Santamaría vs. Cospedal: la batalla final elegirá al sucesor de Rajoy
Cuando el pasado 5 de junio Mariano Rajoy anunció que dejaba la Presidencia del PP, numerosos dirigentes del partido aventuraron que, con la carrera de la sucesión, los populares entraban en una fase de guerra total entre dos de las más estrechas colaboradoras del expresidente: Soraya Sáenz de Santamaría y María Dolores de Cospedal. Se esperaba que las primarias iban a ser una lucha sin cuartel entre ambas dirigentes populares. Y aunque finalmente quienes han resultado los más votados en la primera vuelta –y que por tanto pasarán a la segunda ronda– han sido la exvicepresidenta y Pablo Casado, el pulso interno entre ellas, larvado durante los últimos años, será el que decida quién lidera el Partido Popular.
Cospedal ya no puede ser presidenta, pero el férreo control que ha ejercido en el partido los últimos diez años se verá sin duda reflejado en el congreso de los días 20 y 21 en el que los compromisarios, en segunda vuelta, tendrán la última palabra para elegir al sucesor de Rajoy. Desde la candidatura de Sáenz de Santamaría daban por hecho el jueves la victoria final de la presidenta. Confían en que en las 30 circunscripciones donde fue la más votada, los representantes también le apoyarán en el cónclave.
El viernes, el equipo de Pablo Casado recordaba que aunque de los 3.184 compromisarios 2.162 son electos y, por tanto, es complicado saber con exactitud a quién votarán, 522 son natos por ser miembros de los órganos directivos elegidos por Rajoy, con Cospedal de secretaria general. Serían, por tanto, apoyos de la candidata derrotada en las primarias que podrían respaldar al vicesecretario de Comunicación si existe un acuerdo entre ellos. También podría contar con los diez integrantes de la Comisión Organizadora del Congreso elegida por la secretaria general.
Conocedor de todas las entretelas del partido y sus procesos, Casado se ha dedicado a cortejar desde la misma noche electoral a Cospedal para sumar sus fuerzas y descabalgar a Santamaría.
El enfrentamiento se remonta a 2008
La rivalidad entre las dos compañeras de partido se remonta al Congreso del PP de 2008. Ambas habían sido altos cargos de los Ejecutivos de José María Aznar y mantenían una amistad con el que fue su vicepresidente y sucesor, Mariano Rajoy. En el cónclave en el que éste fue refrendado como presidente y, por ello, como líder de la oposición a José Luis Rodríguez Zapatero, las dos esperaban recibir de su máximo jefe un puesto de responsabilidad. Finalmente, Rajoy optó por una solución salomónica: premió a Cospedal con la Secretaría General y a Sáenz de Santamaría le entregó la portavocía en el Congreso de los Diputados.
Ahí empezaron los roces de dos dirigentes que salieron de una cantera, a la que el PP ha acudido tradicionalmente para nutrirse de cargos orgánicos: la Abogacía General del Estado. El entorno de Cospedal siempre acusó a Santamaría de no mojarse por el partido. Primero desde el Congreso de los Diputados y una vez que Rajoy fue presidente, refugiada en la sala de prensa del Consejo de Ministros donde despejó todas las preguntas sobre los escándalos que sacudieron al PP.
Convivieron durante un tiempo pero nunca llegaron a empatizar y al final su relación se volvió imposible. Llegó un momento en que sus equipos de confianza ni siquiera disimulaban.
Todo lo equilibraba el presidente, Mariano Rajoy, y su control omnímodo en el PP. En el Gobierno dio a una la vicepresidencia y a la otra le concedió más poderes en el partido y le designó como candidata en Castilla-La Mancha, comunidad que presidió de 2011 a 2015. Cuando Cospedal perdió el poder autonómico la nombró ministra de Defensa.
Ambas dirigentes instalaron una permanente polarización en el PP. Sus enfrentamientos se han reproducido prácticamente en todos los congresos autonómicos. Si Sáenz de Santamaría apostaba por un candidato, Cospedal lo hacía por otro y viceversa. Así quedó reflejado, por ejemplo, en la renovación del PP vasco, en 2014, en la que la primera apoyó a los candidatos propuestos por el actual líder de los populares vascos y entonces portavoz en el Congreso Alfonso Alonso, mientras la segunda apoyó a la lista de Arantza Quiroga. Esta vez ganó Cospedal.
Otro choque sonado entre ambas se dio ante la crisis del PP andaluz, en 2014. Sáenz de Santamaría quería designar como presidente, en sustitución de Javier Arenas, a Juan Manuel Moreno Bonilla. En cambio, Cospedal apostó hasta el final por José Luis Sanz, senador y entonces secretario general del partido en Andalucía. En esta ocasión ganó la exvicepresidenta.
Sin disimulo
La guerra abierta entre ambas era de sobra conocida en las filas del partido, pero nunca se había mostrado con el estruendo del pasado Dos de Mayo. Las dos dirigentes sostenidas por Rajoy en un equilibrio casi armónico asistieron juntas a la celebración de la fiesta regional de la Comunidad de Madrid sin mirarse ni dirigirse la palabra. Se sentaron muy próximas, con Ángel Garrido, presidente entonces en funciones, de por medio. La foto de la silla vacía que ocupó todas las portadas certificó como ninguna otra imagen la tensión del momento. Hacía apenas unos días de la dimisión de Cristina Cifuentes y en la Puerta del Sol, sede del Gobierno regional, la herida aún supuraba.
Justo en este punto, cuando la crisis Cifuentes tenía al PP partido en dos, las dirigentes dejaron de actuar en público. Fue el episodio más evidente de la fractura y por entonces aún nadie esperaba que el fin de Rajoy estuviese cerca ni por supuesto la coda final en forma de primarias. Para la exvicepresidenta, el apoyo de la secretaria general a Cristina Cifuentes fue un error. El entorno de Sáenz de Santamaría acusó a la secretaria general de arrastrar con su defensa numantina a todo el Gobierno.
Esta misma semana desde el equipo de la exvicepresidenta trataban de quitar hierro al choque. En la campaña de las primarias, apuntaban, “ellas se han respetado” y quien entró al barro fue Casado. A la batalla le quedan dos semanas y decantará, 10 años después en otro congreso, el nombre del sucesor de Rajoy.