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El jabón de Alepo intenta sobrevivir desde el exilio

El jabón de Alepo intenta sobrevivir desde el exilio

EFE

Beirut —

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Casi cuatro años de guerra en Siria han asestado un duro golpe al producto más famoso de Alepo, el jabón de laurel, heredero de una tradición centenaria que trata a duras penas de sobrevivir, aunque sea alejado de su tierra natal.

Mahmud al Shawa no recuerda ni un solo período de su vida que no haya estado vinculado a este sector, ni siquiera desde su exilio en el Líbano, donde lleva ya siete meses intentando sacar adelante su empresa, Al Shefaa.

En una cafetería beirutí, este hijo de un fabricante de jabón de Alepo habla a Efe con pasión de este producto, mientras su propio vástago, Hasan, escucha atentamente.

“El jabón de Alepo es algo natural porque tiene elementos como el aceite de oliva y el laurel, que vienen de la tierra; no contiene químicos y está muy ligado a nuestra cultura”, explica Mahmud.

Este producto está tan unido a Alepo que incluso parte de su elaboración depende de las características meteorológicas del lugar, donde el clima es seco.

Su fabricación es estacional, porque comienza en diciembre tras la recogida de la aceituna y finaliza en verano, cuando acaba de secarse gracias a un viento que sopla durante tres o cuatro días entre junio y julio en Alepo, llamado “Tabaj al Mishmish” (Cocinero del albaricoque).

Cada año, la planta de Mahmud producía entre 200 y 250 toneladas, de las que el 85 % se comercializaba en Italia, Francia, el Reino Unido o China. Sin embargo, todo cambió con el inicio de la guerra en marzo de 2011.

La fábrica, que aún existe, está ubicada en la zona industrial de Sheij Nayar, en la periferia de Alepo y escenario de combates en los últimos meses entre las fuerzas gubernamentales y las opositoras.

Pese a que las instalaciones de Al Shefaa han sufrido daños por los proyectiles han seguido operando porque se encuentran en la parte central de Sheij Nayar, donde las naves de los sectores laterales han sido las más afectadas por los choques.

Aun así, la compañía ha reducido sus empleados en la planta, de veinte a tres, y ha rebajado la producción a entre 100 y 150 toneladas anuales.

El deterioro de la seguridad también ha llevado a Mahmud y su familia a marcharse al Líbano.

A diferencia de otros fabricantes de jabón que han optado por trasladarse al sur de Turquía donde el clima es similar al de Alepo, Mahmud, con la ayuda de sus hijos Hasan y Basam, elabora parte del producto en Alepo y completa su producción en una planta en la población libanesa de Sidón, donde ahora reside.

Menos fortuna ha tenido Nabil Andoura, fundador de la ya extinta compañía Noble.

Desde el Líbano, donde lleva desde marzo de 2013, evoca cómo la contienda le ha hecho perder todo, desde su fábrica en Hreitan, al norte de Alepo, como las oficinas en el suburbio damasceno de Barze.

Procedente también de una familia de fabricantes de jabón, uno de los primeros recuerdos de Nabil cuando era niño es su olor mezclado con el de las especias en el destruido zoco de Alepo.

Cultura, tierra, tradición son palabras que jalonan el discurso de este empresario, que en 1998 abrió su propio negocio, con 75 trabajadores y que llegó a producir 500 toneladas de jabón al año, de las que buena parte exportaba a países como España, Japón, Francia, EEUU y Hungría.

“Era algo familiar, creíamos en este producto y sabíamos cómo hacerlo, así que creamos nuestra propia empresa”, rememora Nabil, en declaraciones a Efe.

Sin embargo, la guerra dio un vuelco a la vida de Nabil.

La última vez que este hombre pisó su fábrica en Hreitan fue en mayo de 2011, tras una arriesgada travesía por carretera desde Damasco, donde vivía, hasta ese pueblo.

Esto solo sería el comienzo de su calvario porque un año después un grupo armado irrumpió en Hreitan y su fábrica de jabón fue saqueada, bombardeada y dañada parcialmente; a lo que se sumaría el desvalijamiento de las oficinas en la capital en 2013.

El propio Nabil sufrió un intento de secuestro por parte de desconocidos del que logró escapar cuando iba de Barze a su casa.

Pero la gota que colmó el vaso fue un atentado del que se libraron milagrosamente su mujer y su hija en la capital, que les llevó a hacer las maletas y trasladarse a Beirut.

Pese a haberlo perdido todo, Nabil no descarta emprender algún proyecto relacionado con el mundo del jabón para mantener viva una tradición heredada de sus ancestros.

Susana Samhan

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