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Merchandising con el viento en contra en las carpas de Ciudadanos

Carpa electoral de Ciudadanos en una jornada electoral en Madrid

Carmen Moraga

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Atrás quedan las encuestas que le daban como primera fuerza, las entrevistas amables en los medios, el sueño del sorpasso al PP... y el recuerdo de su líder y fundador, Albert Rivera. Los años de vacas gordas han pasado, Ciudadanos sufre una opa brutal dirigida por su anterior secretario de Organización, Fran Hervías, hoy con despacho en la sede del Partido Popular y nadie de los que estos días reparte merchandising con las camisetas naranjas lo hace ya con ese espíritu de saber que forma parte de un partido ganador. Ciudadanos es extraparlamentario en casi todas las encuestas, y su candidato, Edmundo Bal, es el más desconocido de los seis. Su futuro también es sombrío. Como la tarde. Son las seis y ha dejado de llover en la esquina de Gran Vía con Fuencarral, un cruce muy concurrido en el corazón de la capital en donde el partido acaba de instalar una de sus carpas informativas. En la intersección de estas dos calles repletas de tiendas, un grupo de voluntarios, muy motivado, reparte folletos con la cara del candidato y un resumen del programa electoral. Entre los regalos que ofrecen hay bolígrafos, chapitas, pulseras, pegatinas con el símbolo del corazón, globos naranjas e incluso mascarillas. Pero de todos estos souvenirs el que más éxito tiene es un pequeño bote de gel hidroalcóholico con el logo del partido que anima a “mantenerse limpio”. Simboliza lo que dicen en Ciudadanos que representa la candidatura de Bal para Madrid: un partido que lucha contra la corrupción y que es garantía de “limpieza”. Un mensaje que Bal se esfuerza en remachar en esta campaña atacando al PP por su corrupción, mientras le acusa de haber abierto “la caja B” para comprar cargos de Ciudadanos, y que, paradójicamente, el candidato conjuga con desparpajo anunciando que quiere volver a pactar con ese mismo PP que les hostiga y les echó del Gobierrno regional.

“Los geles están arrasando”, asegura Pablo, de 27 años, uno de los voluntarios. Llegó de Pamplona a vivir a Madrid para estudiar en la Universidad de Somosaguas y ha participado como voluntario en todas las campañas de Ciudadanos, donde además dirige talleres de formación. Incluso viajó hasta Catalunya para colaborar en los últimos comicios autonómicos y allí dice que vivió “mucha tensión”, más que en la capital. “De momento no hemos tenido ningún incidente desagradable. La gente suele ser amable”, señala. “Me afilié a Ciudadanos en 2014 y desde el primer momento confié en el proyecto y decidí ayudar”, explica mientras atiende a los curiosos que se acercan a la carpa en la que también se puede recoger la papeleta electoral. No hay colas ni aglomeraciones, pero Pablo está convencido de que Ciudadanos entrará en la Asamblea y cree que Bal le dio un buen impulso a su candidatura el día del debate en Telemadrid: “Estuvo muy constructivo”, opina.

Junto a él está Elena, de 24 años, militante de la agrupación de Hortaleza, que también lleva varios años colaborando. En esta campaña, explica, “la gente se acerca a interesarse por la candidatura de Bal y lo que más nos pregunta es con quién vamos a pactar”. Elena, que es abogada, no había militado antes en ningún otro partido. Ahora ve con preocupación la posibilidad de que “el centro desaparezca, cuando es más necesario que nunca”.

Mientras Elena y Pablo explican cómo se desarrolla su trabajo, José Palomar, un madrileño jubilado de 75 años, se asoma al puesto del partido y les pregunta si puede coger dos bolígrafos. “Uno para mí y otro para mi mujer”. Y de paso, “varios globos para mis nietos”, a lo que acceden los voluntarios “sin problemas”. José les confiesa que también vio el debate la noche anterior. “El mejor que ha quedado es el vuestro. Es el que estuvo mejor, no es tan mentiroso como el coletas y no se atranca al hablar como el otro”, en alusión a Gabilondo, les dice. Según confiesa, ya tenía pensado votar a Bal, “pero tras el debate, más”. Este jubilado, antiguo trabajador de Telefónica, vive en Villaverde Bajo, un barrio obrero “pero que ya no es comunista, como antes”, puntualiza. “En estas elecciones hay tres buenos y tres malos”, dice, y ahí lo deja. Luego, recuerda a Albert Rivera: “Era un hombre muy culto y razonable”. “Arrimadas y Bal también”, añade, mirando de reojo a Nacho, otro de los voluntarios, de 30 años, un médico que trabaja en la industria farmacéutica, y que ejerce de DJ en fiestas. Se afilió al partido en 2015 gracias a su expareja, que le llevó a un mitin. Nacho desvela que ha tenido “muchos problemas” por ser gay. “Dentro del propio colectivo LGTBI me lo han puesto difícil con linchamientos personales en Twitter por estar en Ciudadanos”, afirma. Él prefiere pasar página de “tanta intransigencia”. Ahora ayuda en lo que puede para promocionar la candidatura de Bal.

A las 7.30 de la tarde el cielo vuelve a amenazar con lluvia, pero los voluntarios siguen atendiendo a los curiosos. No todos los que se acercan cogen la papeleta de Bal que se les ofrece. Entre los que reparten propaganda se encuentra el coordinador del Comité de Campaña, César Zafra, que va como número tres en la lista electoral. Los voluntarios le jalean porque ha logrado acabar en un pispas con su taquito de folletos. Si el 4 de mayo el partido no supera el 5% de apoyo, Zafra, que es el secretario de Organización de Ciudadanos en Madrid y ha sido uno de los principales escuderos de Ignacio Aguado en la etapa anterior, no continuará en la Asamblea de Madrid como diputado regional, en donde ejerció como portavoz del grupo parlamentario, que contaba con 26 escaños. El responsable de la campaña explica que se están volcando en los municipios del sur, como Getafe y Móstoles, y en otros mucho más pequeños. “Subiremos también a la sierra, que allí Bal es muy popular”, señala.

En una esquina, junto a la carpa, charlan María, Iván y Carla, tres jóvenes estudiantes que han cogido un poco de todo de la mesa electoral. Los tres dicen que son parte de ese alto porcentaje de “indecisos” -cercano al 20%- que no sabe aún a quién votar. Carla desvela que son sus primeras elecciones ya que acaba de cumplir los 18 años y le hace mucha ilusión estrenarse. “Bal estuvo bien en el debate. Quizá vote a Ciudadanos”, reconoce al final, aunque no muy convencida. María dice que en las anteriores autonómicas se inclinó por el PSOE y la candidatura de Ángel Gabilondo, pero ahora no cree que le vote. “Es por Pedro Sánchez. No me gusta su gestión”, se explica. Iván también asegura que siempre ha sido votante del PSOE pero ahora no lo tiene “muy claro”. “No creo que vote por Bal”. Ante tal afirmación, Pablo, el voluntario del partido, les recuerda: “Es importante que sepáis que si Ciudadanos gobierna, se os devolverán las tasas universitarias”.

A escasos metros está Laura Jiménez, vecina de Aranjuez, que ha subido a Madrid con su marido “a hacer unas compras”. Al ver la carpa de Ciudadanos no ha dudado en pararse “a cotillear”. “Yo he votado siempre a Ciudadanos. Me da pena porque era un proyecto bonito pero lo están haciendo regular con los pactos. No quieren ir juntos”, opina, en referencia al PP, para animar luego al partido de Arrimadas a que rectifique. De Bal dice que no le conoce “como político”, “solo por su carrera judicial”. Después confiesa que le “gustaba” Ignacio Aguado. “Pero ya no está. Una pena todo, la verdad”, afirma. Antes de despedirse -“mi marido me espera y se va a enfadar”- Laura se provee de varios geles y bolígrafos de propaganda.

Le toma el relevo José Galindo, un valenciano de 72 años afincado en Madrid que vive muy cerca de allí, en la misma Gran Vía. “Yo he ido a votar siempre, toda la vida. Hay que votar”, sentencia, aunque en esta ocasión reconoce que también es de los indecisos. “Aún no lo sé”, explica, sin descartar que su papeleta sea la de Bal. “Soy un espíritu libre”, afirma. En su opinión, Ciudadanos está “atravesando una mala racha”. “Arrimadas a mí me gustaba mucho, pero cuando estaba en Catalunya. Debería haberse quedado allí para ponerles firmes y en línea [a los independentistas]”, concluye.

Casi entrada la noche, antes de empezar a desmontar el chiringuito, Valentín, otro de los jóvenes militantes que colaboran en esta campaña, se acerca para apuntar: “La primera vez que estuve en una carpa no se me olvida. Estábamos en Vallecas y nos agredieron una pandilla de ultraizquierdistas, nos llamaron fascistas y tiraron la comida solidaria que repartíamos”. Sobre esta nueva cita con las urnas dice que “aunque está siendo una campaña difícil, se ve mucha ilusión y muchas ganas de los afiliados por participar”. “Seguro que sacamos buenos resultados”, se anima.

Al día siguiente, la carpa viaja a La Cuesta de Moyano, junto al Parque del Retiro, como homenaje al Día del Libro, aunque con otros voluntarios. Por allí aparecen Edmundo Bal - que viene del crispado debate en la Cadena Ser- y Begoña Villacís. Ambos charlan primero con algunos simpatizantes y cargos del partido que han acudido a arroparlos y que les aplauden al llegar. Villacís le confiesa a una de sus concejalas, con la que charla: “Soy de la Cuesta”. A lo que Sole, una vecina de la zona que se ha acercado a ver a Bal y antes a Pablo Casado y al alcalde de Madrid -que les precedieron en la visita-, replica por lo bajines: “Sí, claro, hoy todos los políticos que llegan aquí dice lo mismo, que son de la Cuesta”.

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