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La Lengua de Barbarie en Senegal: convivir con un genio y la crisis climática

Varios niños flotan en una especie de colchonetas construidas a base de bidones de plástico cerca de los coloridos cayucos amarrados a lo largo de la orilla del río Senegal, situada entre la Lengua de Barbarie -una estrecha península arenosa- y la Isla de Saint Louis, las dos áreas de la ciudad unidas con puentes a la otra parte, más extensa, que se sitúa en el continente africano.

EFE

Saint Louis (Senegal) —

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En la Lengua de Barbarie de Saint Louis la vida se mece entre dos aguas. Una es la del río Senegal, donde habita un genio que los protege, según les contaron sus ancestros, pero que está contaminada por los desechos que se acumulan en sus orillas.

La otra es la del océano Atlántico, que amenaza con la subida del nivel del mar, que afecta en especial a esta ciudad del norte de Senegal, país con más de 700 kilómetros de costa y el octavo más vulnerable del mundo a la elevación del nivel del agua marina.

Al atardecer, varios niños deciden meterse en las aguas del río y flotan en una especie de colchonetas construidas a base de bidones de plástico cerca de los coloridos cayucos amarrados a lo largo de la orilla de esta zona del río Senegal entre la Lengua de Barbarie -una estrecha península arenosa- y la Isla de Saint Louis, las dos áreas de la ciudad unidas con puentes a la otra parte, más extensa, que se sitúa en el continente.

Cuenta a Efe el sexagenario El Hadji Alioune Gueye, jefe del barrio Bas N'dar Toute, en la Lengua de Barbarie, que los jóvenes de ahora van a bañarse al río porque no tienen miedo, pero que cuando él era niño le contaban la historia de Mame Coumba Bang para que no se metiera en el agua.

“Es el tótem de Saint Louis. Nos contaban, para intimidarnos, que era un genio y que, si nos bañábamos, podíamos ahogarnos. Y teníamos miedo. Pero actualmente los jóvenes ya no se acuerdan de eso ni se lo creen”, explica Gueye.

Al preguntar por Mame Coumba Bang a tres jóvenes sentados en una calle de la Lengua de Barbarie, uno indica con el dedo hacia una calle. Otro de ellos lo mira y le dice que no se está preguntando por una dirección, sino por el genio y terminan diciendo que han oído hablar de eso, que es algo que cuentan las personas mayores.

A pesar de que suene a algo antiguo para los jóvenes, lo cierto es que son muchos los ciudadanos de Saint Louis que aseguran que se siguen haciendo ofrendas a Mame Coumba Bang cuando nace un bebé.

“Cuando tienes un niño, el día del bautismo echas al río un trozo de carne de cordero para que Mame Coumba Bang lo proteja. Yo lo he hecho, yo y la mayoría de los saintlusienses”, comenta Gueye.

Con el paso de los años, el hogar de esta entidad mística se ha ido degradando, especialmente debido a que los ciudadanos dejan en las orillas del río la basura.

Khady Aïdara, que vive a pocos pasos de la orilla del río, acusa al ayuntamiento de no pagar a quienes deben retirar los residuos y se quedan ahí tanto tiempo que ni ella misma sabe decir cada cuánto pasan a recogerlos, a excepción de si hay una autoridad que viene a visitar la ciudad, “entonces se aprovecha para limpiar”, relata.

“Hay veces que se lo lleva la corriente, pero otras se queda ahí hasta que viene la gente del ayuntamiento. Para que eso pase es necesario en ocasiones que la gente reclame”, explica Aïdara, recordando que en la fiesta del cordero la basura llegaba hasta la calle y los coches no podían circular, así que la gente tuvo que reagruparse para juntarla y quemarla.

El río es, sin embargo, fundamental para los saintluisenses, que aseguran que no podrían vivir sin él porque “es Dios quien nos ha dado el río”, cuenta a Efe Gueye.

El río Senegal tiene una longitud de más de 1.000 kilómetros, atravesando todo el norte de Senegal y llegando al país vecino al este, Malí.

En el pasado, el río era navegable y los pescadores que vivían en la Lengua de Barbarie podían ir hasta Podor (ciudad del norte de Senegal), transportar mercancías y había mucho pescado.

Ahora, los pescadores de la península guardan las piraguas en el río pero pescan en el mar, pues dicen que en el río ya no hay tanto pescado y, de haberlo, son peces pequeños.

“¿Podría irse Mame Coumba Bang del río debido a la suciedad?”, preguntamos.

“La historia de Mame Coumba Bang no es muy racional pero nosotros, como musulmanes creemos que hay genios. Está escrito en el Corán, los llamados 'djins'. Ellos están por todos lados, son más numerosos que los seres humanos y les gustan los lugares sucios, los baños”, responde Ass Sow, presidente del consejo del barrio N'dar Toute.

Aïdara tampoco cree que Mame Coumba Bang vaya a irse porque siempre ha vivido en el río.

En la Lengua de Barbarie, solo unos pocos metros separan el mar del río y si se unen ambos es debido a una abertura creada en 2003 al sur de la ciudad para evitar las inundaciones a causa de las subidas del río.

El resultado fue atroz. De unos cuatro metros, esta abertura se ha ido ampliando por el paso del agua superando los siete kilómetros, lo que ha ocasionado la desaparición de algunos pueblos de la zona y la inundación de otros provocando, entre otros, la salinización de las tierras de agricultores.

Pero el problema va a más. “Hay científicos que dicen que si no hacemos nada, en cincuenta años la Lengua de Barbarie va a desaparecer. Los investigadores dicen eso, y lo sentimos en este momento, porque hay casas que han desaparecido”, afirma convencido Magatte Diaw, representante de pescadores en la zona.

Al preguntar a otros responsables de los barrios que componen La Lengua de Barbarie hacen alusión al mismo dato. Se trata de una cifra que se dio en un foro internacional celebrado en 2010 en Saint Louis.

“Los científicos de todo el mundo han dicho de una manera muy categórica que Saint Louis va a desaparecer del mapa en cincuenta años. Lo dijeron en 2010, ahora quedan cuarenta años”, señala a Efe Sow en una habitación donde apenas entra una cama y que compone lo que es toda su casa.

Aïdara se da cuenta que el mar está cada vez más cerca contando calles.

“Entre el río y el mar antes había unas quince calles y el mar se ha llevado nueve o diez”, explica Aïdara.

“Cuando era joven, el mar estaba a casi un kilómetro y ha avanzado de una manera muy rápida”, apunta Gueye.

“Mi abuela me contaba que cuando ibas al mar tenías que llevarte la comida porque a la hora de la comida estarías muy lejos”, cuenta Aïdara.

Pero Aïdara se resiste a creer que las cosas puedan cambiar.

“Dicen que la Lengua de Barbarie va a desaparecer, pero yo no creo en eso. Hemos nacido así, entre el mar y el río, y vamos a vivir así y creer que siempre será así, aunque ahora mismo sentimos que el mar avanza muy rápido”, confiesa esta mujer.

El profesor saintluisense de Historia Antigua Babacar Diop, más conocido como Buuba, declara que gracias a sus trabajos analizando la lingüística se dio cuenta de quién era Mame Coumba Bang.

Mame quiere decir abuela en wolof, idioma de la etnia mayoritaria y homónima en Senegal, y Coumba es un nombre de mujer, pero el término Bang no era conocido entre las poblaciones de Saint Louis, procedentes de las etnias wolof, tuculor y moros (de Mauritania), porque, precisa Diop, es una palabra de la etnia pular.

“En nuestras tradiciones hay un lenguaje codificado porque no queremos que los niños lo sepan. Bang viene de la inversión de la palabra Ngabu, que en pular significa hipopótamo”, aclara el profesor.

“Malí -nombre del país vecino- también significa hipopótamo en lengua bámbara. El hipopótamo para los grandes imperios era muy importante, significaba que tenías mucha agua, tierras y pescado”, añade.

Si se pregunta por historias de hipopótamos en Saint Louis, casi nadie las conoce. Sin embargo, Aïdara recuerda que hace más de veinte años, cuando iba a la escuela primaria, vio un hipopótamo en el río y no les dejaron acercarse.

“Nunca más volví a ver un hipopótamo”, admite Aïdara, mientras se resiste a pensar que las cosas pueden cambiar.

María Rodríguez

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