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El difícil equilibrio de Arrimadas: ofertas de pacto a Sánchez, gobiernos con el PP y mítines en Euskadi junto a Casado

Inés Arrimadas y Pedro Sánchez en una reunión mantenida antes de la pandemia

Carmen Moraga

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En los pocos meses que llevábamos de legislatura, Ciudadanos, un partido que siempre ha hecho gala en su corta historia de una gran versatilidad ideológica labrada a base de volantazos, busca la cuadratura del círculo o el 'más difícil todavía'. Por un lado, trata de mantener sus gobiernos con el PP y el respaldo de Vox, en varias comunidades, entre ellas Madrid, donde el bipartito vive una grave crisis y tensiones constantes agravadas por el desastre de gestión de las residencias de ancianos-, mientras cierra coaliciones por la derecha, como la que se presenta en Euskadi con Carlos Iturgaiz, un duro del aznarismo como cabeza de cartel.

Pero a la vez, desde que estalló la pandemia, la nueva dirección de Ciudadanos se ha abierto a pactos con el Gobierno de Pedro Sánchez, el mismo al que no hace tanto, según los argumentarios que imponía Albert Rivera, consideraba “una banda que quería quedarse con el botín” de España.

Tras romper el cordón sanitario al PSOE, impuesto por el exlíder del partido a raíz de la foto de Colón, los diez diputados de Arrimadas han ayudado a sacar adelante todos los decretos del estado de alarma para salir de la crisis sanitaria y económica, incluido el de la vuelta a la 'nueva normalidad', votado este mismo jueves. Y ahora se preparan para sentarse a negociar los Presupuesto de Estado de 2021, algo impensable e insólito hace apenas unos meses.

Esa colaboración con el Gobierno va a implicar también que Ciudadanos renuncie a una de sus principales medidas fiscales, la bajada generalizada de impuestos, que ha defendido siempre la formación en anteriores etapas. El partido de Arrimadas se ha alineado con el PSOE y apuesta ahora “por incentivar y aumentar la recaudación fiscal para poder financiar un mayor gasto público”, según recogen sus conclusiones en la Comisión por la Reconstrucción del Congreso.

“Vamos a aportar soluciones en una linea muy clara: luchar contra el fraude fiscal que en este país es muy elevado, y a que se aborden una serie de reformas legislativas para aumentar la recaudación, tocando lo menos posible los impuestos”, señaló este jueves el portavoz adjunto del partido, Edmundo Bal, en una entrevista en Onda Cero.

Entre las medidas que proponen está la de “devolver a la Agencia Tributaria las competencias para examinar el cumplimiento de los requisitos de las SICAV” y “una reevaluación del Impuesto sobre Sociedades en relación con las deducciones, que también se han revelado como una de las fuentes de ese fraude fiscal”.

A juicio de Ciudadanos, para esa lucha contra el fraude lo primero que hay que hacer es “potenciar a la inspección del Estado dotando a este organismo de mayores medios”. Pero también “potenciar la necesaria cooperación internacional entre los países para intentar evitar que existan esos territorios de escasa o nula cooperación tributaria en donde se pueda esconder de una manera opaca los rendimientos obtenidos en España”.

Un giro que no impide la crítica a los aliados de Sánchez

Este giro al centro emprendido por Arrimadas, recomendado por sus asesores al ver la deriva de Ciudadanos, no implica dejar de cargar contra los “aliados” de Sánchez -Unidas Podemos, nacionalistas y separatistas-, a los que el partido acusa de querer destruir el consenso constitucional del 78 y de colocar a la monarquía en su punto de mira.

Esta semana, Edmundo Bal, convertido en la cabeza visible de la formación mientras Arrimadas está de baja por maternidad, se posicionaba junto al PSOE, PP y Vox en contra de los intentos de siete grupos de la oposición -entre ellos Podemos- de que el Congreso investigue los últimos escándalos del rey emérito Juan Carlos I, pero también al expresidente del Gobierno, Felipe González, por el caso GAL.

Por otro lado, y en la misma línea de apoyo al Gobierno, el partido daba su respaldo a la candidatura de la vicepresidenta tercera y ministra de Asuntos Económicos, Nadia Calviño, para que lidere el Eurogrupo.

El reverso a esa actitud pactista con el Ejecutivo de Sánchez, que los dirigentes de Ciudadanos justifican alegando que son una formación que hace “política útil” y votan pensando en “el interés general”, se ha plasmado en Euskadi. Allí Ciudadanos concurre en coalición con el PP, que tras hacer caer en vísperas de la pandemia al líder del partido, Alfonso Alonso, de perfil mucho más moderado, impuso como candidato a lehendakari a Iturgaiz, al que no hace mucho habían defenestrado relegándole a un puesto de difícil salida en las pasadas elecciones europeas.

Esa alianza con los populares en el País Vasco llevará a Arrimadas a compartir un mitin electoral junto a Pablo Casado, que pugna con el líder de Vox, Santiago Abascal, por hacer el discurso más demoledor contra Sánchez. Tanto Casado como Arrimadas quieren que se visualice su sintonía en su lucha contra el “nacionalismo radical”.

En la dirección de Ciudadanos aseguran que esa foto con el dirigente del PP es compatible con el apoyo que ellos están dando al Gobierno bipartito del PSOE y Podemos, un respaldo que, según insisten, no empaña en absoluto “la buena sintonía” que mantienen con el PP, que califican de “magnífica” y “más sólida que nunca”. Y eso a pesar de que la presidenta de la CAM, Isabel Díaz Ayuso, ha reconocido que durante la pandemia estuvo sopesando convocar elecciones anticipadas en Madrid ante el fantasma de una posible moción de censura por parte de los socialistas que contaría con el apoyo de los de Aguado, por ahora sus socios de gobierno.

Críticas a Arrimadas por su 'doble juego'

Ese difícil equilibrio o 'doble juego' en el que se está moviendo Ciudadanos le está costando a la nueva líder de la formación no pocas críticas internas y externas. En las últimas semanas, Arrimadas ha visto cómo su antecesor y mentor político, Albert Rivera, dejaba patente en Twitter su oposición a esa estrategia de pactos con Sánchez y la castigaba con su indiferencia participando por compromiso en la V Asamblea del partido -celebrada de manera telemática- con un breve vídeo en el que la mencionaba de pasada. El expresidente del partido está ahora volcado en un nuevo proyecto para atraer 'Líderes en el cambio', detrás del cual algunos ven una operación para volver a la política dentro de un tiempo razonable.

Además de los desplantes de Rivera, la nueva presidenta de Ciudadanos se ha tenido que enfrentar a la marcha de algunos de los miembros del ala dura. El portazo más sonoro fue el del exportavoz parlamentario, Juan Carlos Girauta, que no ha parado de atacar a sus antiguos compañeros en Twitter, muchas veces perdiendo los papeles. También se ha marchado la anterior portavoz municipal de Ciudadanos en Barcelona, Carina Mejías. El último en abandonar el escaño y la militancia ha sido el empresario Marcos de Quinto, un fichaje estrella de Rivera que durante las últimas semanas ha vertido graves insultos contra los ministros y ministras de Sánchez.

La idea de que la nueva dirigente del partido se ha “entregado al PSOE” y eso le va a pasar factura más pronto que tarde, la están lanzando algunos medios y tertulianos de la derecha, así como los dirigentes de Vox. El portavoz parlamentario de la formación de extrema derecha, Iván Espinosa de los Monteros, sentenció el otro día que Ciudadanos se está “escorando cada vez más a la izquierda” por intereses partidistas.

Con este panorama, el reto más cercano para Arrimadas, en el que pondrá a prueba si el electorado acepta su nueva estrategia, serán las elecciones gallegas y vascas del próximo 12 de julio, dos territorios donde Ciudadanos siempre ha pinchado.

Un fracaso en ambas autonomías supondría un mal comienzo para su recién estrenado liderazgo y podría desenterrar el 'hacha de guerra' interna dado que al sector crítico del partido -CsEesTú- nunca le pareció una buena opción concurrir en alianza con el PP en Euskadi porque creen que corren el riesgo de “perder la identidad” del partido.

A favor de Arrimadas, no obstante, juega el hecho de que el vicepresidente de Castilla y Léón, Francisco Igea, que fue su rival en primarias y lideró al grupo de los discrepantes, está ahora encantado con el cambio que ha dado la nueva líder en sus relaciones con el Gobierno central.

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