.

Con todo, su fortaleza y visibilidad no sirvieron para salvar a Galicia en Común de la debacle electoral del pasado domingo. Ni siquiera la ministra mejor valorada del Gobierno pudo enjuagar cuatro años de guerra civil interna en el espacio político de Unidas Podemos.

José Luis Martínez-Almeida

El alcalde de Madrid, José Luis Martínez-Almeida, también está en su mejor momento tras verse elevado durante la gestión de la pandemia: acaba de lograr, junto a su socio Ciudadanos y con toda la oposición, un acuerdo con medidas para sacar a la ciudad de la crisis ocasionada por la COVID-19. Además, las encuestas le sonríen. La última, publicada por Telemadrid, muestra que la negociación ha catapultado al PP –Almeida ganaría hoy las elecciones con ocho concejales más– y también la imagen del regidor, el político mejor valorado del Ayuntamiento junto a Villacís, en segunda posición. Además, dos de cada tres ciudadanos aprueban la gestión del Consistorio durante la epidemia y un 68% cree que el primer año de mandato de PP y Ciudadanos sido “bueno o muy bueno”.

Pese a ser una de las grandes apuestas personales de Casado, cuya gestión está caracterizada por el enfrentamiento constante con el Gobierno, el talante más negociador de Almeida emergió durante la pandemia a la vez que perdían pie algunas de las medidas que cimentaron su liderazgo antes del coronavirus, y que en muchos casos eran impopulares, como su intento por acabar con Madrid Central. La estrategia del alcalde de Madrid choca con la que sigue su homóloga en la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, y el líder de su partido. “Como alcalde está dando mucha seguridad a la gente”, sostenía una dirigente del PP de Madrid que le conoce bien al principio de la pandemia. “Era un desconocido hace dos años y ha sorprendido con esto a propios y ajenos”, añadía. En el partido algunos le llaman ya “el alcalde de España”.

Durante la crisis sanitaria el regidor se ha centrado, sobre todo, en explotar el perfil de proximidad que permite la política local: habla directamente a los ciudadanos, les conmina a comportarse con responsabilidad, les anima cada día en redes sociales y emite mensajes directos, sencillos y sin tecnicismos en una época rodeada de incertidumbres. Los mensajes positivos han inundado sus perfiles virtuales, con lemas como “juntos lo conseguiremos”, “todo va a salir bien”, o “vamos a mostrar al mundo que vamos a salir de esta”, algo reconocido por políticos no solo de su partido, sino también de otras fuerzas políticas.

El enigma de Inés Arrimadas

Desde el inicio de la pandemia, la nueva líder de Ciudadanos, Inés Arrimados, ha intentado devolver el partido al centro con una doble estrategia: ofertas de pactos al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, abriéndose incluso a aprobar los Presupuestos, y continuidad en los gobiernos de coalición con el PP. Populares y Ciudadanos se presentaron el coalición en Euskadi y aunque el resultado supuso un batacazo para el PP, dado que la coalición obtuvo tres escaños menos de los nueve que logró cuando se presentó en solitario, en 2016, para los de Arrimadas implicó la entrada en el Parlamento vasco por primera vez en su historia con tres parlamentarios.

Peor le fue a Ciudadanos en Galicia, donde no obtuvo ningún representante yendo en solitario. Por eso desde la formación que se considera “liberal” creen que la fórmula idónea para futuras citas electorales –la más próxima es la delas elecciones en Catalunya, que aún no tienen fecha– es concurrir con el PP, pese a las reticencias de los barones populares. En todo caso, está por ver si el último bandazo del partido de Arrimadas tiene efectos en sus resultados a nivel nacional y si, por tanto, la estrategia adoptada durante la pandemia da sus frutos en un partido que tan solo tiene actualmente 10 diputados en el Congreso.

Fernando López Miras

Más allá de la capital y de Galicia y Euskadi, el presidente de la Región de Murcia, Fernando López Miras, también se ha demostrado como uno de los políticos que han emergido durante la pandemia. En abril de 2017, tomó posesión del cargo con apenas 33 años tras la dimisión de Pedro Antonio Sánchez por varios casos de presunta corrupción. El “pimpollo político”, como le llamó otro expresidente murciano, Alberto Garre, en una ocasión, no ha desaprovechado la oportunidad y ante el escepticismo de muchos, incluso entre sus propias filas, se ha convertido en el líder regional más valorado y el único que recibe un aprobado con un 5,24 de nota media, según el Barómetro de Primavera del Centro de Estudios de Opinión Pública de Murcia (Cemop).

La visibilidad que adquirió López Miras –que actualmente gobierna en coalición con Ciudadanos y con el apoyo de Vox– a raíz de la DANA que experimentó la Región el pasado septiembre y, sobre todo, la actual pandemia, con el apoyo de su prudente consejero de Sanidad, Manuel Villegas, le han otorgado solidez para ocupar un puesto al que llegó sin esperarlo.

El jefe del Ejecutivo murciano ha favorecido las medidas más restrictivas para el confinamiento –incluso pidió al Gobierno central cerrar la costa murciana antes de que se decretara el estado de alarma–, entrando en contradicción con la postura del del PP nacional, aunque siempre culpando a Pedro Sánchez de cualquier problema. La estrategia le ha salido bien, a tenor de lo que dicen las encuestas sobre él.

Verónica Casado

La consejera de Sanidad de Castilla y León, Verónica Casado (Ciudadanos) fue la cara del Ejecutivo autonómico en el peor momento de la pandemia. Compareció día tras día, a excepción de los domingos, reservados para la rueda de prensa del presidente, Alfonso Fernández Mañueco, para dar explicaciones detalladas y responder a todas las preguntas que se le hacían sobre el avance del virus. Casado mantuvo un perfil técnico pero amable, y en ocasiones dejando asomar la bata blanca de la médico de familia que es.

Quebró en una comisión en las Cortes de Castilla y León, en el cuadragésimo cuarto día de la pandemia. Intentaba leer los nombres de los compañeros fallecidos y no pudo contener el llanto. Las imágenes, replicadas en varios medios nacionales, reforzaron su imagen. Desde entonces, Casado ha ido ganando presencia y credibilidad tras un aterrizaje en política no demasiado exitoso: quiere reformar el modelo de atención primaria en el medio rural reduciendo la atención en los consultorios locales a los que sólo se podrá acudir con cita previa y priorizando que los centros de salud que atiendan a varios municipios. Esta medida, en una Comunidad envejecida y con alta dispersión, es complicada.

Tampoco su gestión de la pandemia está exenta de sombras. La decisión de que los ancianos de las residencias fueran atendidos en los centros y no en los hospitales, la alta mortalidad que se produjo y las denuncias activas en algunos juzgados de la Comunidad mantienen a Casado ‘en cuarentena’.

*Con información de Gonzalo Cortizo, Iker Rioja, Irene Castro, Aitor Riveiro, Sofía Pérez, Elisa Reche y Laura Cornejo.

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