Sánchez declara la guerra a banqueros y energéticas
Luis XIV, más conocido por “el rey sol”, se declaró admirador del lazo al cuello que precedió a lo que hoy conocemos por corbata y Pedro Sánchez acaba de desprenderse de ella. El presidente del Gobierno ha dado barra libre a ministros y funcionarios para que hagan uso de ella sólo cuando lo consideren estrictamente necesario. No está escrito que fuera obligatoria y tampoco está probado científicamente que si los hombres se quitan el atuendo se pueda subir la temperatura de los edificios, pero ahí lo dejó en señal de su compromiso con un ahorro energético imprescindible en tiempos de una guerra que ha trastocado los flujos del gas ruso y augura más pronto que tarde restricciones en Europa.
Casualidad, o no, el uso de la corbata tuvo su origen en Croacia durante la guerra de los Treinta Años, cuando las mujeres anudaban al cuello un pañuelo rojo a los soldados como símbolo de amor, y ahora, otra contienda es la excusa para descorbatarse. En la Moncloa defienden que el gesto del presidente, durante la comparecencia en la que hizo balance del curso político, fue sólo una llamada de atención para concienciar de la importancia del plan urgente de ahorro energético que aprobará el lunes el Consejo de Ministros. Pero, en realidad en la sala había varios miembros varones del gobierno que, como el presidente, prescindieron del lazo al cuello en lo que bien podría llamarse la rebelión de los descorbatados frente a “los señores de los puros” –a los que el propio Sánchez se refirió en una entrevista reciente– y a tenor de la línea estratégica marcada por Sánchez, que busca una justa redistribución de las cargas de la crisis.
Pedro Sánchez ha declarado una guerra que cree justa a banqueros y energéticas para que aporten a la caja común una parte de sus ingresos a través de un gravamen temporal y extraordinario para los ejercicios 2023 y 2024. “Si protestan la señora Botín y el señor Galán es que vamos en la buena dirección. Si se fijan, son los mismos que cuando aprobamos el Salario Mínimo Interprofesional o la reforma laboral dijeron que España se iba a caer y que se iba a expulsar el empleo y ha sucedido lo contrario”, afirmó en alusión a la presidenta del Banco de Santander y al presidente y consejero delegado de Iberdrola y su sonora protesta por el nuevo impuesto. “El presidente ha marcado una línea y fueron ellos quienes han declarado la guerra al gobierno”, aseguran en la Moncloa por el anuncio de energéticas y bancos de que acudirán a los tribunales para tumbar el impuesto en lo que que, en fuentes gubernamentales, se considera “un signo de imprudencia”.
Los bancos pagarán el 4,8% de sus ingresos por intereses y comisiones mientras que las grandes energéticas aportarán un 1,2% de sus ingresos totales este año y el próximo. Y tan seguros están de que ningún ciudadano derramará una lágrima por el gravamen que creen que las entidades financieras y las energéticas “no están midiendo bien la respuesta de la calle” ante un impuesto que ya está en vigor en más de una docena de países europeos con gobiernos no precisamente socialistas.
Los datos cualitativos que manejan en Moncloa sostienen que un 90% de la ciudadanía respalda la decisión del gobierno. Proteger y avanzar son los verbos que pretende conjugar el presidente en lo que resta de legislatura para que esta crisis, que promete turbulencias, no “la vuelvan a pagar los de siempre, sino que haya una mayor contribución de las grandes corporaciones que han incrementado sus beneficios a costa de la subida de los precios”.
La Moncloa diseñó una estrategia ordenada y muy definida, después de la hecatombe socialista del 19J en las elecciones andaluzas, con mayor presencia en la calle y en los medios de un presidente mucho más ideologizado y cercano que cierra el curso sin euforia y sin inmutarse del catastrofismo que dibujan la derecha política y mediática.
Tras un periodo de turbulencias con sus socios de coalición y los aliados parlamentarios, sus estrategas defienden haber “conseguido levantar el morro del avión” y retomar el vuelo con “la cumbre de la OTAN, que fue un éxito de país; con el debate de la Nación, que salió razonablemente bien; y con la reconstrucción de los lazos con los aliados del independentismo catalán”, tras la crisis del Pegasus. Y esto frente a un líder de la oposición, Alberto Núñez Feijóo que, a ojos monclovitas, “parecía una cosa y ha resultado ser otra”.
“No se sabe los temas, es una sucesión de lugares comunes y ha enhebrado el mismo discurso catastrofista de Pablo Casado en el que igual que su antecesor utiliza datos que son falsos”, añaden sobre Feijóo en La Moncloa, donde el dibujo que hacen de Sánchez es radicalmente opuesto al de su principal adversario “tanto por su perfil internacional como por el dominio de los problemas nacionales”.
El Gobierno está convencido de que este semestre se ha dado un impulso definitivo a la legislatura y despejado las sospechas sobre un anticipo electoral. Romper con el marco del cambio de ciclo instalado por la derecha ya es otra cuestión, pero de momento Sánchez anuncia su disposición a doblegar las encuestas, que le son adversas. Así despidió el curso, tras anunciar también que propondrá en el próximo Consejo Europeo una reforma del mercado de la energía para desacoplar de la tarifa el precio del gas y que se fije un límite máximo para el precio de las emisiones de CO₂. Y, de paso, aclarar que pese a las especulaciones sobre las elecciones generales, no serán más allá de diciembre de 2023. La cita con las urnas será cuando toque constitucionalmente y, sin cambios a priori en su gabinete, con el que dijo estar “muy a gusto y satisfecho”. Así se le vio también en su recién estrenado papel de descorbatado.
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