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Crónica

Sánchez sobrevive entre los tambores del Apocalipsis y la hecatombe de gobiernos europeos

El presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, a su llegada al último Consejo Europeo, en Bruselas

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Italia, Francia, Reino Unido… Un tsunami político arrasa Europa como secuela de las catástrofes que asolan desde 2019 al continente. Los principales gobiernos europeos se tambalean y el de España mantiene el rumbo. Con más o menos aciertos, pese a aquellas advertencias sobre los comunistas en el Gobierno, con una economía renqueante, unos precios todavía desorbitados y la oposición aporreando los tambores del Apocalipsis, Pedro Sánchez está a punto de coronarse como el primer presidente que logra aprobar tres presupuestos consecutivos, tras el fin del bipartidismo.

 El despliegue de un escudo social sin precedentes durante la pandemia y ahora con la crisis económica provocada tras la invasión de Ucrania ha evitado, salvo algún conato de incendio sofocado a tiempo en el sector del transporte, grandes protestas en la calle y dado al primer gobierno de coalición en 70 años una estabilidad que pocos, muy pocos, imaginaban cuando comenzó hace tres años la actual legislatura. Y esto sin haber roto España. Sin inocular en el país el virus del comunismo. Ni quemar la Constitución. Ni acabar con la monarquía. 

Reino Unido, la madre de todas las democracias, vive instalada en la inestabilidad desde que el conservador David Cameron decidió en 2016 someter a referéndum el Brexit. Desde entonces ha habido cinco primeros ministros en apenas siete años. Liz Truss ha sido esta semana la última en tirar la toalla, tras solo 44 días en el cargo y ganarse la crítica unánime de la opinión pública, de los mercados, de todas las instituciones económicas del país y hasta de su propio partido. Todo después de haber tenido que retirar una histórica rebaja de impuestos de más de 60.000 millones de euros que amenazaba con provocar un insostenible agujero en las cuentas públicas y una caída de la libra a los niveles más bajos en cuatro décadas. A su sucesor le tocará ahora, frente a una oposición que le saca más de 20 puntos de ventaja en los sondeos, reconstruir la reputación fiscal del país mientras la economía se dirige a la recesión y la inflación alcanza su nivel más alto en 40 años.

En Italia, un renacido Silvio Berlusconi parece empeñado en dinamitar el incipiente gobierno que lidera la neofascista Georgia Meloni con sus declaraciones en apoyo de Putin y sus estridentes exigencias para el reparto de ministerios entre las tres formaciones de la coalición de derechas. El nuevo vodevil de la política italiana se libra mientras los expertos vaticinan ya que la crisis energética provocará un escenario de estancamiento e inflación y que el nuevo gobierno tendrá que hacer frente a una verdadera emergencia nacional. En un país donde los gobiernos vienen durando año y medio.

 Y en Francia, Emmanuel Macron ha echado mano de la Constitución para imponer por decreto los presupuestos del próximo año ante el bloqueo de las cuentas públicas en la Asamblea Nacional, donde se ha quedado sin mayoría absoluta. La oposición de socialistas, comunistas y ecologistas, bajo el liderazgo del euroescéptico Melenchón, ya ha anunciado una moción de censura, que tampoco descarta impulsar la ultraderecha de Marine Le Pen. Ninguna tiene visos de éxito y en todo caso no supondrían la caída del jefe del Estado sino la de la jefa de gobierno y todos sus ministros, aunque Macron ha amenazado con convocar elecciones legislativas. Pero esta batalla política llega alimentada por un clima de máxima tensión social, con huelgas en las refinerías de petróleo y el transporte y con la amenaza de los sindicatos de extender las protestas por todo el país en un contexto de inflación y el frenazo de la economía, que podría entrar en recesión en 2023.

En España, mientras, todos los espantajos agitados por la derecha política y mediática han caído en el pozo de la retórica hueca, Sánchez se pavonea por Europa como uno de los actores decisivos de la actual ortodoxia económica y la política energética con las que las instituciones comunitarias afrontan las consecuencias de la guerra. Sí, con la inflación aún como principal problema que ahoga a muchas familias, pero lejos de ser el primer país del mundo, como repite la derecha, con los peores indicadores económicos. 

Sin las medidas implementadas por el Gobierno para ayudar a las clases bajas, medias y trabajadoras a combatir el alza de los precios, defienden desde la vicepresidencia económica, “la inflación hoy estaría tres puntos por encima del 8,9” registrado en septiembre tras una caída de 1,6 puntos, moderarse por segundo mes consecutivo y alejarse del temido doble dígito que registró por primera vez el pasado mayo. Los precios cayeron precisamente en aquellos sectores de la economía intervenidos por el gobierno, como la energía y el transporte. Y subieron allí donde no se ha tomado ninguna decisión, como son por ejemplo los alimentos.

Además, la inflación armonizada en la zona euro en el mismo mes de septiembre subía ocho décimas, hasta un nuevo récord del 9,9%, y en la Unión Europea se elevaba otras ocho décimas, hasta el 10,9%, según datos publicados esta misma semana por Eurostat. Hay 21 países de la UE que tienen una inflación más alta que España. Alemania, Dinamarca, Bélgica u Holanda están en esa lista. De hecho, el nuestro es el sexto país con menos inflación armonizada de la UE.

Mientras que Alemania y EE.UU, según todos los organismos internacionales, pueden entrar en recesión en los próximos meses, en España ninguna previsión apunta a ese escenario. Incluso las más pesimistas, como la del Fondo Monetario Internacional, hablan de un crecimiento para 2023 de sólo un 1,2, nueve décimas, sí, inferior a la prevista por el Gobierno.  El FMI coincide con las previsiones que prevén crecimiento, por tímido que sea y, además, sitúan a España dentro de las cuatro grandes economías del euro, a la cabeza del crecimiento económico tanto en 2022 como en 2023. No en vano,  según recuerdan desde el Gobierno, se espera que el PIB nacional rebote el doble que la media de la eurozona (0,5%) en 2023 y un punto y tres décimas más que el promedio en 2022. Así, España será el octavo de los 19 países del euro que más crecerá el año próximo mientras que la actividad de Alemania e Italia se contraerá: 0,3% y 0,2%, respectivamente.

 A pesar de la incertidumbre y la volatilidad internacional, en España las exportaciones han seguido creciendo igual que el PIB, lo que junto a la mejoría del mercado laboral -en septiembre había 900.000 nuevos empleos más que antes de la pandemia- hace que el país afronte en mejores condiciones las turbulencias que seguro quedan por llegar. Sin la aprobación de los ERTE, que en los tiempos más duros del COVID-19 salvaron 3,5 millones de empleos, todo hubiera sido distinto. “Se llama estado de bienestar y se financia con impuestos”, recuerdan desde La Moncloa donde también ponen en valor los más de 15 acuerdos firmados con la CEOE desde que Sánchez llegó a La Moncloa.

Feijóo no tiene quien le quiera... en Bruselas

En contra del Gobierno siguen jugando las encuestas, que sitúan al PP por delante del PSOE en intención de voto aunque sin mayoría suficiente para gobernar si no es en coalición con VOX, pese a que en la fontanería monclovita defienden que los ciudadanos “cada vez son más conscientes de que las grandes decisiones se toman en Europa”. Y añaden que “saben que el presidente del Gobierno ha sido uno de los grandes impulsores de muchas de las que se han adoptado para afrontar las consecuencias de la crisis y han beneficiado directamente a los ciudadanos, como ha sido la excepción ibérica, la nueva regulación eléctrica o el tope del gas” mientras que el líder de “la oposición no logra hacerse hueco en la UE ni siquiera entre sus partidos homólogos”. 

 “Frente a un presidente que pelea en Bruselas, habla de tú a tú con los grandes líderes europeos y cuyo liderazgo no se cuestiona en el PSOE -afirma un veterano socialista-, está Feijóo, a quien se empieza a ver tanto dentro como fuera de su partido como a un líder en tránsito con varios aspirantes del PP en la línea de salida para relevarle”. Esto, además de ser el único de los dirigentes europeos del todo espectro ideológico que ha cuestionado las bondades de la excepción ibérica para España y Portugal en el precio del gas que reclaman para sí el resto de países miembros de la UE.  

 “De momento, lo que ha producido [la excepción ibérica] es un aumento del consumo del gas en España y de la factura en un 40%”, afirmó esta semana en Bruselas, olvidando que la medida ha conseguido ralentizar el aumento del precio de la electricidad en España, como ha reconocido la UE y el Gobierno la cifra en 2.900 millones de ahorro. De hecho, la primera semana de octubre, el precio del megavatio hora que pagamos es un 35% inferior a Alemania, un 55% menos que en Francia y casi un 70% inferior a Italia, según datos del Ministerio de Transición Energética. 

 En su afán por desacreditar cada día las medidas del Gobierno, Feijóo es incapaz de reconocer, no ya la comparativa de España en los indicadores económicos de los organismos internacionales, sino que haya una sola medida aprobada que haya beneficiado a los ciudadanos. O que la derecha haya errado en su pronóstico de que el de Sánchez sería el gobierno más breve e inestable de Europa. O que los profetas del Apocalipsis confundieran al gobierno de España con los del Reino Unido, Francia o Italia.

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